CAPITULO IV
Nos dirigimos al centro del país en dónde el monumento “La Gran Sonrisa” resaltaba entre las demás construcciones que la cercaban. Don RinPomplás nos recibió en la entrada, nos invitó a pasar al salón principal y, sentados en deliciosos cojines achocolatados, esperamos la llegada del equipo de rescate infantil mientras disfrutábamos arrancando trocitos de chocolate a los cojines y sintiendo cómo se derretían en nuestras bocas.
Escuchamos que del pasillo salían vocecitas juguetonas, la Brigada se acercaba y de tan sólo oírlos se nos contagiaba tanta alegría y entusiasmo.
Maurro Cola, Coromoto Zaperoco, Agustín Bailarín, Tina Vainilla, y Aquiles Canto conformaban la Brigada Infantil, cada uno más simpático que el otro, sus formas de ser y sus trajes eran tan chistosos y originales que de seguro, quien nos está leyendo, quisiese un día formar parte de éste emprendedor grupo.
Maurro y Agustín eran hermanos, Maurro el mayor y mas narizón, Agustín el menor y mas bochinchón.
A Maurro lo apellidaron Cola por su nariz, su larga nariz, la cual, aunque no lo crean, hacía reír a los demás no precisamente por su tamaño sino por tener la habilidad de poner sobre ella una fila de cerezas y que fuese entrando una a una en su boca, haciendo reír por sus graciosos movimientos al intentar sostenerlas sin que se cayeran. El niño nunca soltaba su cesta de cerezas porque sabía que, con lo hermosas, grandes y brillantes que eran, algún vivachón se valdría de la ocasión.
Un día en que iba a comenzar su cereza espectáculo en el teatro municipal Quinchoncho Puchero, al que acudían millones de personas, le pasó algo que lo recordaría para siempre. Agustín le hizo reír y su cesta dejó invadir…
Lo que el niño no sabía era que si descuidaba su cesta por un momento, las hormigas aprovecharían para darse un sabroso banquete.
Maurro Cola fue poniendo las cerezas en su perfilada nariz, cuando, unos pequeños habitantes, las hormigas, estaban almorzando dentro de sus frutas y, al ponerlas en su nariz se asustaron y buscaron protección pero nada más y nada menos que dentro de ella. ¡Pobrecito! Qué ataque de estornudo le ha dado a nuestro amigo, las cerezas fueron a dar a las cabezas del público cuando Maurro se lanzó al suelo por el terrible cosquilleo. Desde ese día ganó más fama de la que ya tenía por tan honorable baile en medio de su show. Esto no le simpatizó al Niño Cola, quien muy desconsolado pensó que lo pitarían, pero a decir verdad fue todo lo contrario. Unos adultos se le acercaron y le contaron que hay que reírse de uno mismo cuando nos pasan cosas inesperadas, como caernos porque no vimos un escalón, tropezar distraídos contra un árbol o que se nos pose un pájaro en la cabeza y nos despeine. ¡No te lamentes más!, ponte del lado de quiénes te miran y ríete con ellos (te aseguro que lo harán). Hoy hiciste reír a los demás sin intención al tiempo que tuviste una experiencia chistosa y divertida que podrás compartir con tus amigos. Momentos como éste son los que nos hacen vivir día a día con alegría.
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