Poco tuve que ver yo cuando el amor estaba de vuelta en su casa rozando sus labios pidiendo una segunda oportunidad. Ya fue poco después que logró entender que las uvas solo crecen en verano.
Me pidió un beso, pero más que nada el alma que venia atada a el, un par de sueños y una esperanza aferrada al pasado.
Como si el invierno no hubiese afectado al tiempo que pasé olvidándola.
Mi mente cuerda le rogó al olvido que se llevara sus recuerdos, que no me mande postales por navidad y que pierda los pedacitos de papel donde escribí su nombre con crayolas y dibujé corazones rojos.
Me aferré a la idea de un amor olvidado y un cuento cerrado, a dos paisajes distintos dentro de un mismo cuadro.
Y te solté las manos para poder agarrar las barandas de mi vida y dar pasitos cortos y lentos.
Llora si quieres, yo ya no te escucho, pero no vengas a llorarme al oído que soy capaz de amarte de nuevo.
Soy como una cosecha de uvas, puedo dar racimos de lindos tamaños, pero solo durante el verano se logra el mejor vino.
¿No entiendes que nunca logramos aclimatarnos? Siempre fuiste invierno en épocas de cosecha.