"Alquilo casita, para 4 personas"; así rezaba el texto del pequeño letrero, en la reja de la casita del balneario.Ya diciembre desparramaba tibiezas, y Piriápolis, vibraba ren la proximidad de la temporada. Carpinteros, albañiles, y pintores, apuraban "las finales" con el nerviosismo de los propietareios. Los calores tempraneros de noviembre. auguraban un verano cálido y muy concurrido de veraneantes. Imprescindible era, una buena siesta, para poder soportar el ritmo del resto de la jornada.Y en eso estaban, cuando sonó un golpecito a la puerta. Un golpecito suave, como de quien lamenta:"molestar a esas horas". La patrona, con poca ropra y mucha pereza de siesta interrumpida, se resignó a abrir la puerta. Frente a ella, buscando los tramos de sombra, y con mil disculpas atropelladas, estaba la pareja de cincuentones, que habían estado por la mañana temprano, interesándose por el alquiler de la casita. Muy a la vista estaba, que habían caminado mucho,y al sol y sin vituallas."Desinflados" se les veía. La patrona les ofreció asiento a la sombra y compartió con ellos una jarra de agua fresca.Como lluvia en un jardín al atardecer del verano, llegó esa refrescada.Pero otro sabor ácido tuvo, para ellos, la noticia de que la casita había sido comprometida, apenas unas horas antes.Gestos de incredulidad, reproches recíprocos entre marido y mujer y muestras de pena, mucha pena.Y comenzaron a desarrollar la historia,que interesó y conmovío a la patrona. Que eran de condición modesta, se les notaba.Que no tenían hábitos de veranear, se le veía facilmente. Y que harían un gran esfuerzo, para poder pagar el alquiler era evidente.Ellos eran cinco personas, tal vez seis, en los fines de semana.Pensaban alquilar por una quincena.Pero la protagonista en su conversación, era "la abuelita". Se trataba de una señora muy mayor, seguramente viuda, y que por su salud no tendría otra oportunidad de venir a la playa. Por ella, se hacía ese gran esfuerzo,sacrificando otras prioridades , que estaban a la vista.A la patrona "se le movió el piso". Y si pudiera hacer algo para ayudar?. Despertó a su esposo y lo puso al tanto de lo vivido. Ellos también eran adultos mayores.Lo motivó para que los escuchara personalmente.Los dos se hicieron cargo de la situación del matrimonio. Casi se sentían culpables, de que la "abuelita" no viniera al balneario. Frente a lo compungido de los visitantes, acordaron buscarle una solución. Aunque fuese "a pèrdida". Así llegó enero, con las cosas solucionadas, para que la familia con "la abuelita", pudieran veranear en la casita. La llegada de la familia a la casa, ya fué desnudando la verdad. Se formaba de seis personas, mas "la abuelita". El matrimonio cincuentón, dos fornidos hijos veinteañeros con sus fornidas parejas y "la abuelita".Desde la llegada, los seis titulares se preparaban y concurrían a la playa; "a eso vinimos" se alentaban mutuamente.Y la abuelita quedó en casa. Este programa se repitíó al otro día y por mucho días mas.Y mientras tanto, se veía trajineando a la abuelita, preparando las comidas, limpiando la casa y hasta lavando las ropas.Habían traído a la sirvienta. Cuando la patrona conversó con ella, en un ratito libre en que la vió tomando unos mates, salió aquello de que " como a los nietos los crié yo, vió doña, se acostumbraron a que les hiciera todo. Los quince días pasaron pronto. Se fueron muy bronceados y saludables. También muy agradecidos. Por "la abuelita"; sabe doña.La viejita, se veía pálida y cansada.Seguro que había sido su última oportunidad de veranear Lo propietarios quedaron "rumiando" por mucho días :"Por mas años que vivas, no terminarás de conocer a la gente.