Brazil, where hearts were entertaining June
We stood beneath an amber moon
And softly murmured "Someday soon"
We kissed and clung together
Capítulo 4 (A leerse escuchando una samba brasileña, de preferencia Aquarela do Brasil)
Luego de caminar por las azoteas de una ciudad en sombras, llego frustrado al umbral de su puerta; con manchas de sangre en mi cabeza y parches de tierra en mi camisa. Paso mis dedos por mi pelo grasoso y encuentro un pedacito de nuez y rastros de caspa. Siento en las sienes un pulso que puede ser cansancio o gripe pero seguro es pulmonía o sífilis. Aburrido, me pongo serio y arreglo la corbata y el pelo y repaso el olor de mi aliento. No pienso más que en frases ya hechas y en nomenclaturas vacías; moscas gordas y negras sobrevolando mis pensamientos. De pronto, me parece escuchar una suave melodía, como si una sinfonía subterránea apenas saliera por las alcantarillas, y por un momento se adormece la tristeza. Aun así, no pasan unos segundos y, aferrándose a mis venas, los gritos del subdirector, los dedos grasosos del compañero y el cascabeleo de la maquinita de escribir regresan, aferrándose a mi piel como pequeños alfileres. Sin embargo, no logran aplastar la vena musical, que es apenas un rumor escondido en las sombras de los miles de insectos, y que lentamente va creciendo hasta ser un constante silbido de samba en mis labios que mansamente me invade y me incita a bailar; a ir moviendo de a poco los hombros y los brazos. Y mientras más pienso en la oficina, en la estación de tren, y en el doble reporte-compuesto que debo escribir para mañana, más mi cuerpo y mente empiezan a temblar al compás de la canción y más las moscas van cayendo en el tapete sucio en donde mis pies saltan y danzan. Y mientras más pasan los minutos, sin parar de menear mis brazos en cortito, me empiezo a dar cuenta de la belleza que me espera y fuertemente le doy una patada a la puerta, que se rompe violentamente y cae en seco.
Bailando y cantando entro a la sala, y ahí la encuentro sentada en su único sillón, leyendo un librito como cualquier otro. La volteo a ver y ella me regresa la mirada, y es como si dos pajaritos se estrellasen en pleno vuelo y cayesen enredados en un sueño. Escasamente parpadeo y sin palabras le digo que la amo y la invito a bailar, y ella sonríe porque lo sabe; la ligera melodía que se repite sin parar. Con una belleza y gracia superior a la mía se empieza a mover todita sentada en su sillón, y despacio se empieza a levantar, animando la resonante música que inunda la sala y nuestros cuerpos. Se mueve suave y etérea y su pecho es un bálsamo para el corazón melancólico. Con un golpe de caderas se cierra el espacio entre nosotros y mientras se exaltan las trompetas y las maracas, nos agarramos de las manos y danzamos sin la menor idea de como se supone que uno debe danzar…
Poco a poco, sin saberlo, nuestras ropas empiezan a caer –como si igualmente fueran mosquitas que nos aturden y encierran¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬¬–, y la enorme sinfonía regresa a ser un leve murmuro que suspiramos entre una caricia o beso, mientras caemos en el suelo y la lá….la-la-la-la-la-la-la-lá…
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