El Teniente general, Jefe del Estado Mayor Conjunto, fuma en su despacho, con un vaso de whisky en la mano, y la mirada perdida en la nada, que es la actitud habitual de los militares en tiempos de paz.
Su asistente irrumpe en la sala, se cuadra y le alcanza un escueto mensaje. El mismo reza:
En el día de hoy, a las 2,30 PM, en el Hospital Militar, ha fallecido el soldado desconocido.
De un respingo el Jefe màximo se pone de pie y con voz tonante ordena:
-¡Inmediata reunión de mi plana mayor!
Generales de varios grados y coroneles, sentados en cómodos butacones, rodean la larga mesa de caoba lustrada frente a sendos pocillos de café. De pie, en la cabecera, el Teniente general habla:
-Los he reunido para darles una tristísima noticia que acabo de recibir y que nos afecta a todos, ha muerto el soldado desconocido…
Gestos de incredulidad y estupor en los asistentes, alguno de ellos toman su cabeza entre las manos. El más veterano de los generales, atina a decir:
-Es una noticia terrible, el fin de la carrera militar ¿A quien mandaremos ahora a morir en la guerra…?
El Teniente general mirando fijamente a cada uno de sus subordinados, responde:
-Lamentablemente, esa pregunta no tiene respuesta.
Luego, cariacontecidos y apesadumbrados, tras un largo silencio, mandan a comprar todos los diarios del día y, afanosamente, se ponen a buscar empleo.
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