- Bubble, no me dejés sola. No me dejés sola esta noche, por favor.
- Ya sabés que no puedo quedarme, no sé por qué me lo pedís.
- Porque sabes que hoy no soporto estar sola, y creo que si te lo pido como te lo estoy pidiendo vas a dejar todo y te vas a quedar.
- ¡Pero si sabes que no puedo!.
- Vos podés y no querés.
- Otra vez con lo mismo, esta noche no y no, ya me hiciste hacer un desastre toda esta semana y te vine siguiendo el juego, se terminó.
- Bubble te doy todo lo que pidas, me entrego toda cielito, solo que esta noche no puedo quedarme acá sin vos.
- Y yo no puedo llevarte. Y no me digas Bubble que me tenés podrido con eso, no sé de dónde lo sacaste.
- Bubble es mucho más tierno mi cielo, mucho más que cualquier otro nombre con el que te haya llamado.
- No te entiendo loca de miércoles, por la puta madre que me advirtieron de vos y tus manías y sabía que tenía que hacerles caso.
- Siempre decís lo mismo tonto, crees que a mí no me avisaron, se hicieron cruces cuando supieron que estábamos juntos. Pero a mí qué me importa lo que digan de mí o de nosotros. Mientras estés conmigo.
- Si, a vos no te importa pero me vas a secar en vida nena, yo tengo que hacer mis cosas. ¿ Con quién te creés que estás?. Y dejá de amenazarme con las pastillas arriba de la mesa de luz que a esta altura tengo que conseguirme la farmacia de un hospital para que te hagas una siesta de media hora, ni te digo para pasarte al otro lado.
- No Bubble, no me digás esas cosas que lloro!
-¡Basta, mujer!. Me voy que se me hace tarde!.
-¡Mirá que me tiro Bubble, eh, te lo juro que me tiro!
-¡Pero tirate loca, andá y tirate desde todos los edificios de Buenos Aires, no ahorres en gastos!
Bubble sale dando un portazo. Baja por el ascensor, recorre el trecho que lo separa de la puerta de calle.
En la vereda está el portero con una mujer en brazos.
- Señor, la señora se tiró de nuevo.
- Si, Fabrizio no se preocupe, si quiere suba y déjela en su cama, y si ya lo pudrió como a mí la acomoda en el palier nomás, que cuando se le pase la curda entra sola.
- ¿ Está nerviosa su señora en estos días, no? La mía está insoportable, debe ser el tiempo, quiere cambiar todos los muebles, justo ahora que andamos cortando clavos con la guita.
- Qué se yo hombre, no las entiendo, mire que las vengo estudiando no hace un año pero son un enigma, suerte con la suya, me voy que estoy atrasado. Buenas noches.
- Buenas noches, Conde.
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