Si les cuesta tanto entender que sus contrincantes pueden hacer las cosas bien, creo que han perdido el sentido de su oposición. Quisiera saber a qué se oponen ¿a una bandera? ¿O a unos resultados, modos y procesos?

Si se oponen al poder del proletario y están a favor de potenciar el libre mercado; deberían ser amigos de los que repudian. Quizás los repudien por el pasado, pero ¿Qué no son ustedes los que tanto profesan ver al futuro? La verdad es que acuden al pasado cuando les conviene. Pero no a cualquier pasado, sino a aquel que ustedes manipulan, modifican y sacan de contexto.

Bajo la justificación de mantener y hacer crecer la “inseguridad social” en pro de los intereses de los verdaderamente poderosos, hacen un manejo cuestionable de la historia que los creó a ustedes y que desató el nacimiento de sus contrarios.

Sacando la siguiente pregunta de la polarización partidarista, díganme algo: ¿es malo invertir un poco en la sociedad? Podrían responder que no, porque sus escrúpulos, o más fácil, el discurso que han asimilado, así lo dicta. Pero, es y una respuesta que ustedes mismos no entienden.

No les gusta la inversión social por inversión social. Esas políticas, para ustedes, deben tener un trasfondo empresarial. Creen que esa bonanza privada dará los beneficios sociales que tanto profesan. Pareciera reconfortante pensar que esa es la idea que los mueve a defender este sistema con tanta garra. Sin embargo, les voy a aclarar algo: con esto no se benefician ustedes ¡oh clase media más o menos pensante y un poco academizada (con sesgos)!” y, por supuesto, menos se beneficia a la población más pobre.

Con esto solo se benefician los que son sinceros con su causa; es decir, los únicos que manejan la teoría y la practica real de lo que hacen con el Estado y sus recursos. Ellos, déjenme decirles, no se engañan pero necesitan engañarlos a ustedes; porque son su “colchón”. Ustedes representan el lugar seguro dónde apoyarse. Representan ese soporte de gratitudes que se forjaron al concederles buenos “negocitos”, un puesto de trabajo “más o menos”, facilidade económicas, etc. Eso sí, ellos se aseguran bien de que ustedes nunca alcancen su nivel y que no lleguen a la verdad profunda de este sistema. No les conviene compartir, con tanta gente, toda esa riqueza que, mientras más grande, parece más multiplicable. Y es que así lo dicta el sistema. El capitalismo no fuera tal sin ese camino de ganancias que lo mueve y lo empuja a crecer.

Así, los poderosos necesitan más que gratitud para actuar con mayor seguridad. Necesitan un pueblo que se juzgue convencido y arraigado a esa causa ajena.

La forma de conseguir esto es una verdadera estrategia comunicativa, educativa y consumista que desvía las miradas. No se conforman con ocultar la realidad. Es algo tan estructurado y bien hecho que hace milagros. Puede estar frente a todos la injusticia, la pobreza, la corrupción, etc, y basta con hacer su magia: la invisibilizan, la banalizan o, peor aún, la hacen justificable. ¿Justificable de qué? Del sistema de libertadas. ¿Cuáles libertades? Las de ellos ¡no las de ustedes! ¡Jamás las de ustedes!

Ahora trasladá este mecanismo a la gente más pobre. ¿No es el engaño un acto mezquino? ¿No les parece que es cínico jugar así con vidas, con poblaciones enteras; en fin, con niños, ancianos, hombres y mujeres? ¿En realidad creen que lo vale? Para los grandes capitalistas quizás sí tiene sentido toda esta intriga teorética injustificable, pero ¿para ustedes? ¡Por Dios! ¿No se dan cuenta que están entregándose al mal por el bienestar final de otros y en detrimento de la justicia social?