Estadísticamente, en la historia de las bodas principescas, le ha tocado a Felipe, ser el novio, ya en el altar, que mas ha esperado a la novia. Con su rictus solemne, aunque dando respiros profundos, trata de esperar pacientemente a la novia de gala. Su firmeza la denota su largo pantalón azul marino, recorrido por un galón negro, una guerrera del mismo color y nada menos, puesta sobre el pecho, la Encomienda del toison de oro de Don Juan Carlos.

Si queremos que nos impacte mas este príncipe, diremos que su mirada es resguardada por el mas antiguo abolengo de los uniformes de los Borbones. La tradición se respira tras sus condecoraciones, y para matar justo el pomo, la jerarquía de ese sucesor al trono, es actualmente Capitán de Corbeta, comandante del cuerpo militar e infantería de servicios de Defensa…y, no se que tantas altos rangos tambien.

Pero indiscutiblemente tiene su porte y su galantería, y dentro de los actos mas hermosos del oficio litúrgico, destaca un único únicamente ( valga la redundancia ) , el acto mas humilde de toda la solemnidad, entre glamorosas, preciosas joyas, fue cuando ‘ella’, acuerdo con el protocolo, pues aquí la etiqueta es la ley, no como afortunada, ni como mujer orgullosa y ni como embelesada de la jerarquía embestida, talvez no de su alcurnia, pero si respirando desde ya, una nobleza profunda; osa levantarse de su silla, deja al príncipe, camina hacia el contiguo altar y, mas como alma transparente que como sumisa doncella, ofrece su ramo a Nuestra Señora de Antocha.

¿Cuando fue el enlace nupcial ?...Si, la trasmisión televisiva fue en directo y repetida de continuo, varias veces después en la mañana del sábado. Que fue cabal cuando alrededor de las siete, regresaba de correr, y todo sudado entre al cuarto y me encontré con la pantalla chica encendida. Frente al televisor, sentada sobre la cama, mi mujer estaba viéndola elegantemente con la pierna cruzada. Es indescriptible lo que percibí, pues estaba terríficamente bella. Sin maquillaje, inmersa dentro del cuarto todavía con todas las colchas desechas, destacase su elegante figura, bata de ceda impecable, color crema, y una elegancia única, un rostro terso, sensato, resplandeciendo característico de su carisma oculto y natural, y callada con el rictus suave de su boca.

Sin voltearme a ver, exclamo: - Es un mangazo completo. Y ante mi silencio repentino, continuo, subrayando la palabra ‘Si’ y dándole un color especial a la palabra ‘azul’, y dijo:

-Ella (refiriéndose a la Leticia, la novia), Si que encontró a su príncipe azul.

Le iba a contestar pero no pude quitar mi vista del esparadrapo negro, que remendaba la antena del televisor, el cual hace ya varios meses que me había comprometido a arreglar y todavía permanecía igual. Iba a voltear a ver las cortinas, pero me contuve de hacerlo al intuir el aspecto espectral de estas. Y ante mi evidente salida, no quise adrede, detenerme frente al espejo, por miedo a visualizar el aspecto que debía de conocer mi esposa mejor que yo, pues tenia puesto la eterna camisa que ella siempre me reclamaba pues lucia comida por los agujeros de la polilla…