2:00 AM: Una fina garúa cae en medio de la oscuridad que cobija a la calle. No hay nadie en la avenida, a excepción de un perro pequeño que camina a toda prisa. El viento gélido de la madrugada arrastra las vísceras de las bolsas de basura que, cinco horas antes fueran degolladas por los recicladores.

3:00 AM: La tercera farola de la acera izquierda comienza a vacilar en su empeño por iluminar la calle. Su luz mortecina agoniza, y desaparece por momentos. Atraídas por el titubeo luminoso, una bandada de moscas se acercan a la bombilla sin hacer ninguna clase de ruido.

4:00 AM: Se escucha de repente una detonación. Es imposible saber si se trata de la explosión de una mecha en algún lejano campo de tejo, de el disparo de un arma de fuego, o si acaso el sonido es característico de la apertura de algún portal dimensional en medio de un callejón negro y desierto.

5:00 AM: Poco a poco, lentamente, algunas personas comienzan a caminar por la lustrosa acera. Aún esta oscuro; encima de la línea del horizonte aparece una débil y sonrosada aurora, pero las nubes sobre las cabezas tienen un tinte gris ceniza. De pronto se escuchan los rugidos del motor de un auto que se aleja.

6:00 AM: Los carnosos labios de Angelina Jolie se transforman, bruscamente, en una mole peluda que emite un ruido particular. Entonces me despierto sobresaltado, y encuentro a mi gato ronroneando encima de mi. La criatura reclama comida con un maullido agudo y prolongado. “Claro, -pienso- acaba de terminar el día para él.”