El loco y la pantera
(Historia de dos encierros y una cacería)
El caminaba todo el tiempo en aquel encierro atroz donde querían anular su esencia animal. Cuando lo encontraron dijeron que era salvaje, que no podía vivir en una sociedad civilizada por que sus normas no eran las de ellos, sus instintos eran diferentes, sus pensamientos, palabras y actos eran inquietantes. Era verdad, pero nadie había entendido sus motivos para ser asi, nunca habían sentido esa urgencia de encontrar algo que necesitaba, sin saber que era, de agazaparse en la noche, esperando no sabía que. Por eso él había roto las reglas tantas veces.
Buscó y buscó, en las drogas, en el alcohol, pero eso no duró mucho, apenas si probó cuando supo que no estaba ahí. Buscó en la violencia pero solo logró liberar su frustración, igual que con el arte y la música. Finalmente buscó en el sexo y casi lo encontró y lo siguió buscando ahí, pero cada vez que creyó haberlo encontrado lo perdió, no era completo y a medida que su búsqueda se volvía más desesperada su mente se deterioraba más, sus ideas se hacían confusas y terminó desnudo en la estación del tren, gritándole a las personas que no entendían lo que quería decirles.
Entonces comenzó su cautiverio y sus interminables caminatas, de una punta a otra de su jaula, sobre todo en la noche, con la sombra de los barrotes a la luz de la luna marcando su cuerpo
Ella estaba siempre inquieta, no resistía el encierro en ese espacio tan pequeño, no soportaba a esos hombres que pretendían acariciarla, alimentarla, dominarla. Su salvaje interior gritaba pidiendo libertad y su cuerpo elástico, silencioso, perfecto como una obra de arte no podía quedarse inmóvil.
Sus ojos verdes, con chispas de fuego, permanecían abiertos toda la noche, vigilando, buscando la forma de escapar. No le importaba el hambre o la fatiga de su cuerpo que necesitaba moverse, liberarse, solo le importaba su instinto, que le pedía urgentemente ser satisfecho, vivir la adrenalina de la cacería, encontrar a esa presa que la hiciera salvaje nuevamente, como era ella todo el tiempo, antes de ser por primera vez, una presa acorralada
Entonces comenzó su cautiverio y sus interminables caminatas, de una punta a otra de su jaula, sobre todo en la noche, con la sombra de los barrotes a la luz de la luna, marcando su cuerpo
El loco logró escapar con otros compañeros por el descuido de un guardia. Recorrieron la ciudad de noche, a él le gustaban los olores nocturnos y cuando llegó hasta el zoológico, su corazón latió más aprisa. Su instinto le dijo que allí estaba lo que buscaba y entraron saltando la reja. Comenzó a caminar siguiendo los olores, ignorando a los otros que lo seguían, escuchando su instinto que guiaba sus pasos, hasta que la encontró. Vio el fuego verde de sus ojos y supo que ella le daría lo que buscaba.
La pantera vio a esos hombres acercándose a su jaula y se puso en guardia, se mantuvo en silencio, observando como el que parecía el líder de los otros, abría la puerta de su prisión y caminaba hacia atrás, esperando, mirándola a los ojos. Ella vio en su mirada que él quería cazarla, poseerla como todos lo demás y se dispuso ser su predador
Él y sus compañeros treparon a los árboles del parque, hundidos en la oscuridad, mientras ella salía de la jaula y caminaba con su andar lento y sensual, con su pelo negro brillando en la luz de la luna, mirando hacia arriba, tratando verlo a él, que la acechaba, hasta que lo encontró y sus ojos se clavaron en su presa. Le mostró sus dientes, parecía sonreírle complacida y lo hipnotizó con su mirada hasta que él, desnudo en cuerpo y alma, bajó de su escondite.
Sus sentimientos eran confusos, quería huir de la pantera, no sabía por qué, por temor o por instinto, pero al mismo tiempo deseaba profundamente que ella lo atrapara, aspirar su olor, tocar su piel, sentir su cuerpo sobre él, aunque ella le desgarrara la carne y le comiera el alma. La deseaba tanto que se quedó quieto, acostado en el piso, entregado a ella.
La pantera también estaba confundida, él era un predador, amenazaba su libertad, interfería en la continuación de su existencia, sin embargo, instintivamente, supo que él era diferente. Era tan hombre como fiera, asi que se le acercó despacio, decidida del todo a cazarlo, pero no a matarlo, no todavía. Comenzó a tirarle zarpazos, tentarlo para que se moviera, pero él continuaba ahí, mirándola, rogándole que lo atrape, ella se acercó despacio, puso su cuerpo sobre el de él y la dejó acariciarla, deslizar sus manos en su espalda y la sensación le agradó. Pudo percibir el placer de él al tocarla y como su parte animal derribaba a su parte humana para entregarse a ella y sin entender por que, comenzó a ronronear como un gato domesticado y a lamer ese cuerpo de hombre, a saborearlo con deleite y su instinto hizo que le clavara suavemente las uñas.
Él sintió una infinita felicidad, como quien ha naufragado mucho tiempo y encuentra un puerto donde quedarse para siempre. Ella era lo que toda su vida había estado buscando. Ese calor, ese contacto salvaje, ese olor de la pantera, todo lo que ella era se complementaba exactamente con toda su animalidad. Había encontrado a su perdida compañera.
Continúo acariciándola, feliz, hasta que escuchó el disparó del guardia, que habia respondido a los gritos de los otros. El disparo entró por el costado del cuerpo sedoso de ella y su rugido de dolor lo ensordeció. El calor de la sangre comenzó a bañar su cuerpo y gritó de dolor cuando las garras de ella se clavaron en su corazón. Antes de morir se miraron a los ojos, sabiendo que era lo mejor que podía pasarles, por que después de encontrarse ya no podrían vivir separados nuevamente. Y asi, abrazados, plenos, con la luna en la piel, se durmieron en un eterno sueño de amor que nadie, ni animal ni humano, jamás hubiera entendido.
Sofi (20/05/2008)
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