| El arco iris señalaba
 La ruta hacia el oro
 
 El Perú ya esta conquistado
 
 El  Marqués Francisco Pizarro
 
 Edifica una ciudad con los atavíos
 
 De una urbe que nace
 
 Para los conquistadores
 
 Los grandes Adelantados
 
 Pronto el Perú será como España
 
 El que posea oro
 
 Ambición y posición
 
 Será un ilustre gran señor
 
 
 
 
 
 Lima con sus jazmines y sus mozas
 
 A orillas del rió Hablador
 
 Con una corriente de aire fresco
 
 Que viene arrastrada desde el mar Pacífico
 
 Y esa brisa me hizo recordar
 
 Al Señor cura decir:
 
 El mundo es de Dios
 
 Y solo deben leer en él
 
 Los vicarios del Señor
 
 Vi Fanatismo y esclavitud
 
 Y un gran ardor en el celo religioso
 
 También  quemarse a miles de indios
 
 Por rechazar la cruz
 
 Por negarse a ser cristianos
 
 
 
 
 
 Observe al Fraile  Valverde
 
 De pie en la plaza de Cajamarca
 
 Enardecido de indignación
 
 Y con espuma en los labios
 
 Cuando un salvaje tiro el misal
 
 Por no entender los símbolos
 
 Y no lograr entender nada en él
 
 Por el insulto a Dios
 
 Y a las sagradas escrituras
 
 Decirle a Pizarro
 
 No veis que los campos
 
 Se llenan de indios
 
 Atacad en el acto
 
 Yo os absuelvo
 
 Murieron miles de indios
 
 Encerrados como conejos
 
 En el corral de su propia plaza
 
 Y hombres que no conocían el acero
 
 Ni la religión, morían inmolados
 
 Entre el fuego y el metal
 
 Dentro de los muros de sus propias fortalezas
 
 
 
 Mientras haya españoles
 
 Habrá interrogantes
 
 El hispano puede sin desdoro ni baldón
 
 Ofrecer en sacrificio un ser viviente
 
 Como lo hacían los Incas a sus dioses
 
 Y reducir a la esclavitud una nación entera
 
 Para que adoptasen su fe
 
 Puede también invocar la intersección
 
 De la sagrada madre y doblegar
 
 A su capricho a una niña inocente
 
 También con una plegaria en los labios
 
 Estafar, robar y ser adultero
 
 Y con una señal de la cruz
 
 Redimirse de todos sus pecados
 
 
 
 En otros sentidos, también se siente
 
 La contradicción de la sangre Española
 
 En el campo de batalla, oteando la presa
 
 Ser despierto astuto, infatigable
 
 Disciplinado e invencible
 
 Pero pasada la contienda, una mujer
 
 Una guitarra, un par de dados y un  buen vino
 
 Y ser el mortal más degenerado, obtuso
 
 E indolente de los reinos del señor
 
 Consecuencia de los muchísimos años
 
 De turbulento guerrear, contra los Moros
 
 Por el dominio de la España misma
 
 
 
 
 Generaciones de hombres abrazaron las armas
 
 Y el saqueo fue un modo de vida
 
 Las guerras contra los Moros
 
 Fueron cruzadas santas
 
 Se pedía la ayuda de Dios
 
 Contra los  infieles
 
 Estuvieran en sus casas
 
 O fuera de ellas
 
 El ejemplo disoluto del clero
 
 Dio motivo para que se observara
 
 Las formas, más no la esencia
 
 Para obtener la gracia bastaba
 
 Con respetarla al pie de la letra
 
 
 
 Tanto tiempo duraban las guerras
 
 Que había que tener alguna
 
 Satisfacción,  entre batalla y batalla
 
 Si había de vivirse la vida
 
 Y de los Moros aprendimos
 
 A los lujos refulgentes
 
 Indomables en la guerra
 
 Y pésimos administradores en la paz
 
 Medito a menudo en el temperamento
 
 Peculiar de mi raza
 
 
 
 Pero solo en el hombre había peligro
 
 En la naturaleza todo es predecible
 
 Y todo peligro puede eludirse
 
 Solo el hombre es inescrutable
 
 Solo el hombre es artero y mutable
 
 Solo el hombre puede carecer de sentimientos
 
 Al punto de odiar como odian los Pizarro
 
 Y ser tan vengativos como ellos
 
 La comida despreciada por nosotros
 
 Fue comido por los indios
 
 Y lo despreciado por los indios
 
 Fue comido por los negros
 
 Los cerdos y las aves
 
 
 
 Buscamos el Dorado
 
 El rey del Oro
 
 Este monarca Indio
 
 Que se cubre todas las mañanas
 
 Con polvo de Oro
 
 Y por la tarde se lo quita
 
 Bañándose en el estanque ritual
 
 Los grandes señores del Dorado
 
 Con sus ropajes estampados en oro
 
 Que renovaban cada día
 
 Que los diferenciaba de los demás mortales
 
 Aseguran que la casa del monarca
 
 Esta cubierta de láminas de oro
 
 Y sus mujeres poseen esmeraldas
 
 Con las que se adornan a diario
 
 Y no las repiten durante años
 
 
 El oro busca dueño, cuando los débiles
 
 Ambicionan poder, canturrea un mozo
 
 Mientras a mis pies veo
 
 El esqueleto de un caballo
 
 Con los huesos limpios
 
 Y un cóndor gigantesco
 
 Revolotea por encima de mí
 
 Avechucho fuera ¡Exclamé!
 
 Amenazándolo con mi espada
 
 El cielo es de un color turquesa
 
 Pusimos cara al viento y avanzamos
 
 Un indio de las tierras bajas
 
 Bajo la influencia de la tos
 
 Puso su carga en el suelo y murió
 
 Yerto de frío, de el se encargara el cóndor
 
 
 
 El caballero Blas de Medina
 
 Lleva enfundada  una preciosa espada
 
 Cuya vaina tiene incrustaciones
 
 De finas piedras preciosas
 
 Y es envidiado por el pobre Alonso Márquez
 
 Capa y espada por valor de miles de ducados
 
 En esta búsqueda del Dorado
 
 No se puede volver
 
 Como Córtez cuando quemó sus naves en México
 
 Como Francisco Pizarro en Tumbes
 
 Al trazar con su espada una raya en la arena
 
 Y decir, del otro lado está la muerte, y la grandeza
 
 Quien quiere compartirla conmigo
 
 El hombre que se embarca en un sueño
 
 Debe llevarlo hasta el fin
 
 Los sueños jamás retroceden
 
 Aun en esta horrenda montaña
 
 Y enmarañada selva
 
 
 La honradez de los hombres
 
 Debe pesarse, en una balanza
 
 De suma precisión, el valor también
 
 Cosas que gracias al señor
 
 Y a la bendita compañía de los santos
 
 La sangre Española tiene
 
 En esta lucha por la vida
 
 Y esto requiere conductores
 
 Con esta ceremonia de elección
 
 En medio de la selva
 
 Parecía una ridícula vanidad
 
 Pero los españoles  necesitamos
 
 Tanto este aparato, como el calor del sol
 
 No os detengáis cuando un hombre no pueda avanzar
 
 Mantened la fila en movimiento
 
 Solamente mirando por los vivos
 
 Los muertos Dios mediante
 
 Deben mirar por sí mismos
 
 Palabras del capitán general Gonzáles
 
 
 Delante una niebla color cobalto
 
 Y árboles que abarcan gran extensión del bosque
 
 Cubiertos con una capa de neblina y espesas nubes
 
 De la cual irradiaba una densa cortina de vapor
 
 Mi padre me dijo una vez, procurando reír
 
 Que si no aprendía a leer me haría leñador
 
 Y entonces pensé que eso seria lo peor
 
 Y ahora miren que resulta que es lo mejor
 
 El destino juega a veces bromas muy pesadas
 
 
 La esperanza es para los españoles
 
 Lo mismo que el beso de la mujer amada
 
 La noche se cerró con presteza
 
 Como siempre ocurre en la selva
 
 Y caminamos en el bosque
 
 Tal como cuando se entra
 
 En una catedral por la noche
 
 ¡Gloria patri! dijo Illanes
 
 Impresionado por el anochecer repentino
 
 Estamos todos, cantad vuestros nombres
 
 Dijo el capitán general, empezad vos
 
 Ordeno a la primera sombra
 
 Alonso Márquez  respondió
 
 Diego Matamoros de Badajoz
 
 Diego Moreno no de Badajoz
 
 Gracias a Dios, pero sí de Medellín
 
 Cristóbal Palacios de Ayamonte
 
 Blas de Medina cuya patria es su espada
 
 Y así prosiguió la compañía
 
 Cantando sus nombres
 
 Los españoles somos muy amigos
 
 De escupir ingenio de cara al miedo
 
 
 Un arcabucero provoco un fogonazo
 
 Y Hernández de rodillas avivo el fuego
 
 Pronto se advirtieron las sombras
 
 Que proyectaban escenas como de demonios
 
 Huyendo de un crucifijo
 
 En la quietud del amanecer
 
 Fuimos atacados
 
 Aullando los indios
 
 Se echaron sobre nosotros
 
 En la primera envestida los paramos
 
 Y estuvimos atareados como una hora
 
 Antes de ponerlos en fuga
 
 
 
 Brillo en la lucha
 
 Don Cristóbal de Segovia
 
 Más conocido por su apellido
 
 Materno, Maldonado
 
 Estuvo en Nicaragua
 
 Y también con Benalcazar
 
 Temible espadachín
 
 Y muy buen jinete
 
 Y no se quedo atrás
 
 Diego Lozano
 
 Teniente de la retaguardia
 
 Cuya mirada confiada
 
 Y serena de sus grandes ojos
 
 Muy hundidos en las orbitas
 
 El corte impecable de barba y perilla
 
 Y excelente soldado
 
 Once habían muerto
 
 En la escaramuza con los indios
 
 Y ocho, con malaria, desinteria y parásitos
 
 Las tres plagas del hombre blanco en la selva
 
 Que no mino la fortaleza
 
 De los que aun permanecíamos vivos
 
 Y llenos de brillo y coraje
 
 
 Esta pradera se extiende
 
 Hacia el norte y un poco al oeste
 
 ¿Sabemos hasta donde?
 
 No ha sido inspeccionado
 
 Respondió Martín Pineda
 
 El jefe de guías
 
 La pradera ofrece pastos
 
 La floresta solo peligros
 
 No puede estar muy lejos
 
 La Canela, el Dorado de nuestros sueños
 
 El núcleo debe estar cerca
 
 Comentamos alrededor del fuego
 
 Los hombres se sienten más cómodos
 
 En pequeña compañía y seguro abrigo
 
 El hablar es un bálsamo para el cuerpo
 
 Y un sedante para el cerebro cansado
 
 
 Durante la guardia nocturna
 
 Empezó la lluvia, con un retumbar
 
 De truenos sordos
 
 Como sí un saludo militar a los muertos
 
 Se hubieran unido cien tambores
 
 Arrebujado en un poncho
 
 Oigo el repique adormecedor
 
 De la lluvia sobre la lona
 
 De mañana me levanto temprano
 
 Con botas y armadura nueva
 
 Y al salir a dar una vuelta
 
 Veo a Juan de Illanes
 
 Vendada la mejilla herida
 
 Y profundamente absorto
 
 En un partido de ving-et-un
 
 En el cual ganaba un apetecible botín
 
 
 
 Deciase misa en una pequeña arboleda
 
 Contigua a los corrales de llamas
 
 Vi al pasar que la única concurrencia
 
 Eran cinco soldados y el señor cura
 
 Fruncí el seño y seguí mi camino
 
 Hacia la tienda del desayuno
 
 Llegue temprano y renové
 
 Amistad con algunos compañeros
 
 De viejas campañas realizadas
 
 Durante la conquista del Perú
 
 Antonio Rivera de rostro apergaminado
 
 Y astuta mirada se me acerco
 
 Cojeando y me hablo con voz melosa
 
 ¿Tenéis todo cuanto necesitáis?
 
 Si gracias don Antonio respondí
 
 Saludándolo con  una afable inclinación de cabeza
 
 Estoy a vuestro servicio en cualquier momento
 
 Dijo Rivera y se alejo
 
 Como dejando sus pasos intermitentes en el camino
 
 
 
 Al avanzar unos metros me tope
 
 Con el padre Gaspar de Carvajal
 
 Destinado a representar un gran papel
 
 En esta búsqueda del tesoro Inca
 
 No era un hombre capaz de causar
 
 Buena impresión, parecía algo enfermizo
 
 Se le notaba débil de cuerpo y pálido de rostro
 
 Con ojeras producidas por la fiebre
 
 Y su túnica pendía algo indolente
 
 Hasta sus pies grandes y chatos
 
 Por de pronto asomaban recias botas
 
 En vez de sandalias, bajo los pliegues de la sotana
 
 
 
 Después de esta primera impresión
 
 Y al verle la cara pensé
 
 Es la de un hombre enérgico
 
 La oscura cabeza rapada
 
 Calva en la coronilla
 
 La barba desaliñada
 
 La recia mandíbula
 
 La nariz aguileña
 
 Y los pómulos salientes
 
 De aquel ministro del señor
 
 Entonces reflexione
 
 Sobre el enceguecimiento del hombre
 
 Que los fanatiza y les hiela la sangre
 
 Fue cuando sorprendí su mirada
 
 Hice frente de lleno a la contemplación
 
 Tenía algo peculiar
 
 No pude advertir que era
 
 En un primer momento
 
 Y tuve que aguzar la mirada
 
 Antes de advertir
 
 Que las pupilas del padre Carvajal
 
 Tenían el mismo color dorado
 
 Que el trono de los Incas
 
 Cosa sorprendente en un español
 
 
 El fraile bajo la mirada, y yo lo imite
 
 Carvajal tenía las manos
 
 Cruzadas delante del cuerpo
 
 Y entre sus dedos largos y blancos
 
 Sostenía un breviario
 
 Advertí un ligero temblor en una manga
 
 Producto quizás de la irritación
 
 Provocada por la larga contemplación
 
 Y al fijarme más experimente una sorpresa
 
 Pues el puño y el antebrazo del sacerdote
 
 Eran los de un hombre acostumbrado a las riñas
 
 Un hombre que sabía empuñar el acero
 
 Y capaz de salir airoso de una emergencia
 
 Después de esto me agrado más
 
 
 
 Concluyo la lluvia
 
 Y apareció en la selva
 
 El calor estival
 
 Febril de humedad
 
 Que portaba emanaciones
 
 De vegetación fresca
 
 Él rió desbordado volvió a su cauce
 
 Dejando charcos llenos
 
 De mosquitos y malaria
 
 De día caía una lluvia
 
 Intermitente y nada se secaba
 
 El cuero se deterioraba rápidamente
 
 Los alimentos se echaban a perder
 
 Y billones de hormigas voraces
 
 Atacaban hombres y bestias
 
 
 Frenéticos los hombres
 
 Volvieron a privar de comida a los perros
 
 Y luego lo llevaban al bosque
 
 En la noche, a cazar agutíes
 
 Era un deporte brutal
 
 Los perros casi deshacían a las presas
 
 Pero la persecución enardecía a los cazadores
 
 Carranza era el más despiadado
 
 Y no había concurrido a misa una sola vez
 
 Lo cual por si mismo fue causa de comentarios
 
 Y motivo de aislamiento
 
 Pasando el tiempo, dos de los más viejos
 
 Del campamento, fueron
 
 A compartir la soledad de carranza
 
 También ellos se sentían solos
 
 
 
 García de Soria
 
 Veterano de las guerras del Perú
 
 Fue el primero
 
 La cabeza no le funcionaba bien
 
 Tenía la simplicidad de un niño
 
 Y el cariño de un perro de aguas
 
 Musitaba acerca de inmensos
 
 Tesoros de oro que había escondido
 
 Y era el centro de las bromas
 
 Que ocurrían en la compañía
 
 Y su cara estirada reflejaba su aversión a las chanzas
 
 Y se podía contar reírse a sus expensas un buen rato
 
 
 
 Y el segundo en pegarse a carranza fue Soria
 
 Solían ir juntos a pescar al rió
 
 Mirando desde lejos al mejor  pescador
 
 Grabiel de Contreras
 
 Como los compinches holgazanes miran a los que trabajan
 
 Un día se les unió Antonio Hernández
 
 Un portugués entre caballeros castellanos
 
 No había sitio para él
 
 Trabajaba como establero
 
 Entre los caballos de reserva
 
 Trabajo que se considero apropiado
 
 Para un hombre de su nacionalidad
 
 Y este busco la compañía
 
 De otros parias, el senil y el judío
 
 De ahí en adelante fueron
 
 Inseparables los tres
 
 
 
 Estaba por finalizar junio
 
 Y desde un promontorio
 
 Observe el movimiento
 
 Indolente del campamento
 
 Las tiendas Españolas de alegres tonos
 
 Clavadas y ordenadas
 
 Los pendones de santos y caballeros
 
 Indiferentes a la humedad
 
 Las hogueras hediondas
 
 De los cocineros
 
 Donde la leña mojada
 
 Se enrojecía de vergüenza
 
 Al ser soplada por fuelles
 
 
 
 Los corrales de los caballos
 
 Los cercados de cerdos y llamas
 
 Los mil movimientos de los perros
 
 El rápido y sordo desplazamiento de los indios
 
 Y más allá la confusión
 
 De la selva fétida
 
 Mi mirada se volvió hacia el sur
 
 Y observe a los batidores
 
 Con sus leves movimientos
 
 Y un jinete que galopaba
 
 Veloz hacia el campamento
 
 Probablemente un guardia
 
 Que hacia relevo
 
 Y venia desde el oeste
 
 
 La lluvia empezó nuevamente
 
 Y ceso bruscamente
 
 Poco antes de la caída del sol
 
 Lo que disipo la densa  humedad
 
 Y el humo de las hogueras
 
 Quedaba flotando en el espacio
 
 Sin una brisa que lo impulsara
 
 Los hombres al volver de la cena
 
 Se congregaron en grupos
 
 En torno al fuego y lo mas cerca del humo
 
 Que los protegía contra moscas y mosquitos
 
 Vi. al comandante Mora
 
 Hacer recorridos, parecía solo
 
 Pensé con tal de matar el tiempo
 
 Lo vi, Caminar entre los hombres
 
 Tan poco bien venido, como siempre
 
 Lo ha sido un comandante entre soldados
 
 Se detuvo frente a un grupo
 
 De hombres de Guayaquil
 
 Estaba allí el caballero
 
 Blas de Medina, y el jugador Juan de Illanes
 
 Que hablaba en ese momento
 
 
 No, no es así lo oí decir
 
 Esta bien Medina, vos sois noble
 
 Decidme en verdad
 
 Que preocupa  a una muchacha
 
 Cual sea la naturaleza
 
 De vuestra sangre
 
 Con tal que tengáis
 
 Sangre caliente
 
 Medina se echo a reír
 
 Depende de lo que desee contesto
 
 La mayoría de las mujeres no quieren amor
 
 Dan lo que tienen a cambio
 
 De lo que quieren
 
 Siempre ha sido así
 
 Cuanto más quieren
 
 Mejor uso aprenden a hacer
 
 De lo que tienen
 
 
 
 No es esa mi experiencia
 
 Expreso el jugador Illanes
 
 Quieren exactamente lo que queréis vos
 
 Algunas ni siquiera lo saben
 
 Una vez que le enseñáis
 
 Demonios no hay manera
 
 De librarse de ellas
 
 Eso solo puede suceder  entre campesinas
 
 Aclaro Medina, yo hablo de las mujeres de mundo
 
 De las compañeras de los grandes
 
 Capaces de escalar las alturas
 
 Mediante el uso prudente
 
 De lo que dios les ha dado
 
 
 No todas son calculadoras
 
 Comento Illanes
 
 Conocí una vez en Sevilla
 
 Una mujer que tenía
 
 Tanto dinero como cualquiera
 
 Pudiera desear
 
 Su marido era casi tan rico como Pizarro
 
 Tenía todo lo imaginable
 
 Lujos posición en la corte
 
 Dinero y carruajes
 
 Todas las cosas excepto una
 
 Y era precisamente lo que
 
 Ella necesitaba
 
 No importa como la conocí
 
 Después una noche consintió
 
 Dirigió la mirada en torno al fuego
 
 Y sonrió picarescamente
 
 Con aquello desperté su amor
 
 Intente librarme de ella
 
 Pero fue inútil
 
 Por su culpa me encuentro
 
 En esta maldita floresta
 
 Tuve que huir de España
 
 
 Vagando al azar
 
 Llegue hasta los humos
 
 De una hoguera
 
 Algo más grande que las demás
 
 Donde se oía
 
 Una discusión seria
 
 Allí estaba el padre
 
 Carvajal y Maldonado
 
 Conversando con Alfonso Robles
 
 Y otros andaluces de cutis blanco
 
 Que según pude observar
 
 Eran los más sabios del campamento
 
 Sin casco al descubierto
 
 Su frente ancha y recia
 
 Con una fina mata
 
 De cabello rubio
 
 Robles era aun más simpático
 
 Y su hablar castellano
 
 Era el idioma culto
 
 Y cuidado de los andaluces
 
 Acentuado por modismos moriscos
 
 Como todo hidalgo Andaluz
 
 Robles era inteligente
 
 Y de espíritu cultivado
 
 Y el clérigo Carvajal
 
 Lo tenía sometido
 
 A un intenso interrogatorio
 
 
 Para hombres que faltan
 
 Diez o más años a su patria
 
 Sin más noticias
 
 Que las pocas que traen los barcos
 
 Sin correspondencia de amigos o parientes
 
 Aquellas novedades de pocos años atrás
 
 Eran frescas, y Robles hacia
 
 Solo tres años que había llegado de España
 
 Por el momento España esta en paz
 
 Decía Robles o por lo menos lo estaba
 
 Cuando yo partí, pero decían
 
 Que la paz no seria duradera
 
 Mientras Carlos I, retenga a Europa
 
 Y Francisco de Francia este vivo
 
 La historia sórdida
 
 De intriga continental
 
 Resultaba confusa
 
 Carvajal era el único que prestaba atención
 
 Tratando de adivinar
 
 A través de los recuerdos de Robles
 
 
 Las celosas maniobras
 
 Del ambicioso Francisco
 
 Del celoso Enrique VII
 
 En Inglaterra, y la tortuosa
 
 Diplomacia de Maquiavelo
 
 En Florencia
 
 El avance de los infieles Turcos
 
 Desde Oriente
 
 Carlos I monarca de medio Europa
 
 Sacro emperador Romano
 
 Germánico rey de los países bajos
 
 Rey de Castilla y la península Ibérica
 
 Gobernador de Sicilia y Nápoles
 
 Protector de la Santa Sede
 
 Y hermano del rey de Bohemia
 
 Y Hungría, poderoso y expuesto
 
 A las depredaciones
 
 Por todos lados
 
 Como es posible
 
 Interrumpió Carvajal
 
 Que Enrique de Inglaterra
 
 Este del lado de Francia
 
 Cuando nuestra princesa
 
 De Aragón, hija de Isabel
 
 A quien Dios tenga en su santa gloria
 
 Es la reina de Inglaterra
 
 
 
 Robles sabia lo que debía contestar
 
 Mas le costaba trabajo
 
 Explicar la inquietud de Inglaterra
 
 Y del continente a un dominico
 
 Ellos gozaban del privilegio del santo oficio
 
 Y su respuesta tomada como una herejía
 
 Enrique la ha repudiado
 
 Dijo con mucho cuidado
 
 ¿Y lo ha permitido el padre Clemente?
 
 Pregunto anhelante Carvajal
 
 La iglesia de Inglaterra
 
 No reconoce la autoridad Papal
 
 Contesto Robles
 
 Es imposible clamo el clérigo
 
 Elegid con cuidado vuestras palabras
 
 Jovenzuelo, advirtió el dominico
 
 Creo padre dijo Robles
 
 Que convendría retroceder
 
 Un poco en la historia
 
 Y deciros cuanto sé
 
 
 Narro todas las traiciones
 
 De la década anterior
 
 Como dentro del sacro
 
 Imperio Romano
 
 Aviase alzado un herético
 
 Llamado Martín Lutero
 
 Que tradujo la Biblia
 
 A su manera,  y había
 
 Lanzado a circulación
 
 Millares de ejemplares
 
 Con la invención de la imprenta
 
 Y quemado la bula de excomunión
 
 Dictada en su contra
 
 
 Como también en Francia
 
 Un maestro religioso llamado Calvino
 
 Había levantado los mismos contra la iglesia
 
 Como Suecia y Dinamarca se apartaron
 
 De la fe santa,  volcándose al protestantismo
 
 Como los herejes protestantes
 
 Bajo la dirección de príncipes
 
 Presentan batalla contra la iglesia
 
 En Suiza y los estados Alemanes
 
 Y como el caos continental
 
 Se apoderaba del mundo
 
 
 Enrique de Inglaterra se casa
 
 Con una cortesana ramera
 
 Y manda decapitar a tantos eclesiásticos
 
 Que sus obispos tuvieron que ceder
 
 Y rebelarse contra el Papa
 
 Proclamando la adhesión a Dios y Enrique
 
 Es imposible fue todo cuanto pudo decir
 
 El padre Carvajal
 
 Sin poner en tela de juicio
 
 La exactitud de las afirmaciones
 
 Formuladas por Robles
 
 Pues se trataba de un erudito
 
 No lo entiendo, se concreto
 
 A decir meneando la cabeza
 
 Esto sobrepasa el poder humano
 
 De entendimiento convino Robles
 
 Naturalmente debéis saber que él
 
 Vaticano fue asaltado y saqueado
 
 Por nuestros propios soldados Españoles
 
 Dando lugar a que tenga que huir
 
 El santo padre Clemente VII
 
 Y que nuestro Emperador
 
 Tuviese al Papa prisionero
 
 Siete meses en la montaña
 
 
 ¿Carlos hizo eso? ¡Misericordia!
 
 Exclamo el padre Carvajal
 
 Pensar que e escuchado
 
 Semejantes insensateces
 
 Desde entonces la autoridad Papal no es igual
 
 Quizás padre, el ejemplo dado por algunos
 
 Eclesiástico no sea del agrado de Dios
 
 Dijo Robles con mucha cautela
 
 Aunque también hay muchas publicaciones
 
 Escritas en latín, por ejemplo
 
 En Inglaterra un tal Tomas Moro
 
 Aboga por la reforma de la iglesia
 
 Con el fin de dar mayor voz a los legos
 
 Pero fue decapitado
 
 Bien merecido lo tuvo
 
 Dijo el padre Carvajal
 
 Que otras herejías hay
 
 En Rótterdam continuo Robles
 
 Rogando en silencio que Carvajal
 
 No adivinase que había leído algunas
 
 Un tal Erasmo, hombre de gran ciencia
 
 Y sacerdote sostiene que hay
 
 Muchos errores en las traducciones
 
 De las escrituras y deben cambiarse
 
 Dios lo castigara a su debido tiempo
 
 Dijo Carvajal
 
 La matanza debe ser aun mayor
 
 Dijo Robles
 
 
 Calvino en Francia esta organizando un templo
 
 ¿Una iglesia? un perro renegado
 
 Si padre, sus sermones están inspirados
 
 Directamente en la Biblia
 
 Sus seguidores se forman su propia opinión
 
 El padre Carvajal dio un salto y se santiguo
 
 Es pecado el solo pensar estas cosas
 
 Ese hombre ¡cómo lo habeis llamado!
 
 Ese que quemo la bula de excomunión
 
 Se llama Martín Lutero padre
 
 No entiendo como no es aplastado
 
 Es monje agustino, profesor de witemberg
 
 Aun después de su excomunión
 
 Siguió predicando y enseñando
 
 Que predica hijo, yo os absuelvo
 
 Pero esto que os digo
 
 Me contaron sacerdotes de Sevilla
 
 Sonreí entre las sombras
 
 Este Robles no es ningún tonto
 
 
 
 Lutero cree que las indulgencias
 
 No fueron creadas por Jesucristo
 
 Si no por la iglesia y por lo tanto
 
 No-solo son indignas
 
 Si no además sacrílegas
 
 También dice que el Papa no es más divino
 
 Que cualquier otro príncipe
 
 Y por consiguiente la iglesia
 
 No tiene autoridad sobre el poder civil
 
 Y la iglesia no puede hacer nada
 
 Dijo el padre Carvajal
 
 Es demasiado tarde dijo Robles
 
 Los hombres han aprendido a leerlas
 
 En las publicaciones salidas de las prensas
 
 Me habeis hecho cambiar de humor
 
 Hijo dispénsame y se alejo contrariado
 
 Se retiro a su tienda y lo vi hincarse
 
 De rodillas en la tierra como castigo
 
 Por haber participado, no solo
 
 En una conversación herética
 
 Si no alentarla también
 
 
 Entonces pregunte a Robles
 
 Que más ocurre en el mundo
 
 Una colonia llamada Buenos Aires
 
 Ha sido establecida en la costa
 
 Oriental de nueva España
 
 Se encuentra a dos mil leguas de Cuba
 
 Debe haber mucha tierra debajo del Perú
 
 Lo oí decir en Santo Domingo, cuando salí de allí
 
 Y cuentan que un sacerdote Francés
 
 Llamado Cartier, ha  hallado el camino
 
 Al océano del oeste, por un rió situado
 
 Muy al norte en la latitud de Dinamarca
 
 Si es como Nicaragua bienvenidos sean los Franceses
 
 Los presentes rieron
 
 Muchos de ellos envejecieron
 
 Rápidamente en Nicaragua
 
 Y les alegro pensar que los afectados Franceses
 
 Pasaran esas vicisitudes
 
 
 Como esta Sevilla pregunte
 
 Yo me embarque allí
 
 Igual señor contesto Robles
 
 Pero más grande, la he visto crecer
 
 Bajo mis propios ojos
 
 Por real decreto es el único puerto autorizado
 
 Para la entrada de mercaderías
 
 Provenientes del nuevo mundo
 
 De manera que se ha engrandecido
 
 Y enriquecido, atrayendo hombres
 
 De muchas naciones
 
 
 Jamás olvidare Sevilla, dije
 
 Atragantándome con los recuerdos
 
 Tañían las campanas de la giralda
 
 Mientras navegábamos rió abajo
 
 Y lo último que vi de la ciudad fue
 
 La torre brillante de la nueva catedral
 
 Y el  Alcázar indolente recostado
 
 En lo alto de la  colina, no es fácil
 
 Olvidar lo último que se ve de España
 
 Vosotros los andaluces sois afortunados
 
 Le dije a Robles, teneis de todo
 
 Me hubiera gustado nacer en Cádiz
 
 Porque habría aprendido ha sonreír
 
 Leer y escribir en  su gran plaza
 
 Adormecido por el sol
 
 
 Tengo una prima dijo Robles
 
 Con maliciosa y amplia sonrisa
 
 Que es capaz de enseñar a cualquiera
 
 Cuando volvamos a España
 
 Os presentare ¡ah! exclame vosotros los andaluces
 
 Prodigais demasiadas dotes
 
 A vuestras mujeres
 
 Pero sonreímos señor y ellas sonríen
 
 Reímos y nuestras mujeres ríen
 
 Amamos y nos corresponden con su amor
 
 Saben vivir las mujeres Andaluzas
 
 No se encierran tras los muros de ladrillos
 
 Mantillas de encaje y avinagrados rostros de dueñas
 
 Como hacen las vuestras en Extremadura
 
 
 Esta charla  acerca de las mujeres
 
 Nos ponía animados
 
 No de las mujeres como las concebía
 
 Y usaba el jugador Illanes
 
 Illanes no era amado, solo consentido
 
 Cuando un hombre se encuentra solo
 
 En un mundo nuevo es cuando llega a reconocer
 
 Una verdad incontrovertible
 
 Que cada hombre debe tener una mujer
 
 Considerada por él
 
 Como un dechado de perfección
 
 Que se ampara en la fuerza protectora de su brazo
 
 Que responda con su fragilidad a su fortaleza
 
 Con su calor a su frialdad
 
 Con su aprobación a sus ambiciones
 
 Con su aplauso a su arrogancia
 
 Con su pecho a su hambre
 
 Y su deseo de sucesión con el hijo
 
 Uno necesita el recuerdo de un perfumado cabello
 
 Acaricie sus sueños en lejanas tierras
 
 Y que el anticipo de su satisfacción
 
 Le sirva de acicate para regresar presto
 
 El hombre sin mujer es un caballo sin rienda
 
 Un brazo sin espada, por eso la mujer
 
 También debe ser de una cierta comprensión
 
 
 ¿Como se llama tu prima? Robles
 
 Ana de Ayala respondió
 
 Pasaba apenas de los catorce años
 
 Cuando partí dejaba atrás la inocencia
 
 Hermosa de la niñez
 
 Para convertirse en bellísima granada
 
 Es alta y esbelta como un junco
 
 Y sus ojos tan firmes
 
 Que al verla por primera vez
 
 Se la puede creer un poco osada
 
 Más no es osadía, sino curiosidad
 
 Estaba la última vez que la vi
 
 De pie con un cántaro al hombro
 
 Junto al pozo común
 
 Tenía los brazos sobre la cabeza
 
 Mientras que el fruto maduro
 
 Parecía querer saltársele por entre la blusa
 
 Y sus caderas y piernas jugueteaban
 
 Como un viento retozón en un mar sereno
 
 ¡Dios mío! le dije, yo volveré  a buscarte
 
 Entendió lo que quise decirle
 
 Y volvió hacia mí su hermoso rostro
 
 De madona, con ojos que abrazaban
 
 Y dientes que refulgían
 
 Como cinceladas piezas de marfil
 
 Se rió y me contesto
 
 No me reservo para distraer los ocios
 
 De un pariente pobre
 
 Me casare con un Hidalgo
 
 Tal vez con un Adelantado
 
 Y rió como si supiere
 
 Que cuanto podía ofrecer
 
 En aquel momento, era como
 
 Para que cualquier Adelantado
 
 Se arrastrara por el fango
 
 Ante su falda roja
 
 
 Y ese dechado de virtudes
 
 ¿Donde vive?, y Robles dijo
 
 La encontrareis en casa de su padrastro
 
 Cosme de Chávez, en una casa de tejas rojas
 
 En la avenida Teresa, con flores de lirio
 
 Precisamente en el sitio
 
 En que por las mañanas da la sombra del Alcázar
 
 No podéis equivocaros, pues hay junto al portón
 
 Un olivo nudoso y una campana de plata
 
 Para quienes llaman a su puerta
 
 
 El campamento se desplazo hacia el norte
 
 Atravesando tierras que los indios llamaban Capua
 
 Caminábamos con demasiadas cosas
 
 Y los porteadores sobrecargados
 
 Consumidos por las fiebres
 
 Morían rápidamente en la selva
 
 La preocupación es un obstáculo
 
 Y el camino del hombre
 
 Tiene ya bastantes problemas sin él
 
 El temible verano de la selva
 
 Con su calor, su desinteria y sus insectos
 
 Fue con los indios más cruel
 
 Que sus amos Españoles
 
 Sin los indios teníamos miedo de comer
 
 Las cosas halladas en la floresta
 
 Hasta entonces dábamos de probar a los indios
 
 Y si el experimento fallaba
 
 Todo era cosa de enterrarlos
 
 
 La selva sé hacia a cada paso más impenetrable
 
 No dábamos un paso sin que
 
 Tuviésemos que despejar la vegetación
 
 Con los machetes avanzábamos poco
 
 Y el general Gonzáles se enfurecía
 
 A medida que nos parábamos para descansar
 
 Por la tarde llegamos a un pobrísimo
 
 Campamento indígena donde había comida
 
 Los indios nos atacaron con lanzas
 
 Y sus cuerpos desnudos pintarrajeados
 
 Que refulgían, al sol resplandeciente
 
 Sus flechas nos produjeron siete muertos
 
 Tres heridos de gravedad
 
 Al anochecer los aniquilamos
 
 Y los supervivientes indios
 
 Quedaron como prisioneros
 
 
 
 El general los hizo meter en la casa
 
 Y ordeno que salieran de uno en uno
 
 En la oscuridad les preguntaba por el Dorado
 
 Pero nada decian, y el traductor indio insistía
 
 Luego eran muertos a machetazos
 
 Trajeron un hombre viejo con cosas
 
 En la cabeza que le caían hasta los ojos
 
 El cuerpo lleno de adornos y abalorios
 
 El indio viejo fue extendido
 
 Con brazos y piernas abiertos
 
 Donde los indios encendían el fuego común
 
 Y el traductor indio preguntaba dónde esta el Dorado
 
 Donde se encuentra el Oro
 
 Mientras mirábamos como se quemaba la espalda del viejo
 
 Al no confesar nada, el general ordeno
 
 Darle la vuelta y así se hizo
 
 Hasta que el humo de la hoguera termino por matarlo
 
 El general sonrió complacido, eufórico
 
 Lo juro por la honra de mi madre
 
 Cuando le trajeron al indio siguiente
 
 Solo le formulo una pregunta
 
 Y como no obtuvo respuesta
 
 Le echo los perros en el acto
 
 Los animales desgarraron al indio
 
 Mientras las mujeres y los niños
 
 Contemplaban la escena despavoridos
 
 A la entrada del bohío de cañas
 
 Su silencio encolerizo más al general
 
 Quería que gritasen y confesaran
 
 Donde podía hallar el Dorado, el Oro
 
 Pero seguían silenciosos
 
 Con los ojos desmesuradamente abiertos
 
 Entonces el general ordeno
 
 Incendiad el bohío en el acto
 
 Murieron mujeres y niños
 
 Ni uno solo lloro o grito
 
 Madre de Dios, que agonía, que hedor
 
 Pero los gritos que ellos no lanzaron
 
 Resuenan en el interior de cada uno de nosotros
 
 
 A la mañana siguiente avanzamos a través de la floresta
 
 Cruzamos bordeando unos fétidos pantanos
 
 Y como a un día de camino, encontramos un rió
 
 Cuyo viento era limpio, el primer halito fresco
 
 En tantos días, me calmo y ablando la voz
 
 Descansamos tres días junto al arroyo
 
 Armamos el campamento
 
 Y el recuento de las fuerzas
 
 Llevado a cabo el día de la transfiguración
 
 Fue desalentador para todos nosotros
 
 De los doscientos Españoles
 
 Noventa habían muerto y quince heridos
 
 De los doscientos treinta caballos
 
 Quedaban solo ochenta, y dos asnos
 
 De los veinte esclavos negros
 
 Vivian solo cinco enflaquecidos
 
 De los quinientos indios Quiteños
 
 Solo quedaban diez hábiles
 
 De los sesenta perros, solo quedaban ocho
 
 
 Por ultimo el General Gonzáles
 
 Dio orden de levantar el campamento
 
 Y marchar corriente abajo
 
 A los cinco días la expedición
 
 Llego a la confluencia del rió Coca
 
 Donde había un poblado indígena
 
 Los indios habían huido en sus piraguas
 
 Y estaban recorriendo él rió en botes
 
 Empezaron a lanzarnos piedras
 
 Con hondas que hacían girar sobre sus cabezas
 
 Tres ballesteros fueron muertos
 
 Repelimos su ataque y caminamos varias leguas
 
 Hasta llegar a un claro cercano
 
 A un manantial de agua cristalina
 
 Donde surgió la idea de hacer
 
 Un bergantín, ciertamente madera había en abundancia
 
 Todos se entusiasmaron por el proyecto
 
 Enseguida  nos pusimos  a trabajar
 
 Mandando un destacamento que talara árboles
 
 Mientras otro grupo buscaba hierros para hacer clavos
 
 La tarea prosiguió apresurada
 
 Y al cabo de tres meses quedo concluida
 
 La mañana en que la barca completamente estibada flotaba
 
 Algunos capitanes levantaron el pendón
 
 Luego el padre Carvajal con la hostia muy en alto
 
 Hiciera una procesión hasta el borde del agua
 
 Don Gonzáles con sus mejores mallas y su mejor capa
 
 Y yo un paso detrás, como cumple al segundo en comando
 
 Siguió una misa solemne y el bergantín
 
 Fue bautizado con el nombre de San Pedro
 
 
 El bergantín se comporto airosamente
 
 Comandado por Juan de Alcántara
 
 Valeroso y galante caballero
 
 Del maestrazgo de Santiago
 
 En las montañas de Extremadura
 
 Y entonces pensé que la lealtad
 
 No se demuestra con palabras dichas
 
 A espaldas de un hombre, sino con actos
 
 ¿Que velocidad creéis desarrollar?
 
 Alcántara, se puso rápidamente en pie
 
 Y miro detenidamente la corriente
 
 Hacemos unos diez nudos más o menos
 
 Señor contesto el contramaestre
 
 En la noche cayo una lluvia torrencial
 
 Y fue necesario destinar a algunos
 
 A achicar la bodega del bergantín
 
 La corriente aumento en velocidad
 
 El timonel Veles advirtió sobre un posible naufragio
 
 Y todos los hombres se miraron impotentes
 
 Ante la fuerza arrolladora del agua
 
 Entonces se me ocurrió un pensamiento
 
 Creo que el hombre recibe exactamente
 
 La compensación de lo que da de Dios
 
 De los humanos, de su trabajo
 
 Creo que el hombre que reza
 
 Cuando lo que se requiere es acción
 
 Es un tonto y Dios lo tiene por tal
 
 Creo que Dios contesta las plegarias
 
 Del hombre que realiza su propia labor
 
 
 La presencia de mareas
 
 Hizo forzoso el disminuir la velocidad
 
 Pero la fuerza de la corriente
 
 Nos arrastraba como una astilla
 
 El timón no obedecía
 
 Y chocamos contra una gran roca
 
 Y la madera del bergantín
 
 Se quebró con un ruido espantoso
 
 El agua ingreso a raudales
 
 Y arrastro a los hombres a su antojo
 
 No se como logre ganar la orilla
 
 Y el amanecer me sorprendió
 
 Con una luz intensa
 
 Que tiño de azul el cielo
 
 Al caminar por los alrededores
 
 Encontré a seis de mis compañeros
 
 El resto había desaparecido
 
 Posiblemente la mayoría ahogados
 
 
 Nos reunimos cansados
 
 Sobre la angosta orilla
 
 Y decidimos avanzar a pie
 
 Y como a una legua de camino
 
 Tropezamos con indios feroces
 
 Pero más feroz, era el hambre y la sed
 
 Una flecha dio en el hombro de carranza
 
 Que murió en el acto traspasado
 
 Otra flecha dio en mi pierna
 
 Note como manaba sangre
 
 Y el olor de la misma
 
 Me hizo retroceder espantado
 
 
 
 El envenenamiento no dejaba dudas
 
 Sabía lo que me esperaba
 
 Escalofríos intensos
 
 Fiebre alta y delirio
 
 Que valor tenía entonces
 
 Codiciar el Oro y la riqueza
 
 Con ellos era imposible comprar sueños
 
 Era imposible comprar vida
 
 Mis amigos ya no estaban
 
 A Robles y Ana de Ayala
 
 No los vería más
 
 Entonces creí escuchar una voz
 
 Que me decía quedamente
 
 La riqueza del hombre
 
 Es el valor de su propio corazón
 
 Tesoro inagotable que crecía
 
 En proporción a su consumo
 
 Joya de veinticuatro kilates
 
 El Oro es un amigo inconstante
 
 Maleable, desleal, traicionero
 
 Solo el  corazón mantenía su pureza
 
 Aun con su último latido.
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