Volví a tener el mismo sueño: una mujer que llega a la plaza Juárez, se para en medio, justo en medio donde cualquiera puede verla; voltea hacia todos lados, y, cuando siente que nadie la mira, se quita el zapato dejando su pie desnudo a la vista de los paseantes que caminan rozándola pero siempre sin ponerle atención. La mujer se queda ahí, como una estatua inerte, con el pie ondeando, dejando que el aire le entre por los espacios de los dedos. Parece una cenicienta ridículamente urbana.
Después de esa imagen mi mente se queda gris, otra vez; despierto con la terrible incertidumbre de no saber qué significa mi sueño.
Algunas tardes, lo confieso, salgo a caminar para ver si sucede lo que he visto tantas veces en mi mundo onírico. Hay mujeres que se pasean de una esquina a otra de la plaza, a veces, algunas se quedan paradas en medio, pero ninguna se quita el zapato, sólo esperan a alguien. Yo no tengo a nadie a quien esperar, ni quiero. Lo único que tengo es esta curiosidad cosquilleante de saber si es posible (si no resulta solamente un absurdo más en mi tonta cabeza), que la mujer de mis sueños pueda traspasar el umbral fantástico donde ha nacido para verla caminar frente a mis ojos.
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Esta tarde llegué temprano, pensé que si lo hacía podía ver a la mujer, que, probablemente, se aparecía siempre unas horas antes de que yo llegara. No hice nada, no tomé café ni gasté los pocos cigarrillos que traía en la chaqueta, sólo me dediqué a observar. Mujeres, mujeres, mujeres, todas desfilando ante mí y ninguna se dignaba en quitarse el zapato. Yo, inmóvil, me sentía como un rehén del tiempo, insignificante molécula que contemplaba lo incierto.
Son las nueve, ya oscureció y las personas escasean, no hay nadie. Me temo que regresaré solo a mi casa, como tantos días, sin haber tenido la visión que deseaba.
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La mujer del pie desnudo no aparece por ningún lado, ni en mis sueños ni en la plaza Juárez. Seguramente huyó al saberse buscada por mí, ahora andará escondida, jugándole travesuras a alguien más en los sueños, escondiéndose cuando ese alguien despierta para salir a buscarla, dejándolo abandonado y triste, como a mí.
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