Bien sabido es, que a las boas no les gusta el suelo, y no por la hojarasca o el barro y menos por los charcos; cualquiera que sepa de boas las habrá visto dándose baños de charco: el agua apenas calentada por el sol de la mañana casi que refresca a la vez que acaricia la piel suave de la boa; es un baño relajante en el que el cuerpo se enrolla y desenrolla untando cada escama del barro medicinal; esto es algo que de verdad le encanta a las boas.
Y sin embargo, las boas odian el suelo y las razones son simples: por una parte, los vecinos con quienes lo comparten son realmente desagradables: cucarachas, lombrices y hasta hormigas, todos tan incultos, la mayoría analfabetos, que poco o nada se preocupan por la literatura o la gastronomía… en general, los placeres de la vida, del arte. Por otra parte, y por esto las boas se sienten ofendidas, el suelo encierra un significada de entierro, de ultima morada de lo que sobra, lo que no sirve, escondite de lo que no se quiere ver por desagradable, mal oliente, basura, hojas desquebrajadas, huesos rotos y descompuestos; hogar de animales aún más repugnantes que se alimentan de esos desperdicios, que se arrastran, que se humillan. Todo esto molesta sobremanera a las boas que recuerdan con nostalgia el tiempo en que el suelo era la madre, fuente de vida, el tibio regazo de la creación.
El concejo de boas ha decidido dejar de luchar contra el suelo y luchar contra las equivocadas creencias actuales. Se han hecho documentales, se han escrito libros… pero la respuesta del publico es de desagrado y asco. El concejo entonces ha decidido empezar una campaña de educación y para esto se han contratado actores profesionales que en una obra de teatro desmitificaran lo que ellos llaman “la madre tierra”.
La obra se estrena y animales de todas las especies acuden en gran cantidad. No mucho después del inicio de la obra, ya se ven caras de agrado e interés que se van sumando rápidamente y para el final, más de la mitad del publico aplaude con lagrimas en los ojos, recordando ese suelo que los abrazo al nacer y los sostiene aún sin reclamos. Tal ha sido el éxito, que varios animales han decidido ir a vivir en el suelo y por esto, el precio de cuevas y agujeros en la base de los árboles se ha subido por las nubes. Se ha vuelto costumbre entre las elites arrastrarse, y ya no se ven aves o insectos en el cielo y menos en los árboles, ahora todos quieren estar cerca al suelo.
Las boas reniegan y chillan porque se han quedado sin casas y con la llegada del consumismo, incluso les cobran la entrada a los baños de charco. Ya no es solo de boas arrastrarse, ya nadie les teme ni tiene cautela al acercarse.
El concejo esta preocupado, los debates son tan fuertes que colas y lenguas terminan enredadas en fervientes discusiones. Se cita a otra reunión, esta vez para convencer al publico de la humillación que significa… arrastrarse por el suelo. |