Como republicano mediocre, de los que dejan la revolución y la bandera tricolor para otro día y mejor si no llueve... porque pienso, con razón, que ninguna cámara va a enfocar mi pancarta y que mis pintadas serán borradas del real y nupcial recorrido,...creo que en esta ocasión el cuento casi se hace realidad.
Ella, periodista, de ojos razonablemente asombrados y biografía extensa, aunque disimulada, lo dejó todo por amor al príncipe, espero que no fuese a la Corona, y por dejar dejó hasta a su ex marido.
El, pues eso, el Príncipe, sin más, porque de él lo sabemos todo, si le hemos criado entre todos, y nunca mejor dicho...
Dentro de lo malo, me gusta como han ocurrido las cosas. Si he de tener Reina, prefiero que sea una Reina periodista, de las que curiosean por palacio. Prefiero que mi Reina, obligatoriamente asumida, sepa freírse un par de huevos; que se haya sentido insignificante alguna vez, o desgraciada; que posea un pasado, maridos, novios; sepa lo que cuesta un billete de metro y lo que se tarda en ir andando por Madrid desde el cine hasta el barrio de Chueca.
También prefiero que al Príncipe le guste más una rubia rotunda y de cara ambiciosa e inteligente que una princesa vaporosa, de entrepierna fría y cara de pan de a kilo.
Así, sin saberlo, a lo mejor a sabiendas, han conseguido dar un paso hacia el mantenimiento de la Monarquía, se ha abierto una puerta que nos acerca a la realeza. Las esperanzas se mantendrán ahora vivas entre los casaderos-as de este país, pues todos tendrán posibilidades de entrar en tan exquisito club. No va a ser por falta de príncipes, infantes e infantas, que esta familia se reproduce a un ritmo mas que aritmético.
Por eso los republicanos de este país podemos llorar con un solo ojo, aunque sigamos pensando que esto de las fábulas de príncipes y cenicientas está muy bien, pero no para regir los destinos de una nación.
Y es que a estos tortolitos les espera una buena. Al padre nos lo metieron ahí por obligación, y aún reconociendo su profesionalidad y la ejemplaridad de nuestra Monarquía, si es que a una Monarquía se la puede llamar ejemplar, es innegable que de haber tenido mas tradición democrática no nos la hubiesen colado tan fácilmente.
Estos se van a encontrar a unos españoles más curtidos, que se preguntan el porqué de tanto gasto para casarse y por qué nosotros pagamos y sufrimos las molestias y ellos adquieren la propiedad de los regalos; que se preguntan por qué ellos y para qué... porque para no servir de nada nos sale un poco cara la manutención, los palacios, la casa Real, los reales gastos y las majestuosas medidas de seguridad.
A mí me hubiese gustado que Leticia hubiese dicho “No” y que acto seguido desplegara una gran bandera republicana del envés de su larga cola entonando el “Himno de Riego”; pero se ve que las cosas van a ser de otra manera. A ver si no se nos estropea la Leti y resulta ser un caballo de Troya...
Tengo fundadas esperanzas, ya se ven signos inequívocos de revolución. Por lo pronto, mi corrector ortográfico se niega a escribir Leticia con “Z”; la madre de la novia era sindicalista; la abuela una conocida trabajadora y popular periodista; también Don Froilán la emprendió a patadas con los pajes y al mismo tiempo herederos, muy sintomático... y el Príncipe se llevó la tarta para repartir con sus amigotes, los que no estaban invitados. Son símbolos, pequeños pasos...
Y lo más importante; San Pedro se ha hecho republicano, menuda protesta protagonizó, en forma de chaparrón... ¡¡Que se mojen!! parece haber dicho... ya verán, ya. Todo llegará... Y todos seremos mas felices, ellos también.
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