Cuando nada te importa, lo irónico es que quizá ya tienes todo. Pero, ¿qué ocurre si casi todo te importa y solo posees recuerdos, sueños y las migajas dejadas por pájaros viajeros? ¿Qué hacer? Me refugio en un museo buscando respuestas. Entre la serenidad que recuerda a una iglesia y el ingenio de los pintores abstractos, no encuentro razón alguna para haber llegado allí, pero no importa. Perderse en obras que uno no comprende es también parte de la condición humana, ¿verdad?
Me crucé con una de esas gitanas desgastadas que se autoproclaman adivinas, con quien disfruto jugar cada vez que tengo oportunidad. Le permití mirarme a los ojos y predecir mi pasado, o más bien, mi futuro:
—Tienes en los ojos una mirada de desencanto que no cabe en tu corazón.
¿Qué? ¿Cómo es eso?
—La línea de tu vida es muy corta; te quedan, a lo sumo, diez años.
Jeje, creo que ya lo había escrito antes, ¿no?
Continúa, estoy de oferta...
—En el amor, eres un fracaso total. Siempre eliges el lado oscuro; la luz está donde nunca te ilusionas. Debes cambiar de rumbo.
Todo lo que me has dicho no es más que pura y absoluta mentira, no has acertado en nada.
—Cierra los ojos y relájate, mi querubín.
No, gracias, conozco ese truco. Mejor, te invito a un café; decir helado sería redundante.
Los sueños son solo eso, diría un amigo parapsicólogo. Luego, me lanzaría una mirada sospechosa y preguntaría, ¿será? Como siempre, él, astuto, esperaría mi respuesta mientras yo, guardo silencio, esquivando las trampas de Calixto.
Esto es disfrutar, estar disperso y "libre" en el tortuoso laberinto de la confusión.
¿Y qué más da?
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