Las gacelas flotaban en la sabana con forma de luna. Los leones, cansados, dormían tibios y acurrucados. Los jabalíes se aseguraban que ningún cazador furtivo le interrumpiera el sueño para siempre. El Sol se iba, llegaba la Luna.
El pequeño elfo se sacudió el polvo que había acumulado desde hacia tanto tiempo. En realidad, no era en elfo, pero parecía. Era de tez blanca, ojos claros y orejas finas. Un pequeño gato lo seguía. Su mochila, antaño muy bonita y bien bordada, ahora estaba ajada y mostraba lo largo del viaje. Llena no sólo de recuerdas estaba, llevaba una gran cantidad de tesoros bellos y valiosos.
Los leones, gacelas y jabalíes lo vieron pasar. El elfo les respondió con un Namaste*. Los animales igual.
Aprovechando la luz de las estrellas y de la luna, paró en una rocosa planicie. Buscó algo de leña, uno pocos palitos, y los prendió. El fuego tierno y alegre lo abrazó con todo su calor y luz. Estiró las piernas, extendió una manta y se arropó. Su gato se acurrucó entre el fuego y su amo.
A la mañana siguiente, un león, una gacela y un jabalí esperaban que el elfo despertase. Abrió los ojos lentamente y se sorprendió de ver a los vigilantes; el gato se acercó al león, e intercambiaron maullidos y gruñidos. El gato luego se acercó a su amo y le mordió levemente la oreja. El hombre-elfo se levantó, apagó las brazas que quedaban, tomó su mochila y siguió al gato hasta una pequeña formación rocosa, que parecía una muy tosca torre.
El gato a la cabeza, atrás el elfo, luego el león, la gacela, y el jabalí. Atrás del jabalí, una laboriosa hormiga se metió de curiosa, en un lugar así nunca ocurren cosas tan extrañas.
En una pequeña abertura se metió el gato, estuvo unos cinco minutos y cuando volvió empujaba a duras penas un cofre de madera, finamente labrado. Cantos y alabanzas sonaron en el aire, muy antiguos para ser recordados. Cuando el elfo abrió la caja, los animales se exaltaron en rugidos, gruñidos y sonidos de nombres desconocidos. Toda la sabana entera se estremeció de emoción.
El elfo, asombrado, admiró profundamente la semilla que había adentro. Luego guardó la caja en su mochila, dijo Namaste a toda la sabana, y se fue.
Unos reporteros del Nacional Geographic nunca supieron que hizo vibrar así la sabana. Ellos mismo se emocionaron y cantaron canciones de esperanza.
* “Mi Divinidad Interior saluda a tu Divinidad Interior”, saludo hindi, budista, muy difundido en la religiones orientales. Se usa tanto como saludo y como despedida.
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