“No me dé una mano reservando la otra para retener quién sabe a qué fugitiva. Yo no estoy jugando a ‘querer poetas’; esto no me sirve de entretención, como un bordado o un verso; esto me está llenando la vida, colmándomela, rebasando al infinito.”
Cartas de Amor y Desamor. GABRIELA MISTRAL
Amar a otro. La simpleza de los que no aman puede llegar a hacer cabriolas en el alma de las que escuchamos los consejos.
No me han importado sus fidelidades espurias, negociables todas, su boca en la que otras mujeres sacan con la lengua lo que le escribo. No me ha importado porque él regresa, porque él retorna a llenarse de la miel oceánica que le entrego. No me importan las otras que no me conocen y me desprecian, las que lloran por los rincones porque esperaban en vano ser la única. Ni que en cada país –socarronamente- tenga embajadas que le apaciguan las urgencias. Este es el que yo amo con todos los deseos sueltos, con todas las mañanas nuevas, con almuerzos que no concluyen sino hasta la cena, mi amante de carbón y luna.
Yo soy la que recibe su beso sin fraude, porque lo recibo sabiendo que hay otros que me niega, que no me busca en los sexos de otras porque en todas busca designios diferentes, que a ésas las ama en otras horas y que las bebe sabiendo que son vertientes de paso. Yo soy la que recibe su beso sin fraude, porque nada me oculta nunca. Yo acepté saber sus historias para suavizarles los contornos y hacerles margaritas en los bordes.
Yo sé que reza novenas mensuales a diferentes santas, que encanta con sus silbidos y sus cuentos de estrellas, que puede sorprenderte en medio de la lluvia y hacerte tres tormentas seguidas en el pubis. Yo sé que miente, pero su mentira es para otras, conmigo siempre la verdad que duele y que me tiene al borde de la roca, balanceándome en el precipicio en el que todo rueda.
Yo soy la que lo contiene, la botella que guarda sus esencias. Yo lo amo cuando grita en los estadios y cuando termina gritando su éxtasis salado en mi entraña. Yo lo amo cuando gime acorralado por las urgencias económicas y cuando gime en mi oído por mi roce certero. Yo lo sigo amando cuando viaja por el mundo desatando corolas eróticas de otras que lo aguardan, cuando al descuido creo ver aún el reflejo agradecido de la última en su pecho.
No sé amar a otro. |