En el fuego febril de tu mirada se vuelven a abrasar mis ilusiones y en la flor cenital de tus pezones vuelve a vibrar mi carne remozada. Al saborear tu piel empecinada en erizar mi piel las contracciones de tu emoción me causan sensaciones propias de la pasión desenfrenada. Pero luego al mirarme en el espejo veo en su faz bruñida un hombre viejo de piel marchita y carnes macilentas. Y me pregunto entonces con cinismo hembra vil de falaz materialismo si he de seguir pagándote las cuentas.
Texto agregado el 15-05-2009, y leído por 199 visitantes. (1 voto)