Nacemos solos, solos y desnudos y nacemos, también, todos llorando; si supiéramos todos hasta cuando lloraremos los blandos y los rudos. Cuántas veces por no quedarnos mudos expresamos la angustia sollozando y cuántas a pesar de estar luchando nos batimos, llorosos y ceñudos. Cuántos hombres también hasta la muerte lloran la senda negra de su suerte mientras rezan al Cristo sacrosanto. Y hasta a mí, siempre solo entre la gente cuántas veces me han visto indiferente mientras por dentro voy ahogado en llanto.
Texto agregado el 15-05-2009, y leído por 214 visitantes. (1 voto)