CON LA PIEL DESNUDA
Querido:
Recibí el regalo que me enviaste desde la capital del mundo hasta esta esquina de Suramérica, hecho que engalana la vanidad de una mujer. Trece preciosos trajes para lucir cuando estemos juntos. ¡Suntuoso regalo! Pero yo todo lo hubiera cambiado por recibir sólo una carta tuya, donde me hubieras expresado cuánto me extrañas; tampoco envías una tarjeta, después de tantos silencios, de no saber de ti…El regalo no me sorprende, me sorprende tu olvido.
Nuestro amor, cascada de pasión, sólo será un sutil zumbido de burbujas irisadas, por la rabia y el dolor que dejan en mi alma los harapientos ensueños que muerden los instantes de tu ausencia en el funeral de las promesas.
Hoy estreno olvido.
Sí, estreno olvido…es un traje ligero, color indiferencia, diseñado en fibras de la más fina sensualidad, de alta transparencia; a la vista, el alma. Lo llevaré siempre, no importa el clima, la hora ni menos la ocasión.
Cuando la lluvia golpee la piel de los recuerdos desteñidos por tantos imposibles y los poros dilatados en loco frenesí reclamen tus caricias, siempre en asecho…ajustaré mi traje, ahorcaré mi cintura que reclama tus manos, entonces aflorará una capa impermeable que me cubra de la tormenta de tus besos, empeñados en la compraventa del amor.
Luciré mi volátil traje cuando el sol columpie el día en su hamaca de locura jugando con el rostro del cielo, borrando mi destino, travieso juguete del viento, que en mi falda retiene la vida.
Un largo traje luciré en la noche de gala, cuando un rebaño de suspiros invoque sueños compartidos, crisálidas agónicas que nunca fueron mariposas. Pronunciaré en silencio tu nombre y algunas luciérnagas ebrias de esperanza, al escucharlo, lanzarán una carcajada que confinará la noche al más despiadado olvido…Abrigada por la melancolía dormiré más allá de la memoria.
De seda plateada luciré en la noche, luna de alucinados ojos, tafetán de ilusiones que cubre de besos la piel desierta, mientras densos los pensamientos, envuelvan las almas vagabundas en otras ciudades con las mismas tumbas.
Con esta carta, en la urdimbre de destino, como Penélope, tejeré el mío, de cadeneta en cadeneta, palabra por palabra, te haré saber cuánto me cuesta olvidarte…También sé que no la leerás, tus ojos ciegos de soberbia no reconocen los códigos de mi delirio.
¡Desnuda! El traje hecho hilachas, destrozada la piel por la inclemencia de la soledad, abriré mis brazos, volará mi carta por el mundo entero hasta que halle abrigo en algún corazón tan solitario como el mío.
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