LA BALSA DE PIEDRA
Cuando los límites perdieron horizonte.
Será coincidencia que en la Balsa de Piedra sea justamente la península ibérica quien se desprende de Europa, mejor aun, será coincidencia que se dirija justo a aquella América que fue invadida por los mismos ibéricos hace más de 500 años. No, en José Saramágo nada es una coincidencia.
Cinco personajes, uno a uno experimentan en si mismos el infortunio que viene, hechos que la inteligencia humana no pueden aceptar; la tierra no deja de temblar bajo los pies de Pedro Orce, una parvada de estorninos siguen día y noche a José Anaico, Joaquim Sassa adquiere momentáneamente una fuerza inexplicable, Joana Carda dibuja en la tierra una línea imborrable y María Guavaira no termina de deshilar un viejo calcetín. Horas después de la primera manifestación, comienza el irreversible desprendimiento; poco a poco, empezando con una imperceptible línea parecida a la que dibuja un lápiz, Los Pirineos comienzan la separación que ha de dar (o solo reconocerá) una nueva identidad a esta península marcada por una subliminal y casi imperceptible sumisión. De aquel evento “natural” surge una inexplicable cascada, al tiempo que inicia el primer debate político que discute la propiedad del resultado de aquella grieta, los españoles dirán “también somos europeos, es nuestra”, los franceses dirán “bien, pues quédense ustedes con ella”.
Los protagonistas de la historia comprenden que algo fuera de lo común ocurre y no sabiendo si sentirse culpables o elegidos, comienzan la búsqueda de su entrelazado destino, llevados por el fiel Dos caballos, automóvil propiedad de Sassa y guiados por el fiel “Fiel” un perro que bien podría ser aquel al que le cantaba Alberto Cortéz.
Uno de los problemas con el que se toparan todas las adaptaciones fílmicas a la obra de Saramágo, es la presencia necesaria de un narrador que todo lo ve, que todo lo critica, que todo lo expone irónicamente, este elemento bien podría corresponder al 50 por ciento de los aciertos en la obra y que, hasta ahora, ninguna adaptación fílmica ha podido reemplazar.
El reciente estreno de Blindes, basado en la novela Ensayo Sobre la Ceguera de José Saramágo, ha hecho que la atención sea volcada de nuevo sobre la obra de este escritor “tardío” que lejos (muy lejos) de perseguir publicidad, solo se preocupa de seguir escribiendo. Su obra sobresale por la gran crítica transparente al ser humano y el mundo que ha “creado”; lo mismo retrata a un dios casi diabólico que a un burócrata aletargado, a una muerte quisquillosa que al manicomio de ciegos que somos o bien, puede relatar una historia de amor con tantas incertidumbres, como patéticas suelen ser las historias de amor. Poseedor de una técnica poco común en donde los guiones de dialogo no caben o donde puntos y comas salen sobrando sin que esto afecte la fluidez y claridad narrativa, Saramágo publicó su primer libro a los 27 años, para callarse 30 y sosteniendo que “no tenia nada que contar aún”. Que un autor comience su vida creativa después de cumplir los 50 no solo es inusual sino arriesgado ¿Qué posibilidades tendría de hacerse un lugar, sin contar con “la historia detrás” que los escritores contemporáneos tienen? ¿Cómo vería el mundo a un escritor portugués que sin ser de buena familia o de tradición escrita y del que antes de sus 50 años no se sabe nada? Fue con El Evangelio Según Jesucristo que los ojos del mundo entero se volvieron a el; esta nueva versión del nuevo testamento (descarada, irreverente y ofensiva para muchos) dejó ver, además de una visión muy original de la historia de Jesús, la lucidez de un hombre que utiliza sus hormonas comunistas para desenmascarar desde sus trincheras al fantoche social que todos aplaudimos. El Nóbel en 1998 expresa más.
Históricamente, La Balsa de Piedra fue escrita en el tiempo que la Unión Europea, incorpora a España y Portugal (no sin cierto desdén) a la naciente hegemonía, “también nosotros somos europeos”, entonces la propuesta de que una península rechazada culturalmente vague con rumbo al continente de las barras y las estrellas (sí, al continente) podría suponer cierto peligro.
Los destinos de los personajes parecen tener un solo objetivo, una nueva generación de ibéricos que serán totalmente independientes de lazos continentales, ciudadanos concientes de su origen y destino, en ellos estará el rumbo de una nueva sociedad. Esto es algo que el escritor repite continuamente, finales patéticos disfrazados de felicidad, situaciones donde podemos expresar con inocencia ahhhh… más sabe el diablo por viejo.
La Balsa de Piedra
España, Portugal y Holanda. 2002
Dirección: George Sluizer.
Reparto: Federico Luppi, Icíar Bollaín, Gabino Diego, Ana Padrão, Diogo Infante.
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A Jangada de Pedra (La Balsa de Piedra)
José Saramágo
Alfaguara, 2000
412 pag.
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