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Cuentan que, hace ya mucho tiempo, existió una aldea que se caracterizaba por dos peculiaridades, una que sus habitantes eran todos octogenarios, la otra que habían perdido la memoria.

El pueblo, construido en la ladera de un monte con veinte casas dispuestas a lo largo de las dos únicas calles, era un lugar tranquilo, y como tal la vida de sus residentes transcurría de manera apacible entre el cultivo de pequeñas huertas, la cría de gallinas y alguna que otra cabra. Pero cuando llegaba el buen tiempo los vecinos, impulsados por una fuerza desconocida, se lanzaban a la calle, entonces se producía el caos. Los ancianos, sin memoria, se perdían y pasaban horas dando vueltas hasta que el azar les devolvía a sus hogares.

Quiso el destino, que a principios del verano, de camino hacia un mitin pasara por allí un político local, y al ver a tantos mayores dar vueltas sin parar, ora por una calle, ora por la otra, empezara a sospechar que se trataba de alguna forma de manifestación no autorizada, por lo que mandó detener el coche y envió a su hombre de confianza para que se informase de lo que sucedía.

Este al acercarse al grupo tan solo obtuvo saludos de cortesía y alguna que otra explicación incoherente, por lo que decidió regresar junto a su jefe.

-Excelencia, no he sacada nada en claro, no me han sabido decir que hacían todos en la calle, y al preguntarles por qué no volvían a sus casas, se han encogido de hombros y han continuado con su paseo.

-Malditos viejos, no me retrasaré por su culpa. Arranca el coche y vayámonos de aquí- masculló el político, mientras pensaba que si perdía un minuto más no llegaría a tiempo para comenzar su arenga.

-Ya me ocuparé del asunto cuando estemos en la ciudad- pensó mientras salían del pueblo.

Se dio la circunstancia que a poca distancia de allí, al coronar la cima del monte descubriese a un grupo de soldados que tumbados en la cuneta, dormían a la sombra de un camión.

-¡A lo que hemos llegado!- le oyeron decir sus acompañantes. –¡Y pensar que en estos vagos hemos depositado nuestra defensa! Para un momento que voy ha hablar con el oficial al mando.

Entonces en un alarde por demostrar su autoridad se dirigió a éste y le conminó para que enviase al pueblo una patrulla y vigilar a los ancianos.

Así se hizo, y seis soldados fueron destinados a permanecer en la aldea. Las órdenes eran muy precisas, ninguno de ellos interferiría en la vida de los habitantes, vivirían entre ellos, pero sólo como mero observadores.

Difícil fue cumplir la misión, pues los militares comenzaron a simpatizar con los ancianos, les ayudaban en las pequeñas tareas domésticas, comían y pernoctaban con ellos, y cuando se perdían eran acompañados de vuelta a casa, empresa complicada, pues como ninguno recordaba cual era su hogar, la mayoría de las veces eran conducidos erróneamente a otra vivienda.

Así transcurrió el verano, hasta que las primeras nubes del otoño dejaron paso a las fuertes lluvias, y los ancianos terminaron, por voluntad propia, recluidos en sus casas.

A los soldados les fue a buscar un camión para trasladarles a otro lugar en el que precisaran sus servicios. El oficial al mando, tal y como se le había ordenado, elaboró y envió el correspondiente informe. Allí terminó la relación que había surgida entre ellos y los aldeanos.

En cuando al escrito, éste fue archivado y jamás leído. Eran tiempos revueltos en el municipio y las cosas no estaban para ocuparse de una panda de viejos desmemoriados.

Durante algún tiempo el asunto permaneció en el olvido, en la aldea nadie recordaba la convivencia con los soldados, y en la ciudad nadie volvió a hablar del asunto, hasta que con el cambio de gobierno y la llegada de nuevos políticos al municipio, se descubrió en un cajón, un escrito inquietante.

En él se mencionaba, con precisión castrense, las peripecias de un destacamento militar que pasó el verano en un lugar de difícil localización en las montañas. Escrito como un cuaderno de bitácora, revelaba la cotidianeidad de la vida en la aldea, y describía cronológicamente, las actividades llevadas a cabo desde el alba hasta el anochecer.

El hecho intrigó a los nuevos gobernantes que decidieron enviar una expedición para evaluar las circunstancias.

El comité de sabios, así se llamó, reunió a médicos, psicólogos y trabajadores sociales, para que examinaran las especiales condiciones que se detallaban en el informe. Un mes tardaron en analizar los pormenores del pueblo y a sus habitantes, a los que sometieron a todo tipo de pruebas.

El gabinete de crisis creado para la ocasión, estudió todas ellas, y al no encontrar ninguna explicación lógica, decidieron, en un alarde de imaginación, más por justificar sus honorarios que por la presunta ayuda a los aldeanos, pintar cada casa de un color distinto, de esta manera cada habitante quedó asociado a una tonalidad.

El gesto, en lugar de aliviar la situación, supuso un gasto extraordinario a las mermadas arcas municipales, tanto que llegó a la prensa.

Los gobernantes que desde hacía tiempo no contaba con el apoyo popular, y viendo como la situación podía escapárseles de las manos, tomaron una drástica decisión, a partir de ese momento el lugar al que todos se referían como la aldea sin memoria, sería borrada de los mapas, y el informe causante de tanto desasosiego, destruido.

Un gesto sencillo, pero inútil, porque aunque a ese gobierno le sucedieron otros muchos, y el caso de la aldea nunca más fue mencionado, siempre permaneció en la memoria de todos como una leyenda más, mientras los ancianos ajenos al interés que habían suscitado, seguían, al llegar el buen tiempo con sus paseos, ora por una calle, ora por la otra, eso sí, cada casa del pueblo lució, desde entonces, un bonito color pastel, algo que agradaba mucho a sus gentes.

Texto agregado el 14-05-2009, y leído por 123 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
19-05-2009 Lo encuentro genial, muy imaginativo sin faltarle la mirada irónica a los dirigentes del país. neige
14-05-2009 Es una bella estampa porque el lector se imagina el pueblito. Lástima que fue borrado del mapa. Saludos Siemprelvira
14-05-2009 Me gustó mucho, comienza bien y sigue mejor, se ven perfectos estos viejos deambulando por ahí y la parte de los soldados está genial :) La_Aguja
 
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