Escuchaba su respiración fuerte y descansada, apenas podía ver su rostro entre la oscuridad, oler su aroma tan peculiar, acariciar su mano junto a la mía, sentir sus lagrimas quemar mis mejillas, hasta el fuerte golpetear de su corazón anunciaba su prisa. ¿Cuanto tiempo había pasado? ya no lo sabía. Nadie hablaba, reinaba el silencio.

¿Por que volvió? no lo necesito, hace tiempo que ya no viene y es mejor así; parar no tener que escucharlo, ver su rostro, oler su aroma, acariciar su mano, ni estar muriéndome por secar sus lagrimas y amarlo.
Se le veía un poco enfermo y tan cansado como si no hubiera dormido en días. Nunca lo vi así, sin palabras para decirme ni fuerzas para mirarme a los ojos. Siempre me miraba a los ojos con tanta intensidad que intimidaba. Así fue como lo conocí...

Estaba yo sin nada que hacer -como si eso fuera algo nuevo- preguntándome cuanto tiempo me iba a tardar poder agarrar esas fuerzas que tanto me faltaban para levantarme, pero mi debate fue interrumpido por un repentino golpe y luego una conversación que alentaba a cualquier curioso a levantar la mirada.

Cuando volteé no pude contener una sonrisa, para que me entiendas, verlo en persona es una cosa totalmente diferente, simplemente no se puede no quererlo. Entro con su divertida forma de ser y su inconfundible alegría, saludando a quien se le cruzara cuando se tropezó con una repisa de la biblioteca dejando caer los libros al piso, ese debió de ser estrépito que hizo que todos voltearan (¡no faltaba ningún curioso!) y que la encargada de la biblioteca, se pusiera a gritarle. Era de esperar un completo espectáculo de diversión, así que mi debate fue solucionado. Sabia que era mejor quedarme sentada y enfocar toda mi atención en aquel suceso que seguro que me entretendría por un rato**