Desperté. Yo no era yo. Mi voz cambió, también mis manos. Quise preguntar qué me sucedió, la casa estaba sola. Fui al baño, estaba cubierto de espejos. Al entrar, mi vestimenta se cayó. Mi mente quedó sin control, los pensamientos salían y se plasmaban en la pared; podía leer cosas como: lo que fui, no lo soy; soy siendo; lo que seré, soy… y otras frases ininteligible. Me cubrí con un manto áspero, me senté en la sala y vi la foto de ella. Siempre consideré que su piel blanca era morena y sus ojos claros, oscuros. Una extrañeza aplomada recorrió mi cuerpo. ¿Qué hago aquí? De repente, un pájaro se detuvo en la rama, a la altura de la ventana. Lo observé, lo admiré; desee ser ese pájaro. Su presente, naturaleza, libertad, fugacidad… eran majestuosos. Me pesó no ser él. Sufrí. Me dormí. Soñé que volaba, sin mañana ni pasado; soñé que no poseía nada, sólo un canto. Desperté y vi un hombre sentado cubierto con un manto áspero. |