Tal cual como lo pintan, así es el león, ni más ni menos, ni para acá ni para allá. Es simplemente como lo dibujan los niños de primaria, o como lo hacen los del colegio, también como lo pinta Picasso o Botero, ni más ni menos.
Lo mismo digo de las muñequitas de papel, esas que siempre llevo conmigo, para ser más preciso: en mi billetera. Son simplemente unas muñequitas, pero son mías, y eso las hace diferentes del resto, además son mis mejores amigas (para ser sincero, son mis únicas amigas). Todos los días me cuentan historias sobre su mundo (de papel lógicamente) las escucho atento por horas y horas, transportado a su lugar de origen, encantado por sus amores y desamores, por sus engaños y traiciones y demás cosas que solo las muñequitas de papel pueden hacer, o imaginar. Tal vez, todo lo que me cuentan son puras mentiras. Pero qué importa, me encanta hablar con ellas, no me fallan, jamás están cansadas u ocupadas, ni sacan excusas tontas ni nada de eso, son única y exclusivamente mías.
Hoy como siempre, quiero hablar con ellas, abro mi billetera y busco a Claudia, pero no hay nadie, tal vez este con Juliana (son muy buenas amigas) pero lo raro es que también este bolsillo está vacio. Bueno, debe ser una reunión en casa de Andrea, la mas amigable y divertida de las tres. Voy a buscar pero no están, vacio la billetera y nada, la desesperación se apodera de mi, tengo miedo de que me hayan abandonado, ¿será por la pelea de anoche?, pero no creo, si todo quedo arreglado. Entonces ¿qué pasará, por qué no están, a dónde han ido?.***Ah! ¡al demonio! si se quieren ir, pues que se vayan. Al fin y al cabo, solo son muñequitas de papel.
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