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EL HACKER

Algunas veces pienso que ya nada tiene sentido. ¿Qué se puede hacer? Comprar otra botella de whiskey barato. Dejar que el tiempo corra. No, jamás. Lo mismo da, pero ya es hora. Hay que irse de aquí. Tengo que hacer mi labor, si es que quiero obtener un lugar en la sociedad.
De nueva cuenta me encamino al trabajo en las oficinas de gobierno donde estoy todo el día. En algunas ocasiones laboro horas extras. Después de perder a mi familia la vida no tiene importancia. No hay por qué llegar temprano a casa. La misma monotonía de siempre. Acariciar al gato. Recoger el correo atrasado. Pagar las cuentas de la casa. Reacomodar las cosas de la habitación. Todo pierde sentido. Lo único que queda es leer el periódico y buscar algo interesante.
Debo de mantener la calma, aunque ese anuncio me dejó un poco intrigado. Ganar un viaje a cualquier parte del mundo; sólo por hacer un trabajo tan sencillo. Es genial, después de todo, a quién le importo.
Voy al Café Internet y busco la dirección en la red que mencionaba el diario. Entro y sólo aparece la frase Piensa en frío. Leo las bases, para ganar el viaje. Me inscribo. Piden un nombre secreto. ** *********. La pantalla me indica que es correcto. Me doy cuenta de que no soy el único concursante.
Al parecer algunos ya se han adelantado y las cifras que hay en dos nombres empiezan a aumentar. Pago. Me salgo inmediatamente de ahí. Si quiero ganar tengo que apurarme. Voy a casa. Recojo algunas cosas. La primera regla del concurso dice: “Salte del lugar donde vives”.
Me instalo en un hotel de mala nota, donde resalta una fotografía de Marilyn Monroe, exhibiendo su vestido blanco. Está justo detrás del que atiende el mostrador. El hombre que me recibe pregunta cuántos días voy a permanecer en el cuarto. Le pago tres. No pienso tardarme mucho. Las víctimas no son muy difíciles de encontrar. El juego te da algunas pistas
acerca de a quién debes asesinar. Preparo algunos aditamentos. Salgo en busca del primer tipo que me dará mi primer punto en el marcador.
La primera persona es un cartero. Al menos esas fueron las señas que la máquina me dio para iniciar. Es muy fácil encontrar un cartero. Te mandan un vigía para que cumplas con tu tarea. Dependiendo como lo hagas, te van dando créditos en la puntuación. Lo encuentro. Me costó trabajo meterlo en mi Datsun 73’. Me lo llevo a un lote baldío. Llegamos. Lo bajo del carro. Comienzo a pegarle con la llave de cruz en la cabeza, hasta reventarlo. Suplicó hasta quedarse calladito. La bolsa de cartas la dejé junto a él, no sin antes hacerle una cruz con los sobres que traía en la maleta. Me siento acosado. El tipo que ve mi trabajo no se baja de su carro. Sólo me observa. No le doy mucha importancia. Enciendo el coche y un cigarrillo. Me voy de ahí. Regreso al bar. Enciendo la rockola y pongo una canción de Chalino Sánchez para poderme relajar. Pido una botella.

Desperté temprano. Fui al internet. Ingresé mi clave, por fin mi marcador abrió. Obtuve una felicitación por haberlo hecho rápido y a la antigua. “Simplemente hice mi labor”, le dije al monitor. La próxima víctima era del sexo femenino. No es muy fácil encontrar una húngara en nuestro país. Es muy sofisticado lo que piden, pensé. Pero por un viaje a cualquier parte del mundo. No tiene mucha importancia, menos si son trabajos tan sencillos.
La búsqueda no fue muy grata. Me tarde tres días en encontrar una chica con esas características. Después de haber visitado siete discotecas mi cuerpo pide paz. Ya habrá tiempo para el descanso. Así que a trabajar. Luego de haber estado bailando los últimos éxitos, la invité a tomar un trago en mi cuarto del hotel. Al principio se resistió. Pero nada es imposible. Después de haber ingerido algunas tachas, la chica accedió en pocos minutos.
Entrando al cuarto le desgarre la ropa. Pedía a gritos que la poseyera. Pero la escupí en la cara. Me comenzó a insultar en su idioma. Esa fue la gota que derramó el vaso. Comencé a golpearla durante un rato. Quedó inconsciente luego de la golpiza. La arrastré hasta la bañera. Abrí las llaves del grifo. La coloqué a manera de que pareciera un suicidio. Le corté las venas de ambas manos. Conecte la radio. Lancé el aparato, justo cuando el agua estaba hirviendo. Los gritos no se escucharon. Le puse un trapo en la boca. Era imposible que alguien la oyera. Excepto mi vigilante que se había hospedado justo enfrente del hotel donde me quedaba. Miró todo. Hasta que apagué la luz.

Antes del amanecer eché el cuerpo dentro del coche. Me dirigí hacia la carretera. Lo saqué. Comprobé que nadie estuviera cerca. Lo tiré en lo más profundo de aquel paraje. Esperando a que los animales salvajes acabaran con el trabajo; después de oler la sangre. Regresé lo antes posible al trabajo, puesto que el sol hacia su labor.
Saludé a mis compañeros que se me quedaban viendo, como si tuviera garabatos en la cara. Fui al baño. Descubrí que traía una mancha de sangre en la manga de la camisa. Traté de ocultarlo. Me puse el saco el resto de la jornada a pesar del calor tan intenso que se encerró en la oficina. Prendí el ventilador pequeño que tengo. De nada sirvió.
Revisé la computadora al salir de mi trabajo. Me sorprendo al ver que los dos nombres que había al inicio del concurso han desaparecido. Solo me encuentro con otro nombre el cual no ha desaparecido aún de la pantalla, su clave sigue vigente ** *****. No entiendo nada. Ésta no la vi en un principio. Ya es tarde. Comienza a oscurecer. El encargado del local me dice que va a cerrar después de salir del baño.
Sigo mirando el monitor con aquella anotación tan rara. De pronto siento el frío metal de la boquilla de una pistola. Aún recuerdo la forma; desde la última vez que me atracaron. La voz dice que apague la computadora y salga juntamente con él. Nos dirigimos al Datsun. Me subo al carro sin oponer resistencia. Le digo que si quiere mi cartera sólo la tome. Que agarre también el celular. Las llaves del carro. Me calla dándome un cachazo en la cabeza. Comienza a brotar un hilillo de sangre de mi cabeza.
Encendí el carro a pesar de que la cabeza me sangraba. El tipo seguía callado. Estamos en la carretera. No se puede ver casi nada. Lo único que alumbra el camino, son las luces del carro y uno que otro trailer que pasa junto a nosotros. Después de haber recorrido unos cuantos kilómetros. Hizo que me detuviera y me echó en la cajuela. Comencé a ponerme nervioso. Esperaba que no me sucediera nada. En verdad quería ese viaje. Nos salimos de la carretera, lo sentí cuando el coche comenzó a forcejear con el camino. Bajamos del auto. Caminamos alrededor de unos veinte metros hacia adentro.
El tipo comienza a patearme. Me pide que le haga como perro. Al no hacerlo me patea más duro. Me tira al suelo. No puedo hacer nada. Así que empecé a ladrar, justo como lo pedía aquel sujeto. De pronto saca la llave de cruz que traigo en la cajuela, me pega en todo en el cuerpo. Sólo siento como entran los golpes. De repente empieza a golpearme como loco. Intento pararme pero es imposible. Del portafolio de piel que trae saca un cuchillo. Me corta varias partes del cuerpo, la sangre brota de mi piel.
De la misma bolsa saca una computadora portátil. Me enseña la página del concurso en donde aparecen las puntuaciones. Sólo una cosa nos diferencia. Cada uno de nosotros iba eliminando a nuestros rivales de juego. Había sido un tonto, al no revisar bien el monitor. Solo dos nombres quedaban. El Vigía, como dijo llamarse, y el Carnicero que fue el nombre que puse como clave. Nada impide a un hacker hacer su trabajo. Menos si se trata de algo tan simple. El viaje será mío. Fueron las últimas palabras que escuché. Antes de que vaciara la pistola en mi cuerpo. Sólo alcance a pensar que sólo era un juego.


Texto agregado el 12-05-2009, y leído por 74 visitantes. (0 votos)


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