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El atardecer dejaba la estela del amor flotando en el cielo.
La noche entrante, con su vaivén de suave y cálido viento, dejaba entrever el amor, la ilusión, la fuerza de la esperanza en cada uno de los puntos dónde hubiera una persona.
El bar, lleno de jóvenes, lleno de luz, color y música, arropaba dichos sentimientos, sentimientos que iban danzando de grupo en grupo, de esquina a esquina, cómo si rebotaran en esa atmósfera esperando caér en alguien que los quisiera.
Y por lógica, que ese alguien estaba allí.
Esperaba a los mismos con los brazos abiertos, con la ilusión puesta en cada persona del sexo opuesto que se le acercara, su corazón abierto y rebosando amor, rebosando sana alegría, amigas y amigos que íban y venían, unos más contentos y otros recién llegados.
Pero la ilusión de una noche, no hace más féliz a quien la recibe, sino a quién sabe guardarla y administrarla en las dosis justas.
Por eso, aquella persona que esperaba, sabía ser paciente, observaba con delicada ternura cada paso de los demás.
Tenía que estár muy segura de con quién compartiría cada uno de los sentimientos que le irían llegando, según esa noche fuera avanzando.
Uno de los sentimientos quiso llegar y entrar de estampida en su corazón.
Y ese sentimiento llenó de gozo a nuestra querida persona, la cuál miró a alguién en quién llevaba mucho tiempo puestos los ojos ésta.
Se acercó con suavidad y cortesía, e intentó tomar contacto.
Un contacto que con cierta curiosidad recibió a quién le iba dirigido.
El segundo sentimiento cayó de lleno, pero no en nuestra protagonista, sino en la otra persona.
Ese sentimiento de la curiosidad humana, que mira primero quién habla y después lo que se está diciendo: Contacto Visual.
En verdad, que no se había fijado en la primera, hasta que llegó y le saludó.
El sentimiento que entró de lleno en el corazón de nuestra protagonista, también entró de lleno en aquél.
Ahora la vía se había iniciado, la comunicación se hizo más y más elocuente.
Nuestra protagonista, estaba comprobando que sus sentimientos no la estaban engañando.
Aquél a quién estudió con cierta dedicación, iba correspondiendo como élla lo había en verdad esperado.
El sentimiento del amor comenzó a rondarles, el deseo y la proximidad estaban calando en ambos.
Trás un tiempo de diálogo, decidieron dejar aquél bar, aquélla atmósfera que había tocado sus corazones y dar un paseo bajo la luz de la dama romántica, aquélla que invita siempre a unirse bajo su áspera sonrisa.
Tiempo es ahora lo que áquellos sentimientos necesitan para echar sus raices y fortalecerse en ambas personas.

"tiempo es lo que se nos dá cómo una siembra, para llegar a madurar y recoger la flor de la existencia, la única semilla que brilla de noche y de día: el amor".

"el amor es filosofía, pero saberlo entregar es una dedicación que a veces va acompañada de la psicología".

Escrito por Carlos Them

© Copyright Carlos Them 2009. Todos los Derechos Reservados.

Texto agregado el 11-05-2009, y leído por 117 visitantes. (0 votos)


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