LA BALLENA DEL TECHO DE MI RECAMARA
Hace apenas un par de meses que llegué a vivir otra vez a la casa de mis padres. Me asignaron la recámara que había sido mía cuando era niña, pero estaba bastante cambiada. Cortinas diferentes, otros muebles y estos acomodados en distinta posición, aún así era muy confortable y acogedora. Solo por un detalle curioso: en el techo de la recamara se había formado de manera natural, la inusual silueta de una ballena.
Cuando lo comente a mis padres, primero les dije que parecía un avión o un submarino, pero mi padre seguro concluyó:
-Es una ballena, tal vez se formó por los sedimentos de la filtración del agua de lluvia, o las manchas del tiempo, pero nadie lo hizo, apareció solo.
-Ahora en mi cuarto hay una ballena decorando el techo –dije simplemente y no volvimos a tocar el tema pues no tenia mayor importancia.
Mi padre tiene en la parte de atrás de la casa un pequeño taller de reparación de bicicletas y continuamente llegan estás para ser reparadas y ajustadas. Unas de esos clientes es el sr. Kealoha hombre robusto, moreno, cabello muy negro y de rasgos asiáticos y que en una ocasión note que tenia los brazos y el pecho tatuados con dibujos que parecían espirales. Después supe que no era asiático, era de una de las islas de polinesia, en específico la isla de Nihoa cerca de Hawai, me pareció que estaba muy lejos de su isla natal. El Sr. Kealoha era un ciclista experimentado y amanta e de las carreras cortas, conocía bien a mis padres por ser un cliente asiduo y tener varias bicicletas muy especiales y costosas, las cuales llevaba continuamente para darles mantenimiento.
En una ocasión que él estaba ahí en casa, esperando que mi padre le entregara uno de sus vehículos, mi madre y yo comentábamos lo sabroso que nos había quedado el pescado que guisamos esa tarde para la hora de la comida y yo descuidadamente y jugando hice el siguiente comentario:
-…el olor del pescado estaba tan rico que la ballena del techo de mi cuarto lo olió y hasta movió la cola…-el Sr. Kealoha girola cabeza y clavo sus ojos en mí diciendo:
-¿Perdón qué dijo?
No, no le haga caso…-dijo mi madre – es común que ella hable de esas cosas fantasiosas…
¿Una ballena en el techo de su cuarto?
-Si, algo así… -dije-pero creemos que solo es una mancha…como que parece ballena.
-Esta jugando, no le crea –insistía mi madre. El Sr. Kealoha poniéndose serio y muy interesado nos dijo.
-¿Podría verla? por favor… -mi madre y yo nos quedamos un poco perplejas.
-pues…si, - dijo ella- si quiere
-¡Por favor! -volvió a insistir el hombre
-Llévalo a la recámara –me ordeno mi madre- para que vea la mancha.
-¡Ay Sr. Kealoha qué pena! –dije mientras subíamos las escaleras –pero va a tener que cerrar los ojos por que verá, el niño estuvo jugando y dejo un poco tirado…y...
-¿Cómo cree que voy a cerrar los ojos?, ¡los voy abrir más!
-Pero… ¿Por qué tanto interés con una mancha de humedad?
-¡Déjeme verla! – insistió. Cuando entramos a la recámara y encendí la luz su rostro fue de asombro total, abrió la boca y los ojos grandemente, yo note que hasta se estremeció, mi madre nos alcanzó en ese momento.
-¿Ya la vio? –dijo ella, yo con prudencia pregunté:
-¿Y por que tanto interés? –el hombre no podía articular palabra y giraba sobre sus pies para verla desde otros ángulos. Nosotras nos sentamos en la orilla de la cama a esperar que el hombre terminara de extasiarse viendo el dibujo del techo.
-¡Es una autentica ballena jorobada…! –logro decir el Sr. Kealoha.
-¿Y que con eso?- pregunte impaciente.
-En la cultura de mi país –decía pausadamente –estos techos tienen un significado mágico, había oído de estas apariciones pero nunca hasta hoy, había visto una auténtica ballena jorobada incrustada en el techo.
-Cuéntenos más por favor –le pedí, mi madre le acercó una silla invitándolo a ponerse cómodo, el tomo asiento y continuó:
-Desde tiempos muy remotos, en las playas Polinesias han llegado a varar cientos de ballenas jorobadas. Como seguramente ustedes han visto por televisión este hecho, magníficos animales muriendo lentamente en la orilla de la playa con medio cuerpo sepultado en la arena por su gran peso, algunas personas y brigadas civiles, hacen esfuerzos inimaginables por mantenerlas húmedas, jalarlas y devolverlas al mar, con muy pocos resultados positivos, la mayoría mueren, se suicidan.
Los científicos han dado varias explicaciones a este desconcertante hecho: que se desorientan por los sonares de los barcos, que las fuerzas magnéticas de la tierra específicamente de los polos las obligan a varar. Pero en mi isla natal Nihoa, nuestros abuelos siempre nos contaron la historia de que las ondinas del mar convencían a algunas ballenas jorobadas a sacrificarse de esta manera para servir de buena ventura a los hombres de la tierra, guiándolos y abriendo camino por delante en sus muchas pruebas de la vida.
-Pero la vida de todos los humanos es muy difícil –dije tratando de entender – si eso fuera cierto, ya se hubieran extinto esos animales y no alcanzarían para todos los hombres.
-Eso es lo que lo hace más peculiar, no a todos los hombres se les da esa bendición. El dios creador del universo, recibe las oraciones de los hombres, las pesa y el decide a quien le va a otorgar esa ayuda.
Luego ordena a las ondinas marinas, a que alguna ballena por ayudar a un hombre se sacrifique.
-Pero ¿Por qué no un pulpo o una ostra, por qué tiene que ser un mamífero de esas dimensiones? –quería entender.
-Por que solo ellos, los mamíferos más grandes del mar, tienen la fuerza espiritual para abrir caminos y vencer obstáculos que el hombre no puede, solo ellos tienen ese sentido de no estar perdidos, aun en medio de la más absoluta oscuridad oceánica, saben perfectamente a donde ir y que hacer. –Mi madre y yo nos quedamos sin hablar por un momento.
-O sea… ¿Qué somos afortunados por poseer un dibujo de una ballena en el techo?
-Afortunados no, escogidos por el todopoderoso. Solo son afortunados aquellos que pueden ver las estrellas.
-¿Que? –preguntamos sin entender -¿Qué no con la ballena bastaba?, las estrellas las podemos ver todas las noches en el cielo, no entiendo.
-La ballena incrustada en el techo, es ya una ayuda a quien la posea, pero si además de la ballena descubren estrellas que la rodean, entonces serán afortunados. Por cada estrella que se descubra alrededor del cetáceo, equivale a un deseo que puede otorgar el creador. Mis abuelos nos cantaron que solo cuando se encuentran más de diez estrellas, se habla de afortunados menos no.
En ese momento mi padre preguntaba por nosotros y le pareció muy extraño que bajáramos todos por las escaleras. Entrego su trabajo terminado al Sr. Kealoha quien se dispuso a pagarle y luego despidiéndose cortésmente se marcho se marcho.
Después de esos nosotras nos atropellábamos para hablar, contándole a mi padre lo que había sucedido momentos antes. Mi padre un poco incrédulo me dijo siguiendo el relato:
-A ver si en la noche revisas a la ballenita para ver si tiene estrellas- yo obedientemente conteste que si. Mas tarde cenamos y nos preparamos para dormir. Al apagar la luz de la recámara yo hice grandes esfuerzos por encontrar las estrellas alrededor de la gran mancha y sin ningún resultado, me quedé dormida.
El sonido de un bajo bramido me despertó. Lo escuché claro y fuerte de mis oídos, la luz de un luna menguante entraba tenuemente a través de la cortina blanca de mi ventana. Cuando desperté bien, asocié aquel sonido al canto de las ballenas, intente poner mucha atención para ver si escuchaba un segundo bramido. No hubo ninguna repetición, mire mi reloj y sus manecillas fosforescentes marcaban las 3: 25 de la madrugada. Mis ojos se dirigieron al techo y recorrí una vez más la suave línea del contorno de la ballena dibujada en el techo que en eso momento se hacía mas nítida, me acorde de las palabras del Sr Kealoha, “incrustada” ¿de verdad esa ballena estaría ahí para ayudarnos? Todavía me parecía un cuento añejo de gente supersticiosa.
de pronto, comencé a ver puntitos fosforescentes que rodeaban la silueta del techo, increíblemente fueron haciéndose mas intensos y a brillar con diferentes intensidades, y volví a recordar … “afortunados” “solamente que sean mas de diez estrellas” Ya para entonces estaba muy emocionada, mi corazón latía fuertemente y titubeando comencé a contarlas. ¡No podía creerlo! estaba muda de la sorpresa… cuarenta y cuatro estrellas… “muy afortunada.
FIN
CINTHYA GOMEZ CORTES ABRIL 2009
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