* "Don Alex, mi relojero de la avenida Callao".
Don alejandro fue mi relojero y más tarde un buen amigo, musicologo y amante de la buena mesa, este es mi homenaje.
*Don Alejandro, don Alex como lo apodábamos los amigos, era un personaje singular.
De origen Ucraniano, hacía muchos años que residía en el país. Su contextura física, la cara redonda y sus ojos celestes, de mirada pícara a la vez inteligente, resaltaban las características propias de su origen.
A pesar de encontrarse cómodo en Argentina, donde se caso con una hija de españoles, tuvo un hijo y prosperó economicamente, solía mencionar su país de nacimiento con cierta añoranza, no exenta de orgullo. -Por mis venas corre sangre caliente-. Alex, era un finísimo relojero, había trabajado en la firma “Omega" en los Estados Unidos y después de juntar algún dinero se radicó definitivamente en Bs. Aires. Mientras trabajaba, escuchaba música clásica, intercalada con algún tango, música tambien de su agrado.
De oído extremadamente afinado, era poseedor de un amplio conocimiento de los compositores y su obra. Era un verdadero placer frecuentar su taller ubicado en la Av. Callao cerca del congreso, donde llevó adelante su tarea durante mas de treinta años, hasta jubilarse y retirarse a vivir a un chalet que construyó en Paso del Rey, donde vive actualmente.
Lo conocí a través de un compañero de trabajo con el que compartíamos la afición por los relojes de buena marca. El fue quien me lo recomendó, haciendo hincapié en su propia experiencia en cuanto a la calidad profesional y seriedad de quien al poco tiempo de convertirme en cliente, supimos cultivar cierto grado de amistad, compartir un café o distendernos en largas charlas sobre música clásica, ya que era un verdadero placer al mismo tiempo que un aprendizaje el escucharlo comentar particularidades y virtudes de sus músicos preferidos.
Sin lugar a dudas era un verdadero conocedor.
Otro de sus grandes amores era el del buen comer. recorría por diferentes mercados y ferias para proveerse de los mejores productos, era frecuente ver expuesto sobre el mostrador un ananá o un ají de gran tamaño y perfección, que por supuesto llamaba la atención por tratarse de una joyería, aunque a mucha gente le resultaba un detalle simpático, al mismo tiempo que ocurrente.
Como verán, no miento al decir que era un personaje singular.
Se contaban sobre Alex anécdotas de todo tipo, de algunas fui testigo, de otras partícipe.
En tiempos de la U.R.S, sucedió un buen día que un avión chino de pasajeros aparentemente por fallas en el instrumental, invadió espacio territorial Ruso y los muchachos, sin averiguar demasiado, lo bajaron de un hondazo. Resultado que murieron más de doscientos pasajeros, en su gran mayoría chinos.
Esto causó conmoción en el mundo, especialmente en las comunidades chinas.
En Bs,Aires, la embajada juntó unas doscientas personas frente al Congreso para reclamar una condena de parte de nuestro gobierno. Luego de entregar un petitorio, se encolumnaron por la av.Callao recogiendo la solidaridad de la gente que se expresaba en un aplauso.
Un chino grandote encabezaba la columna, megáfono en mano al grito de “luso”, a lo que el resto de la columna respondía, ”sisino” (Ruso, asesino).
A don Alejandro se lo veía preocupado, la lupa clavada al ojo y los cachetes colorados, no se le ocurra salir a la calle le aconseje, pueden darse cuenta que usted es ruso y ligamos una paliza.
Yo no les tengo miedo, replicó, además no soy ruso , yo soy Ucranski, pero por las dudas siguió con su labor, hasta que se alejaron lo suficiente. Estos chinos al final que se creen, “solo ellos pueden matar” sin que se les reclame, exclamó. Luego aumentó el volumen de la música, se quitó la lupa, apoyo los codos en el cajón de su mesa y me dijo, Sr, Andre, su relojito lo tendré listo para mañana.
Al día siguiente, aprovechando un pequeño paseo matinal, pasé por la joyería y me preocupó verla cerrada. El horario era algo sagrado para mi amigo. De inmediato me tranquilizo verlo venir presuroso por la vereda de enfrente. Después de saludar y pedir disculpas por la tardanza, le dínm el tiempo para abrir su negocio.
¿Que paso Alejandro?, me preocupó un poco ver que no había llegado.
¿Problemas con el tren?.
No, solo que fui a retirar unos análisis, y me demoraron un poco, contestó.
De paso se los alcancé a mi médico.
Bueno, me alegro que sea solo eso, repliqué, y ¿como lo encontró su doctor?.
Bien, tal como yo esperaba, respondió.
No olvide Andre, que tengo la cuota social al día, no fui al hospital, ni tampoco de favor. Por qué entonces debía darme una mala noticia.
Sí, claro, es verdad, en realidad Usted tiene razón, por que habría de darle una mala noticia.
Recordé que debo traerle un reloj antiguo de bolsillo.
Que pase bien el día. nos vemos en la semana.
Don Alejandro era un cultor de la obviedad, un simpático personaje de la ciudad, durante mas de treinta años, compuso nuestros relojes y dejó un recuerdo tanto risueño como inquietante impregnado de una ironía singular, que merece estar en mis recuerdos y en el de todos aquellos que disfrutamos de su amistad, y de sus servicios profesionales.
Andre, Laplume. |