Caminar por la vereda del sol.

Creo que como en la mayoría de los viajes, el destino es mucho más incierto que la partida. En tiempo y en espacio.
Llegar seguramente no implica que ese punto no pueda convertirse en punto y tiempo de partida. Antes de volverme demasiado místico, sin el animo de despedirme de nada, menos de la vida, solemos pasar momentos que sin llegar a componer una depresión nos llevan a pensar y sentir cual si lo fuese.

El camino esbozado en mi relato, “Si yo te digo que la chancha es verde", es en lo aparente, un camino puramente personal, pero no lo es tanto en cuanto se lo desmenuza en varias lecturas. Encontramos estados de coincidencia en personas a las que tenemos acceso para tratar estos temas, comprobamos que no son tan personales, ni siquiera demasiado originales.

Cuantos serán los casos en que alguien pintó una chancha de verde y se sintió feliz de verla de ese color. Al decir de una amiga, que hace tiempo dejo de serlo, alego haberlo comprobado por propia experiencia.
Si alguien lo hubiese afirmado, ya era digno de ser creído.
- ¿Sera en realidad asi?-
Debiéramos ser estrictos en la búsqueda de horizontes alcanzables, ir llegando por etapas, a cada momento, atesorando cada logro.

A que nivel de aceptación debe llegar un hombre mayor, cuando le dice a su joven amada, “puedo enseñarte a volar, pero no puedo seguirte el vuelo”. ¿ Cuanta desazón alberga ese corazón maduro?.
Solía escuchar el pedido de un hombre joven, lanzando un ruego hacia el futuro, “Dios quiera que el tiempo y los años me den la paz que tanto necesito”. Solo fue el tiempo y con seguridad los años. La paz, por lo visto no se logra por el ruego.

A veces buscamos controlar el final, el de las cosas que nos acompañaron, el de la vida misma, y el final se nos altera, es ventura, como todo acontecer.
Transitamos un destino que no podemos ni sabemos eludir.

Mientras tanto hay que vivir, tenemos esa oportunidad, no está mal intentar embellecer esta aventura, sin preocuparnos demasiado por los conflictos a que nos lleva el pensamiento, no hay voluntarismo posible más que el de hacer las paces con uno mismo.

Permitirse soñar aún con lo imposible, caminar por la vereda del sol, aunque el azar nos resulte esquivo.

Andre, laplume.