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SIMPLEMENTE JULIO, A SECAS...
(Cuento dentro de un cuento)
Por: DANIEL O. JOBBEL.

Año Cortazariano. Aniversario, a 25 años de su muerte.

Debí pensar en eso antes. La torpeza inhibe, atrofia los sentidos. Mete presión. Tal las últimas palabras, como cuando le escribiste a Glenda, debí haberlo pensado antes. Aunque así fuera, Julio, hay cosas que uno lleva adentro y las lleva como espinas atragantadas para toda la vida y necesito que tú la sepas. Al contártelas se me habría encendido una idea fundida. ¡Ahí está!, esa puede ser la clave, puede significar cosas, y puesto que has sido capaz de deducir eso se me escurre la dificultad de escribirte.
Porque tú Julio, eres de esos tipos que como imagen oscura se atan a mi cuello, y vas pasando detrás de mí, en sombras pateando las hojarascas del suelo, para ir dictándome el último párrafo. Sólo te conozco en libros con abrochadas historias de relatos y eres un modelo para armar, descifrar una rayuela y degustar de una literatura libre de misterios.
Quizás detrás de esta mácula que corre junto a mi mano, que sostiene un humilde lapicero, que delínea una letra despareja, informal, y oscurece el blanco mate de la hoja de papel, quizás allí aparezca aquel pecoso profesor, aquel erudito de largo sobretodo y bufanda, vos Julio, para que así todo suceda como en un cuento, y que tal vez el final de ese cuento esté al final de estas líneas.
Mi intencionada síntesis casi grotesca, resultaría menos disgresional sí la comparamos con el vocabulario cotidiano, y que a menudo -dijese- se asemeja a una audacia imaginativa. Pero lo cierto es que una carta dirigida a vos Julio, con esa desfachatez que me merece respeto hasta de tutearte, y después de más de varias décadas de muerto parece inaudito, desusual, casi una veneración particular y la cuál alcanza una nombradía ontológica en las últimas palabras de Sócrates, en el 'Fedón': "Critón, tenemos una deuda con Asclépcios. No la pases por alto, te encargo cumplirla..."
Y sí... Es una deuda contigo, Julio. Después de muerto. En alguna parte del mundo que probablemente seguirá asemejándose a Monpartnasse, o algo de Burdeos. En esa Buenos Aires, en Congreso, Barracas o el mismísimo San Telmo. Con un diálogo que confluye, cafecito por medio, a nuestro juicio, en la cósmica explosión de sus idearios. Hoy, que para vos es el ayer, cuando ese Julio, combatiente contra las dictaduras, como se lo ha calificado, como te calificaron, circula por los avatares políticos
de América -entre denuestos y palabras admirativas- (Cuba, el 'che' Guevara, el tiempo chileno de Allende, Nicaragua y otras cotidianeidades)...¡Casualidades o causalidades!, te escribo Julio, cuando Fidel enfermo, cede el poder de la revolución...
Has escrito los cuentos perdurables y ejemplares, y novelas y poemas que evocan aquellos días y también la imagen del joven y resistido maestro. Idiota de mi parte. Quizás ya lo sabés. ¿O no?. Cuánto costó entrar en la fábula haragana de los reconocidos escritores argentinos. Para muchos, "allá lejos y hace mucho tiempo", aquel escritor admirado y desconocido, que hablaba e hot jazz escondía debajo de su erudición, su sentido de amistad criolla, bondadosa, y escribía cartas orientadoras, sin considerarse maestro aleccionador.
Te escribo y como muchas otras cartas, serán mensajes indescriptos (aunque siempre existe algo por describir Julio), mensajes dentro de una botella (como la vieja canción de Sting) rompiéndose en viejas ideas de esta bahía de papel. Sabés fuiste preciso, contundente. Tu biblioteca se especializaba en temas latinoamericanos, si vos Julio, sentado, una larga pierna sobre la otra larga pierna, la mano persuasiva sobre su otra pálida mano; hacia observaciones profundas y certeras.
Ya hoy, en la postulación de estructura inorgánica quisiera que este espacio abierto a las sugerencias y de la búsqueda de complicidad, sea una geografía urbana de tu arquetipo... Por eso, escribirte se me complica un poco y porque esta carta sé que no será enviada por intermedio de estafeta postal como suele suceder. Será quizás como esa carta como dije, que le escribiste a Glenda, queriéndola tanto, será más bien como si una paloma recoja la misiva y la lleve hacia a vos, que luego de un largo viaje la deje caer en cualquier lugar, una terraza misma que se alza sobre tus obras, y que se parece a aquella casa, aquella morada de Banfield, París o Nicaragua...
Parecías mirarnos, con ojos penetrantes, inteligentes, con voz levantada segura, cristalina; desde tu cultura de hombre ensimismado sabías ver las cosas desde la otra ladera intelectual. Es así Julio, lo dicho habría mil maneras para decirlo. Para representarlo. Para representarte. Ocurrencias concretas salidas de sí mismo. A veces imaginé que no nos unía la amistad (en lo real nunca) sino los textos paradójicos de 'Rayuela' o ese embrión de temas como Un tal Lucas. Día tras día, sentado alrededor de una mesa aturdido, por el vino, las misceláneas y el hastío, procurando olvidar las fatigas, los años, la desazón se me ocurría leer a aquel tradicionalista cosmofantástico argentino...
Nada escapaba a tu mirada, Julio. Perspicaz, elocuente, podías referirte a un libro de Amado Alonso sobre Neruda, con alguna anécdota que entonaba inverosímil a los oídos. Tal vez aleccionabas sobre el lirismo de los cantos de 'Residencia en la tierra' exaltando al poeta chileno con equilibrada soltura, sin caer, políticamente, en lo tendencioso.
O te referías a 'el barco ebrio', de Rimbaud, para que repitieran todos el ritmo de "Cuando yo descendía los impasibles ríos...", o el soneto de las vocales. Cuánto aprendimos leyéndote, Julio. Sí, acaso sí, porque eras ese erudito o intelectual que pone lo tradicional, y no la tradición, patas arriba. Sí, Julio, eras el escriba que no quería volver al pasado, sino que dabas una vuelta de tuerca para actualizar a los que se quedaron -nos quedamos- mirando hacia atrás.
Habría miles maneras por describir, hasta que de mis manos voló una paloma para secar las lágrimas con dulzura de almendros. Así se podría definir tu ida. Y se podría urdir por otras más. Con canciones, con un perro que ladra a la luz de la luna, con Ludmila, con relatos del Perseguidor, con lápices que dibujan casitas, con la Maga (me olvidaba la famosa Maga), con lluvias sucesivas como quién va sumando mariposas en un cuaderno de cien hojas y un poema por describir. Cuanto aprendimos oyéndote.
Sin embargo, no habría color, ni paloma, ni movimiento que pudiera decirlo. Sí, queridísimo Julio. Y el hecho de que el mensaje fuese intraducible resulta al menos una prueba de poder que la razón de mi existencia, la fuerza sobrehumana condiciona a uno a que exista, o a que figurase como algo. Como la paloma, como niños jugando en unos de tus relatos del último viaje, quizás como el nombre lo indica, en Deshoras; o por ejemplo una música. ¿Porque no? Sí. Una escala de sonidos trepando hacia el sufrimiento y liberándolo a la vez...
Quizás se asemeje porque, enseñaste además, a un grupo de jóvenes de entonces a escribir, a leer -desde Neruda y Elliot hasta Ezra Pound-, y a defender, con esfuerzo (hasta lo indefendible) esa palabra despreciada (hoy más que nunca) que se llama cultura, sin poner énfasis en la política contra la literatura, sin atornillar al literato con la política. Persistió tu ideal (lo he leído en algún lado), con parámetros puramente democráticos. Y eso, a mi sano juicio, es más duradero que las etiquetas negras políticas que ponen en nuestro medio, cuando las ideas deben vivir y mantenerse para equilibrio propio, diga quién las diga, y como las diga... Entonces, se impone el escritor (Martí, García Márquez, Sartre, Mitre etc.) que construye un universo libre con sus sueños creadores. De ahí tu vigencia cultural en América.
No existe premura, vos sabés. Creo que si las cosas ocurren así, de algún modo, es porque la visión de la divinidad allá, nada serviría intentar un contacto, porque hablando de muerte ya todo esta dicho, es como la nada. Creo que la única posibilidad de decirte lo que siento es, dirigiéndome una vez más a quienes van a leerlo como vos cuando le dijiste eso a Glenda. A los infrahumanos serviles y gentiles de este mundo cada vez más sumergido y cruel. Y sería en forma de relato, algo como una coda o cuento, donde yo sería el autor y vos el protagonista. Igual que con Glenda ¿Raro no?. Algo dentro de algo, y que dijiste y yo repito y dijese que hayas dicho, en un método literario que rompe con la norma del relato mismo. Pero si quiebro dicho elemento, como dijiste y repito, regla dorada de la preceptiva, a mi manera te estoy escribiendo el mensaje, que acaso no llegues a leer jamás, y es quién me está a la vez obligando, y el que me está pidiendo que lo escriba... A vos, Julio Cortázar..., en algún lugar, por siempre .-®


Texto agregado el 10-05-2009, y leído por 248 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
24-09-2009 El olvido hace al ignorante. Y el ignorante es nulo. Resaca intolerante. Rescatar la obra y el nombre de alguien que en el tiempo fue discutido y olvidado, es tener la certeza de que ese escritor es inmenso. Tan inmenso como los que lo ignoraron. Gracias por esta suerte de recordar a un gran maestro contemporáno. El nos enseño con sus letras a desandar aún más el camino de nuestro tiempo. criterion
18-05-2009 Homaneja a un gran escritor que requiere, desde luego esfuerzo, dedicación y cariño entrañable, muy buen trabajo sin caer en el acaertonamiento fácil del "ensayo" Saludos marxtuein
10-05-2009 Una aproximación acertada a la tremenda figura, acaso ireemplazable, de un ícono de la literatura universal. Y para desmentir a los que creen que sólo los clásicos tienen la exclusividad del genio. Julio amó y sufrió las mismas cosas que nosotros. En los mismos lugares y al mismo tiempo. Un maestro contemporáneo y universal. Salú. leobrizuela
 
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