- ¿Nunca has tenido ganas de suicidarte?
- ¿Y por qué habría de hacerlo? Tengo una vida feliz, una mujer que me ama, una hija maravillosa, un buen trabajo, una casa preciosa...
- Y buenos amigos como yo.
- Sí, buenos amigos.
- ¿Pero es eso lo que realmente deseaste? Te creo con todo lo demás, pero ¿estás seguro cuando dices "vida feliz"? ¿Realmente eres feliz?
- Por supuesto, de verdad no sé a donde quieres llegar.
- Pues es que... creo que te envidio un poco. Yo... yo tenía un sueño cuando era más joven ¿sabes? Ansiaba con todas mis fuerzas salir de este país, irme a cualquier otro lado, a Europa tal vez. Estudiaba con tanto empeño por esa razón. Me graduaría con honores y podría irme al extranjero. Podría conseguir un buen empleo en algún país donde pagaran bien. Conocer a alguien y casarme. No pienses mal, amo a mi esposa, ella es lo mejor que me ha pasado en la vida, es la razón por la cual no arrojo todo por la borda. Cuando me enteré hace unos días que ella estaba embarazada, debí saltar de alegría, ¿no? Pero no fue así. Me siento... mal. Frustrado. En el momento en el que recibí la noticia recordé aquel sueño de joven de salir de aquí. En aquel momento era un capricho de la juventud, ya sabes, a esa edad crees que todo está mal excepto tú. Pero ahora que va a nacer mi pequeño... no sé, simplemente no quiero que crezca aquí, rodeado de toda esta mierda...
- ¿Sabes? Pensé como tú en algún momento. Pero me dí cuenta de que el amor es una fuerza muy grande. No, es en serio, no te rías. Ana y yo nos amamos y amamos aún más a nuestra hija. Sé que, sobre todo por ser mujer, corre muchos peligros allá afuera, estoy consciente. Pero si puedo mostrarle bien la diferencia, no entre el bien y el mal, eso está pasado de moda. La diferencia entre lo que más le conviene y lo que no, y si sabe que todo lo que le pedimos u ordenamos no es nada más que por amor, creo que ella misma podrá defenderse. Nosotros dos también crecimos en esta sociedad y ve, no fuimos violados o nos convertimos en criminales.
- Pues creo que tienes razón, yo también había pensado eso, pero aún así... De nuevo te envidio un poco. Tienes esa visión tan optimista de la vida. Yo, en cambio... No he podido dormir tranquilo desde que recibí la noticia. No sé que hacer, todo esto me da vueltas. Lo que más odio de la civilización está en este país, ¿sabes? La gente que tira su basura en las calles, los idiotas en sus autos que creen que inundando el lugar con el horrible sonido del claxon mágicamente el tráfico comenzará a moverse, la gente conformista que acepta las cosas como son, los malditos políticos lacras que se hacen ricos mientras nosotros estamos cada vez más jodidos... Dime, ¿cómo puedes criar a un hijo en un lugar así?
- Pues la situación es difícil, sí. Pero créeme, cada sociedad tiene sus cosas negativas. Tú solo conoces las de aquí y es por eso que son las que repudias. En todas partes hay cosas que no te van a gustar. Pero si aprendes a vivir con ello y ver las cosas buenas...
- Ese es precisamente el punto. Si fueran más las cosas que creo que son buenas, todo estaría bien. Pero no es así, la mayoría de las cosas están mal. Mi esposa, mi futuro hijo, mis amigos... es lo único que vale la pena en mi vida y eso podría conseguirlo en cualquier parte.
- Un momento... ¿Por eso sacaste el tema del suicidio al principio?
- No seas ridículo. No estoy pensando en suicidarme ahora, ¿que pasaría con mi esposa y con mi hijo? No, en este momento estoy convencido que eso no es opción. Pero lo pensé en algún momento, sí. Imagina que trabajas toda tu vida por conseguir algo, y cuando te das cuenta, sabes que aún falta más de la mitad de tu vida pero tienes la seguridad de que nunca lo conseguirás. ¿No es para aventarse desde aquí?
- Entonces, hazlo. No, no suicidarte. Vete. Renuncia a tu trabajo, toma a tu esposa y vete a Europa. Haz tu nueva vida, la vida que deseas. Yo te presto el dinero que necesites. Puedes dejar tu casa a la venta y te mando el dinero en cuanto se venda. Ya me pagarás algún día. Para eso somos amigos, ¿no? ¿Lo ves? Un amigo como yo no lo habrías conseguido en cualquier otro lugar.
- Tú siempre tan optimista. Pero no es tan fácil como se dice. Hay que salir de aquí primero. Llegar a un país donde nunca he estado, sin ningún lugar a donde llegar, sin la menor idea de como conseguir un trabajo, comenzar desde cero. No, no es tan fácil. Además, ¿tienes idea de cuánto dinero voy a necesitar para eso?

El segundo hombre sacó de entre su traje una chequera y un bolígrafo. Lo firmó y luego escribió un número. - ¿Tendrás suficiente con esto?
- ¿De verdad crees que...? ¡Por Dios! ¡Esto es muchísimo dinero! ¿En serio tienes todo esto para prestarme?
- Tengo mucho más. Escúchame, no quiero sonar superficial después de todo lo que te dije. El dinero no te da la felicidad, es cierto, pero no tienes ni idea de cómo te ayuda a encontrarla. Yo ya la encontré. El amor de mi vida, una hija por la cual daría la vida... y muchas cosas más. El dinero dejó de ser importante. Por eso tengo tanto. Por algún tiempo no sabía para que lo estaba guardando... pero ahora lo comprendo. Yo ya encontré mi felicidad, es hora de que te ayude a encontrar la tuya. ¿Tendrás suficiente con esto?

Unos segundos de silencio. El primer hombre veía el cheque que tenía en sus manos. Incrédulo. ¿De verdad su amigo era tan rico? ¿Cómo no lo había notado si parecía que ambos llevaban el mismo nivel de vida? ¿De verdad tenía "mucho más" como decía?

- No... tal vez no.

El primer hombre estiró ambas manos al frente y con todas sus fuerzas... empujó. El límite de la azotea tenía un pequeño muro contra cual el segundo hombre se estrelló. Pero no llegaba ni a la mitad de sus piernas. La fuerza del empuje y su propio peso lo impulsaron hacia atrás. Hasta que salió por completo del edificio. Pareció que flotaba durante unos cuantos segundos mientras las miradas de ambos hombres se reunían por última vez. Luego, la gravedad hizo su trabajo. El segundo hombre cayó quince pisos. El seco ruido de 70 kilogramos cayendo sobre un auto. Metal, vidrio y huesos deshaciéndose en pedazos. Luego, los gritos de la gente. El tumulto que siempre acompaña a un cadáver. El llanto de los amigos. El primer hombre, aún sobre el edificio, guardó el cheque que se había doblado un poco. Después agregaría un par de ceros al número. Por ahora, lo que tenía que hacer era llorar por su amigo, que literalmente había dado la vida por su felicidad. No, definitivamente amigos como él no hubiera encontrado en ningún otro lugar.
Cuando la policía llegó, lo encontraron todavía en la azotea, sentado en un rincón, llorando.

-¿Cómo pasó?
- Acostumbrábamos subir aquí en nuestro descanso a platicar. Él era una persona muy alegre, ¿sabe? Muy optimista. Incluso lo envidiaba un poco. Pero el día de hoy estaba muy raro. Cuando le pregunté el porqué, me respondió "¿Nunca has tenido ganas de suicidarte?".