Este es un cuento que no es cuento, creado antes de ayer. Todo se encontraba algo oscuro, la luna arropada no dejaba ver y él, el protagonista allí, en la nada, bajo la sombra de un tejado; un gato le hablaba y él le miraba y no miraba.
Los labios entreabiertos algo pensaban; la noche agonizaba y los pasos se apresuraban; él observaba, el gato le hablaba.
Inicio la marcha, giro, toco, exhalo, expulso palabras amarradas que rodaron por sus brazos para colgarse en sus manos, adormecidas en la vieja cueva; él ordenó a sus pies correr entre los charcos y ahogar la espera y el gato le hablaba.
Solo importaba llegar allá, al lugar donde se es omnipotente, vencedor, inmortal; la oscuridad extendida de para en par, estorbaba para chocar y abrazar el gemido; él caminaba, esquivaba, abrazaba y el gato le hablaba.
Los muslos adelgazaban, un tic-tac cantaba, la calle lloraba; él pensaba, anhelaba y el gato le hablaba.
De pronto el silencio se congelo, las luces desmembraron la oscuridad, sus ojos halló, los ojeo, penetro, acaricio, dejo…él, abandono la calle, doblo en la esquina, quizás le recordó, pero callo y el gato le hablaba.
La distancia se estiro, le maltrato los zapatos, se sonrió bajo sus pies y le ignoro; quiso ser de hierro, pero la piel se erizo, protesto, convoco a sindicato y la huelga instalo; él guardo el antojo, regurgito la herida, renovó la saliva y el gato le hablaba.
Al fin la calle perdió, los pasos guardo, el frio abrigo, la llave sirvió, la sombra ingreso; él descargo la mascara, grito hacia adentro, desato las palabras, escucho a la almohada, acostó aquella imagen y sufrió; el gato trepo a su techo, estiro las patas, acomodo sus bigotes y le hablo.
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