Viviente de una
ciudad-pueblo-jardín
de madreporas
insaciables y
contagiosas que
sucumben en los
labios de
surrealista.

Y se va,
el retoño y los
mimos de la calle
en las esquinas,
el amor de alguien a
quien nunca amé.

Mirar hacia un pueblo
tan ajeno,
tan mío,
tan de otros,
tan comprado
de forma ineludible,
y decir así:
Esto me pertenece.

Es mío el paisaje
ajeno, porque
son mis ojos cafe
los que lo están viendo,
porque es nuestra alma
la que se flagela
con el aire
frío tan característico
de él.

Y en la plaza hay una
banca,
ahí donde otrora
sentábanse los
ancianos
a jugar a las sonrisas
y alimentar a las
pájaras-pedantes-palomas,
ahora yace el cuerpo y el
vaivén de mis
futuros recuerdos.

...

(Escuchando Lacrimosa - Malina)