El vino sabia perfecto, la música suave guiaba la calma, la luz de las velas presentaba una escenografia perfecta, los aromas se dejaban percibir en cada rincón de esa atmosfera creada por ellos para ellos logrando frescura y dulzor.
Es el placer de estar en el momento indicado en lugar preciso junto a la persona soñada. En ese momentos las tribulaciones desaparecían y nuca fue utópico sentirse volar.
-“(…) Cardo ni ortiga cultivo,
Cultivo una rosa blanca.- mientras leía los versos elegidos para ellos, ella, imaginaba al poeta, tal vez soñando con ellos tal vez inspirado en ellos o quizá ellos solo eran la poesía representada en el imaginario del poeta.
Ella fiaba su mirada en sus labios – ¡Hermoso!- suspiro quien sabe inspirada en la narración o en el amante.
Los cuerpos desnudos se fundían una y otra vez, únicos, intensos.
La madrugada los cobija entre anécdotas, risas, penas, recuerdos, llantos, sueños, y proyectos.
Las mañanas de otoño son buenas compañeras en el viaje al trabajo, allí donde la rutina se adueña de las horas y la miseria de las penas el regreso a su casa provoca la angustia de disculparse en la almacén del barrio por las deudas impagas masticando la bronca que provocan los nuevos aumentos que enflaquecen sus bolsillos. Las discusiones son moneda corriente con aquella mujer , junto a la cual creo un fuego de amor y donde hoy solo el odio reinaba , es difícil comprender que exista tanto desprecio donde existió tanta pasión y sobre la cual alguna vez el pacto sagrado de los hijos ilusionara el proyecto de familia.
El llegar a casa calentar el viejo café, el sentirla oscura, sola, vacía provocaba en el un hueco interminable en el alma. Solo el esperar la noche alimentaba sus ganas de vivir y aliviaba esa mochila pesada de la realidad.
El saber que ella lo esperaba provocaba un latir intenso en su corazón, espera es ritual que volvería a hacerlos uno y lo ayudaba a soñara a imaginar buenos horizontes, pero el lo sabia…. Cada mañana el carruaje volvería a ser calabaza.
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