La Mirada de Pedro
Como mierda se deshace uno de un perro. Todo el tiempo atrás del taxi.
¿Por qué carajo me persigue a mí habiendo tantos coches?
Perro hijo de puta.
Me da lástima pisarlo, cada vez que atropello a uno sin querer; porque el tránsito es así, una mierda, te encierran y voz que no podes frenar; matas al perro o te chocan.
Los ojos; no puedo dejar de pensar en los ojos de esos pobres bichos cuando ven venir el coche, porque te miran a los ojos como diciendo – me vas a pisar, me vas a matar –, y lloran un segundo antes de ser triturados. Después salen corriendo, así tengan la cadera rota van con las dos patitas de adelantes; raro que se queden en el lugar, sobre todo los grandes, esos tienen más aguante; se van a esperar la muerte sólos en algún rincón.
Como lloran. Los gritos son terribles, le ponen la piel de gallina a cualquiera.
Si les das de lleno en la cabeza la quedan ahí mismo, con un alarido corto, pero hay que tener suerte, generalmente eso no sucede.
Si lo pensas fríamente, igual se van a morir, estando en la calle, sin nadie que los cuide. Ni hablar si se escaparon de la casa y no saben como volver; seguro, seguro los agarra un auto. Es un final rápido, ir pudriéndose en vida es peor. Yo lo sé. Por la sarna lo digo. Enfermedad asquerosa, te va comiendo la carne, y no se puede tratar con aceite quemado como con los ropes. No, no hay cura para el hombre. Las pestes con las cuales conviven las bestias son plaga para nosotros, letales, o peor, permanentes e incurables. Palomas, loros, ratas, perros, gatos. Y después dicen que la selva es peligrosa. No estamos a salvo, ninguno de nosotros, la gente no se da cuenta. Yo sí, no te olvides que estoy todo el día en la calle. Fijate como se pudren los crotos, tenes que mirarle los talones, o los codos, ahí se nota más. Pero no se les pone rosa, se les pone negro. En el once o en plaza está lleno. Un asco.
Los bichos son piolas, a los que nacieron y se hicieron en la calle no los mata nadie, es difícil pegarles; poray les das un toque de costado y los dejas rengos para siempre, según a la velocidad que vengas; porque los guachos saben cruzar, esperan el semáforo, hasta parece que lo miran. Si pones primera y aceleras se te escapan, más con este auto de mierda que tiene menos salida que un Fíat 600. Caja automática, una cagada. Pero no me queda otra.
El tema es verlos cuando van a cruzar, de lejos, que ellos no se den cuenta. Si venís rápido para cortar el semáforo no se te escapan, les das de movida, eso sí, corres el riesgo que te la den a voz.
Así estoy, echo un rengo de mierda por ese cusquito hijo de puta que se me atravesó en San Martín. Un soretito negrito, negrito, mezcla de pequinés y anda a saber qué, y eso que le toqué bocina.
No me vio, un animal con poca suela. Pegué una frenada de la puta que lo parió, y mira que ese Falcon frenaba bien, pero se me fue de cola, siempre se van de cola; dicen que hay que ponerles una bolsa de arena en el baúl; pero que mierda le vas a poner una bolsa de arena, si acá te suben con ochocientas pelotudeses, se creen que sos un flete, se quieren mudar y cargan todo en tu coche. Te lo hacen bosta. Encima si le cobras un peso de más se quejan, es un país lleno de bolitas, paraguas y negros cabeza que no tienen ni dos dedos de frente.
En la época de Perón, les regalaban la casa ¿Y qué hacían? Eh ¡¿Qué hacían?! Usaban el parqué para hacer el fuego del asado, total, no les había costado un carajo, nada; y el otro se llevaba los votos con la guita de todos. Para mí lo único que salvaría este país es una guerra civil, tiene que correr mucha sangre viejo, así limpia. Después agarran la manija los militares y se acaba la joda. Con los milicos si que estabamos bien, porque lo que es los radicales, esos si que son unos inútiles, quieren mezclar a los zurdos con los conservadores, y que mierda, se les hace una ensalada rancia, aparte no tienen ni autoridad ni decisión, son lentos, un aborto; siempre fracasaron.
Los peronistas te rompen el culo de una ¡Y qué! Todos los negros contentos, los arreglan con un chori, una cajita de tinto, y falopa. En vez los radicales te van cortando con yilé, es un desangrar constante, se creen europeos; son todos doctores, abogados, chupa sangre, ellos, y los curas cuervos negros. ¡Nooo!, si acá entre todos se están morfando a la Argentina, y menos mal que los milicos limpiaron a un montón de zurdos, sino estaríamos hablando como los cubanos, te juro que cada vez que veo a un pibe con la camiseta del ese Che me da ganas de cagarlo bien a trompadas y mandarlo a laburar. Eso es lo que pasa viejito, acá nadie quiere hacer una mierda, yo lo sé, no te olvides que camino la calle todo el día.
Y Maradona se hizo un tatuaje con la cara de ese zurdo. Jugaba bien, pero mejor que cierre el pico, porque si sos jugador de fútbol, sos jugador de fútbol y nada más, no te podes meter a opinar de todo. A mí el fútbol nunca me interesó. Si está todo arreglado. Este país es así, da para todo. Acá cualquier pelotudo que tiene un poco de prensa puede opinar de cualquier cosa como si fuera un experto en el tema.
Ves, a esos expertos yo les preguntaría: ¿Por qué mierda me persigue este perro todo el santo día? A ver que me contestan.
El seguro del otro tenía razón, yo pasé en rojo. Como mierda me iba a imaginar que ese perro se iba a cruzar. Frené como un reverendo boludo. Volqué. El coche se me hizo mierda, seis meses sin laburar, nueve clavos en la pierna izquierda, y un viejo muerto en el asiento de atrás. Igual me salió barata. Va barata, renguito de por vida, los ahorros al taquero, el Falcon directamente a desguace; y mira que es jodido romper un Falcon. Pero no me quejo, podría haber sido peor. Me salvó que el viejo no tenía familia, sino me rematan la casa. Acá todos se lavan las manos, el seguro mío, si te he visto no me acuerdo, y la yuta esperándote como a un pichi, si levantas la denuncia te hacen el culo. ¡Hay que arreglar viejo!, sino vas muerto. Te sale más barato.
Vivía sólo, en Ezpeleta.
Yo también soy sólo ¿Y a qué no sabes? También vivo en Ezpeleta.
Va, ¡vivo!.
Lo conocía del barrio, y mira que casualidad lo vengo a enganchar en la calle. Me distraje un poco hablando. Era la primera vez que se subía a un tacho, gente humilde, no viajan en taxi. Que desgracia, primera y última. Mejor sino se hubiera subido nunca. Venía del tordo y estaba contento porque no le habían encontrado nada. Sanito y fuerte como una piedra. Iba para Solano, lindo viajesito, hacía de sereno en una recortera y no quería llegar tarde. Gente responsable. Otra generación. Tenía un rancho a dos cuadras de casa. Se lo tomaron. La ciudad esta llena de ocupas, te descuidas y encontras un morocho durmiendo en tu cama.
Me compré este Mercedes usado que me salió sus buenos mangos; en realidad todavía lo estoy pagando, y eso que ya pasaron como cinco años del accidente. Es 78 pero tiene levanta cristales, aire acondicionado, cierre centralizado de puertas, caja automática; porque con la zurda gracias si puedo caminar. Igual para lo que me sirve, si me la paso catorce horas con el culo acá arriba para ver un mango, y lo tengo que garpar, porque en este país de mierda ¿Qué laburo hay para un discapacitado? Eh, decime. ¿Queres que te conteste? ¡Nada!. No hay para la gente común, menos voy a encontrar yo. La única salida que tenes es estacionar coches en Avellaneda, y los mejores lugares están todo copados, hay que esperar que se muera uno para conseguirlos; aparte de arreglar con el inspector y con todos los monos que están prendidos de la palmera, que son unos cuantos. Municipales ¡uff!, otra lacra.
¿Cómo te bajas de un tacho después de treinta años haciendo lo mismo? Es muy jodido papi. Es un laburo arriesgado hay que reconocerlo, están los guachos que te quieren chorear los cincuenta mangos que tenes, la mafia de los peruanos, los faloperos que te llevan a comprar merca en cada lugar de mierda, y te hacen que los esperes, vos como un boludo con el motor en marcha a una cuadra de la villa. Porque yo en la villa no me meto, si te metes no salís, pero sino los esperas no te pagan los hijos de puta, y que vas a hacer ya te comiste el garrón de ir hasta ahí. Esperas.
Igual no me quejo, tiene su lado bueno, siempre hay una putita o un traba que te hace un pete por cinco manguitos, una tiradita de goma y manejas más relajado. A mí me gusta cambiar. Tengo compañeros que son unos viciosos, van todas las noche con la misma, dicen que porque es la más limpita, pero es verso. A mí me la chupo y no es gran cosa, eso si te hace acabar rápido, si estas apurado porque hay mucho trabajo te sirve.
Le quedó Gotzila, como la película. Le dicen así porque mide como uno noventa, y tiene unos dientes que si le agarra un ataque de epilepsia en el preciso instante en que se la está tragando, te la corta limpita como con una guillotina. Van de Gotzila porque les hace precio, hacen tres mamadas por diez mangos. Es así, hay que cuidar la guita y buscar precio. Yo no me meto, no voy a andar amarreteando con eso, cinco pesos me parece es un precio justo. ¡Más no eh!
La otra noche este perro hijo de puta me dejó con la leche, literalmente. Se puso al lado del taxi, y mientras me la estaban chupando, él ladraba y aullaba como la puta madre, yo me puse nervioso, y que mierda, no se me paró, toda blandita estaba; la primera vez que me pasa, te juro, la primera. Ese día hubiera venido bien Gotzila. De la rubia no sé ni el nombre, pero eso sí, no la llamo más, le tuve que dar los cinco pesos y todo, sino se los das te mata. Encima me dice el muy puto - que queres mi amor milagros no hago - . Me quería poner el dedo en el culo. Ni loco, si yo sé que se lo mete a todo el mundo. ¡No!, ¡yo no!, ¡no me gusta!, ¡no! ¡no loco! Con esas uñas largas. Además no tiene donde lavarse, seguramente se saca la mierda que le queda con la rejilla de desempañar. ¿Y si te lo mete en la boca cuando te descuidas? ¡No!
¡Perro de mierda y la puta madre que lo parió hijo de puta!
Fue una noche podrida, no hice un mango, casi me afanan, le volé el guiño a uno que estaba estacionando; por suerte no me vio. Una cagada, son esos días que te tenes que quedar en tu casa mirando la tele. Otra porquería, la tele, ¡mamita!
Ahí esta devuelta. Mira que es infatigable, lo vengo esquivando toda la mañana. No sé como hace pero me encuentra, me persigue y ladra, y ladra, y ladra. Toda la gente me mira, no lo puedo pisar así nomás, no es que me importe pero, que sé yo. Encima el guacho no se deja tocar, es un torero, mira que le tiré el auto encima, pero no hay caso.
¿Qué carajo quiere conmigo?
Se debe pensar que me gusta matar perros.
¿Querrá venganza?
La otra noche soñé que me perseguía; yo estaba en pelotas, y me corría lleno de ira, todo baboso, como ahora. A diferencia que ahora estoy empilchado y lo veo por el retrovisor, a resguardo.
No me puedo bajar del auto ni siquiera a mear. Tengo un bidón, lo cambio todas las semanas. Para cargar gas no hay drama porque el playero ya está acostumbrado, viste que te tenes que bajar obligatoriamente. Con guita todo se arregla, como el registro. Le pago antes de que llegue y me carga con el perro ahí al lado, recuperándose, esperando. No es que le tenga miedo, pero a mí me parece que si me bajo me morfa. Es gigante, le viste los colmillos, si te los clava te desgarra. ¿Tendrá rabia?
A los demás no les hace nada, la tiene conmigo. Los muchachos me alcanzan el café. Frío y sin azúcar, ya sabes como es el gremio, todos garcas. ¡Cagadores hermanito, cagadores! Te das vuelta y te la ponen. Yo me les hago el simpático, otra no me queda, sino no morfo. No me puedo bajar del tacho. Ya ni a casa puedo entrar. Me espera ahí, agachadito, escondido atrás del medidor de gas. Yo me doy cuenta por los ojos, te parecerá que estoy loco, pero le brillan.
Me estoy acostumbrando, duermo en el auto, morfo en el auto. Lo que me molesta es ir al baño, tengo que agarrar alguna avenida, o la autopista para sacarle ventaja, así puedo cagar en alguna estación de servicio. Pero después hay que volver. La cosa no está para andar tirando la guita en combustible. Pagar para cagar, increíble no. Y eso que ahora es invierno y uno aguanta sin bañarse, en verano no sé como voy a hacer.
Siempre fue igual, la gente me cuenta su vida.
Un castigo divino.
En un principio los escuchaba, hasta llegue a escribir algunas historias. Pero ya no puedo más. Las escucho todo el tiempo. Sueño sus pasados yuxtapuestos a los de otros, como un danzón serial. El mío lo perdí dentro de la tortura de su música.
Y el monstruo inválido que no para de hablar. Metrónomo que marca el pulso de la carrera constante de la bestia. La veo junto a mi, por la ventana cerrada, llena de baba.
El reflejo distorsionado en la entrada de la Iglesia de la Virgen de Itatí, llena de barro, como todo en Florencio Varela.
El mismo olor nauseabundo que se mezclaba entre los chicos.
La rígida figura del animal, muerto ahí mismo.
¿Alguien se dignaría a sacarlo?.
La fetidez acusaba días de putrefacción. Negro, tieso, la boca llena de moscas, los ojos podridos. Justo delante de la casita de Virgen.
Y ese hedor que se repetía, que todo lo tomaba, que todo lo hacia suyo.
Quizás fue la expresión de su rostro, la que le dio permanencia. Nadie querría moverlo.
Aun quieto y podrido, parecía vivo, dispuesto a atacar al primero que intentase desplazarlo hacia el zanjón de la esquina. Era peligroso poner a ese animal en una bolsa.
Enorme. Solo quebrándole las patas entraría; y seguramente una parte de su cuerpo se revelaría por el extremo abierto.
Ahora lo recuerdo todo.
Me ataca una mezcla de pánico y repulsión. No puedo contener las ganas de vomitar.
El sabor ácido de la bilis subiendo por mi traquea, invadiendo mis papilas quemadas por la nicotina, la misma que tiñe la punta de mis uña.
Me acerco la mano a la nariz, el recuerdo de ese perfume me salva por un segundo.
Él no se da cuenta. Sigue preso en su discurso, en su auto.
Como yo.
¿Quizás me estaba esperando?
Igual que los niños, con sus ridículas poses de equilibristas, dos dedos presionando la nariz, cinco en el aire. Tratando inútilmente de preservar el blanco, de evitar el barro y el olor a podrido, patrono en el sábado de su primera comunión.
La mirada de Pedro, permanente, ahí, señalando el lugar, sorprendiendo a la muerte. Desvirgándola una vez más. Hundiendo el dedo en el cadáver para sentirla. Desgarrándose la mano entera, como yo con esta butaca. La piel y el fango.
Descubro en el espejo un rasgo, de lejos parecido. Los mismos dientes, la misma carne descompuesta.
El rostro de la Virgen Negra, duro, me castiga desde la ventana de arriba.
Observa todo.
A su lado el ángel de tamaño natural, casi humano, sio fiera por el índice roto que revela el yeso pegado sobre un esqueleto de varillas de hierro. Sus ojos de vidrio celestes no me dan paz.
Es solo un niño despintado, pero le temo.
Necesito escaparme de este auto. De quien lo maneja. De la bestia de afuera. Del calor, de los gritos. Del agudo destello que me devuelve aquella ventana.
Podría tirarme.
No. No me atrevo.
Me aterra el sonido de los huesos rotos.
Sólo me queda esperar a las moscas.
[¡Shhh!, cerra los ojos, quizás un recuerdo respire aire fresco]
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