Alguien me preguntó si estaba enamorada y yo lo miré incrédula, no entendiendo demasiado su pregunta, porque... ¿se puede no estarlo?
No sé a ustedes, pero a mí me pasa que me enamoro de manera constante. Me enamoro de la gente más allá de los sexos. Me atraen las expresiones, las voces, las miradas, las ideas, el mover las manos, los silencios, las melancolías que cada uno lleva. Escuchar a alguien que cuenta sus sueños al abrigo de un café, la sensación de compartir una risa o una lluvia calma aunque haya distancia de por medio, la calidez de un abrazo, el “te quiero” desinteresado o el “acá estoy ahora o a las cuatro de la mañana”... todo eso es maravilloso. Cómo no amar a quien me regala un poema, una canción o un mate a tiempo que evapore la tristeza.
Además soy una eterna enamorada de mi pasado, los aromas de la infancia, las calesitas, las hamacas, los jazmines...
Adoro el recuerdo de mi abuela, la amo y me siento orgullosa de llevar sus frases en mi voz: imposible no amar a quién fuera el único retazo de paz que he tenido.
Me encandilan la sorpresa constante que es mi hija, los ojos buenos de mis hermanos, la emoción en los ojos de mi padre, las estrellas que titilaban tras el índice de mi madre.
He amado a cada uno de los amigos que tuve y amo ahora a los que tengo sin que me importen edades ni gustos, justamente sus diferencias son las que los hacen únicos. Me encuentro con personas de una diversidad increíble pero con la misma calidez en los ojos, o la misma tristeza.
También me enamoro de las historias, de los autores... difícil que no lleve conmigo un Platero y yo o un Girondo, que no me pase por el “No verle venir” de Arrakis, el “Presencias” de Martín2, “Mi vuelo hacia ti” de Sduv31, “A vista de pájaro” de Barrasín, “La tristeza desconocida” de Romero y tantos, tantos escritos que me han impactado, como también me impactan los escritores con sus rarezas, con sus bienvenidas, con su cariño.
Amo mis libros con sus olores a viejo y humedad, las flores presas en sus páginas, mis personajes, las miles de lunas que he visto, los granizos, los árboles que escalé y los que quedan aun por escalar.
Cómo puede alguien preguntarme si estoy enamorada cuando sólo hace falta abrir los ojos cada día y respirar para encontrar amor.
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