UNA TARDE EN LA CIUDAD
La tarde era lánguida y calurosa, las junturas del pavimento se derriten bajo el incesante caminar de la gente, que no tan numerosa pero aprisa como siempre recorre la agitada ciudad.
Sus pequeños saltos van desde aquellos maceteros gigantes hasta las escalas que llevan a esa galería subterránea, ese es el recorrido de su juego, luego vuelve al comienzo no sin antes detenerse frente a algunas vitrinas a ver los juguetes ahí exhibidos, se llama Ana y tiene siete años, su madre trabaja todas las tardes en el centro como estatua humana, todos por ahí ya las conocen.
Cada tarde baja a la plaza que se encuentra a pocas cuadras y da vueltas por ahí, luego se sienta en un banco y ve la tarde pasar, nunca pensó estar tan solo, esto lo hacia recordar sus tiempos de gran maquinista en el expreso del norte, y de cómo era muy bien recibido sobre todo en los pequeños poblados. Se llama Ernesto y tiene sesenta y tres años, es viudo hace tres y vive solo en un departamento en el centro.
Ana luego de mirar las vitrinas volvía donde su madre, lo hacia mientras jugaba a esquivar a la gente que iba y venia en su misma vereda, al llegar la mirada inquieta de su madre parecía descansar al verla.
Ernesto que podría ser abuelo de Ana, y ya la conocía de vista, la encontró una tarde frente a una vitrina viendo televisión, y le dijo.
- ¿Quieres ir a ver televisión conmigo?, vivo en aquella ventana. Luego si quieres podemos jugar.
Ana, al escuchar esto ultimo acepto y subió con el.
Ernesto parecía mas contento que nunca con su visita, le había preparado jugo y galletas.
Luego de un rato le dijo.
- ¿Quieres jugar?
- Bueno –le contesto ella sin dejar de mirar fijamente los dibujos animados en el televisor.
Ernesto se levanto y se acerco a la ventana, la cerro y junto con ella también las cortinas. Acto seguido camino lentamente hacia ella mientras bajaba el cierre de su pantalón.
Abajo en la calle, dos ojos en un cuerpo inmóvil recorrían la calle por enésima vez.
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