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Cuando se conocieron, ambos estaban esperando a que el psicólogo abriera sus puertas, aparentemente habían perdido la cabeza luego de tanto experimentar en la vida. Escuchando el sonido del otro al respirar, sus ojos se evitaban, jugaban a bailar el viejo tango del primer encuentro, pero era inevitable y pronto el fuego se prendió sobre su cuerpo de forma incontrolable: él tenía que conocerla.
Él la quería dejar entrar primero, pero necesitaba urgentemente hablar con el doctor sobre lo que había descubierto, así que olvidó toda galantería y la dejó esperando parada en la calle mientras él se acostaba en el conocido sofá y relataba, con lujo de detalles (probablemente más de los que realmente habían) los acontecimientos de su nueva relación. Hay quienes piensan en los detalles que se pierden por no prestar atención, pero este no era el caso de él: si se le puede reclamar algo, es exactamente eso, que era demasiado detallista, pues veía todo aquello que la gente no ve y, a veces, veía más de lo que convenía. Sus dos mujeres lo dejaron por eso, siempre se andaba fijando en cosas que no debía: cada cena era una tortura, salir al cine era el peor castigo, el sexo, bueno…sólo digamos que era más trabajo que diversión. Y como detallista, se fijaba. No en el sentido de que miraba con atención, sino de que dónde ponía la atención, ahí se quedaba esta.
Por eso, tras 97 carros blancos y varios gatos con deseos suicidas casi realizados, ella salió y él seguía ahí parado. “te acompaño”, dijo él; ella sólo inclinó la cabeza y siguió caminando con su vestido floreado bailando con cada paso. Así que ahí estaban, andando, desvaneciéndose en el horizonte de aquellas arterias de cemento sin hablar de nada. Cuando le preguntó por qué no hablaba, le contestó lo más simplemente posible: “voy al doctor porque, no sé, tengo este problema raro, tu sabes…de esos que nadie entiende, es como que, como si, es…como si la idea no concluye, se pierde porque sale otra como centella, pero nunca puedo terminar la primera… ¿me entiendes?” “Muchas gracias por el hermoso momento, mucho gusto” es lo que cualquier persona normal habría dicho tras tal respuesta, pues si las mujeres son complicadas de entender, esta ciertamente lo era el triple, pero a este hombre le gustaba la complicación. Entre más complicado algo, más detalles tenía. Salieron a almorzar y le propuso matrimonio, ella dijo que sí, estaba desesperada.
Un detallista y una inexacta, el matrimonio fue todo un éxito. Cuando decidieron ir más lejos y tener un hijo (claro está que el doctor se oponía), se encontraron con su primer problema marital: trataron y trataron, hasta que sus intentos fallidos resultaron en una alarma que les era imposible no escuchar. Decidieron, luego de interminables conversaciones, adoptar un hijo, lo cual resulto ser la medida más prudente, ya que, según los medios de comunicación, se estaba volviendo preocupante la cantidad de gallinas y mujeres embarazadas que habían desaparecido. Y ahí siguen, su cita favorita es visitar cada viernes en la noche al psicólogo, y luego caminar por las calles sin hablar, hasta que llegan a la casa y, entre muchas palabras y muchos detalles, ponen a su hija a dormir.
Es peligroso enamorarse del primero que se cruza en el camino de una mujer desesperada porque podría terminar siendo el hombre correcto para ella.

Texto agregado el 07-05-2009, y leído por 108 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
28-08-2009 Un buen cuento firpo
07-07-2009 muy bueno tika, te dejo mis eternas supernovas. el_mesiaz
07-05-2009 jajajajjja, genial, tika, espero seguirte leyendo seguido, me gusta mucho, gracias por tus textos********* JAGOMEZ
07-05-2009 5 Dacler
 
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