Esta es como otras tantas, una noche alejada del recuerdo incómodo para algunos, pero placentero para otros que al buscar encuentren que no ha pasado demasiado pronto el tiempo del olvido. No baste decir que la advertencia esté escrita, no hace falta gritar que invoco sueños rotos, recuerdos esquivos que tratan de difuminarse con el uso, pero les mantengo aún y después de tanto pareciera, dormidos pero latentes, aprisionados a base de pruebas tangibles de su paso por mi espalda y brazos doloridos.
Era la noche la cómplice perfecta de nuestro encuentro furtivo, de nuestras ganas locas de sentirnos uno cerca del otro fundidos... Pero era demasiado pronto para pedirlo.
... Empecé a recorrerte, y mi cuerpo se reunió con el tuyo en ese trozo de noche que nos pertenecía, fuera de tu casa estabas a merced de mis antojos como si estuvieses sobre mi cama que ahora permanecía vacía. Tu cuello fue la presa primera, tu cabello entre mis dedos el inicio del territorio explorado, tu pierna rodeándome la señal de avance, tus brazos que me sujetaban como para no dejarme ir eran la trampa, y yo curioso inicié mi camino hasta descubrir tu geografía inversa, real, permitida y alejada, húmeda y seca de sombras que no te protegieron de mis manos.
Mis dedos juguetones encontraron el camino presurosos, te apretaban un glúteo o tiraban de tus bragas, palpaban tu busto como exprimiendo la última gota de nectar prohibido que mis labios feroces intentaban arrancarte dientes adentro, después del sostén que yacía bajo tus hombros caído. Arañaba tu espalda y jalaba tu cuerpo hacia mi cuerpo antes dormido, era el sonido de tu placer lo que mi placer despertaba, tu latido aceleraba mi latido y tu mano sujetaba la mía como para detenerme un poco la ofensiva consumada.
Tu cuerpo contra la pared era el bastión de mis ataques, ondeando con el viento de mis embestidas silenciosas y jadeantes, del calor que mi cuerpo te producía por contacto. Subieron varios grados de temperatura al derredor nuestro, el sudor apareció queriendo ayudarnos un poco, y dió motivos para saborearte un poco más...
Llegamos al punto irreconciliable del avance permitido, tocaste por equivocación el timpre de la casa y salieron a abrirnos, tuve que fingir un ataque de risa... Me metí para lavarme las manos que ardían de tu interior húmedo y radiante, no podía dejar de invadirte y ya en el baño emprendí de nuevo la ofensiva, te puse contra la pared mientras te subía la falda y te arrancaba las bragas que tú sujetabas inútilmente para no permitir mi desbocado avance.
Después de invadirte otra vez, tuve que lavarme las manos nuevamente y hacer como que no pasaba nada, me despedí de tu familia no sin antes morderte un poco el busto que ansioso esperaba por mis dientes, salí con una sonrisa en los labios y mi trofeo desgarrado en el bolsillo del pantalón. |