ADJASIN, EL NIÑO AFGANO QUE SOLO NECESITABA UN CORAZÓN PARA VIVIR.
Esta es la historia de Adjasin, un niño afgano de 10 años de edad, enfermo de corazón que esperaba con urgencia uno nuevo.
“Hoy, que para el resto del mundo es un día cualquiera, mi corazón ha dejado de latir. A lo largo de todo este tiempo a tras han pasado sobre mí momentos de desavenencia, de esperanza, de poder ser como el resto de la gente, de disfrutar la vida con mi familia, con mis amigos y enemigos, ir de vacaciones, de sonreír, de alegrar a la gente,.., no pedía tanto, sólo una vida normal, en paz y armonía.
Hace dos años, tras conocer la fugaz noticia de que el nuevo corazón no era para mí, apareció en mí una idea que comenzó siendo latente, pero que reavivaba en mí esperanza y mi sueño. ¡Pronto llegaría un nuevo corazón y esta vez si que sería para mí! Conforme se iba pasando el tiempo se iba haciendo cada vez más y más real la oportunidad que tanto tiempo llevaba esperando, y cada vez más y más brotaban en mi interior esos momentos de darlo todo por conseguirlo, de conseguir ese nuevo corazón que presagiaba que iba a llegar. Pero como en ocasiones anteriores, su destino fue otro, tuvo otro dueño, salvó otra vida. Yo siempre había pensado que tal vez el ser humano que lo recibiera estaría en un estado más grave que el mío y que lo necesitaba más urgente que yo y esta solidaridad hacía en mí, tras un tiempo más o menos largo, con más o menos dolor, que brotara una nueva semilla. Pero en esta ocasión fue diferente. Esta vez ha sido todo muy distinto.
Todo ocurrió en una noche, las alarmas del hospital en el que me encontraba sonaban de madrugada, por los pasillos corrían aires de esperanza, pero a la vez de incertidumbre. Mi compañero de habitación y yo nos despertamos bruscamente y asustados. No sabíamos lo que ocurría. Estruendos sonidos, gente alborotada corriendo, gritos, confusión. Parecía que había ocurrido algo grave, muy grave. Hablaban de heridos e incluso muertos. De pronto entró la enfermera y le preguntamos qué sucedía. Pero ella, con su voz siempre apacible y suave, sonriendo nos dijo:
- No ocurre nada grave, seguid durmiendo -.
Confiando en su palabra nos volvimos a dormir. Mi corazón aquella noche no durmió de igual forma. Un dolor en él intuía que algo había o iba a ocurrir. El fuerte e intenso dolor no me dejó dormir en toda la noche. Jamás me había dado con tanta fuerza. Parecía un puñal que hurgaba más y más profundamente, parecía como si descuartizara en pequeños trozos mi ya débil corazón. El dolor se me hacía insoportable, desmesurado. Si no traían pronto un corazón de ésta no saldría. Pasaba la noche. Finalmente pude descansar un poco.
A la mañana siguiente desperté y vi que mi nuevo compañero y amigo no estaba como de costumbre en su cama. Alarmado llamé gritando a la enfermera:
- ¿Dónde está? ¿Qué le ha ocurrido? -
Ella siempre con su tranquilidad, apaciguamiento y amabilidad me dijo:
- Tranquilizate Adjasin, sólo se lo han llevado para hacerle unas pruebas -
Pasaban las horas en el reloj y no llegaba, pasaron los días y no llegaba, pasaban las semanas y no llegaba. Cansado un día de esperar, solicité con urgencia la presencia de la enfermera y una vez que estaba allí conmigo, le pedí, con los ojos entumecidos, que me dijera la verdad por muy fuerte que fuera. Había soportado momentos muy difíciles y ella sabía que este solo sería uno más. Se sentó a mi lado y comenzó:
- En aquella noche en la que os despertasteis asustados sin saber lo que pasaba, ocurrió un grave accidente de tráfico. Dos jóvenes que venían de fiesta habían chocado frontalmente a gran velocidad. Uno de ellos está muy grave, en estado de cómo y los médicos le auguran el peor final; el otro murió en el acto. Los familiares de éste último donaron los órganos vitales y el corazón le fue asignado a tu amigo. Se lo han transplantado y ya se encuentra en casa -
Para evitar mi entristecimiento la enfermera me dio un fuerte abrazo e intentó hacerme sonreír. Era como quería que estuviera la gente. Tenía una idea en común conmigo: hacer felices a todos los seres que estaban a su alrededor. AL principio le oculté mi mirada, después la miré a los ojos y me dijo:
- Mantén la esperanza Adjasin, continua con el sueño que siempre me has contado, sonríe y se feliz como el niño de la historia de la que me hablabas y que cuando tengas un nuevo corazón volverás a serlo. ¿Sabes? El otro chico del accidente está en coma y es muy probable que muera. Sus padres ya han decidido que si muere, donaran al igual que los anteriores sus órganos para hacer vivir a otras personas. Tal vez, tú que llevas tanto tiempo esperando, serás en esta ocasión el afortunado de este nuevo corazón, pero debes tener paciencia -
Tras sus palabras llenas de vida y de sosiego, le miré nuevamente a los ojos, vio en mi una leve sonrisa y se despidió. Aquella misma noche, mi corazón dejó de latir”.
“Adjasin, solo necesitaba alguien que apostara por él”
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