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Esto es demasiado, demasiado, demasiado…
Solté un suspiro de manera que pudiera disminuir mi desesperación o cuando menos esconderla, se me daba bien mentir; sobre todo cuando era para una buena causa, solo conocía a una persona en este mundo capaz de darse cuenta de mis engaños, y cuando mi subconsciente sospechaba que estaba cerca de hallar la verdad, escondía mi mirada o la dirigía para otro lado
- Tus ojos son tan puros y transparentes que es fácil ver a través de ellos-
Tenía razón. Pero bueno era mi madre, quien mas aparte de ella que compartía los mismos extraños ojos violetas podía descifrarlos con tanta pulcritud, si, violetas, eran tan extraños como hermosos, pero claro cuando uso él adjetivo “hermoso” solo me refiero a mi progenitora. A veces me preguntaba cómo tan maravillosas joyas pudieron terminar en semejante criatura (con tan poca gracia si me atrevía a opinar). Divagando podía recordar que los amaba por el simple hecho de haberlos heredado de mi progenitora.
- Lucy, Lucy aquí entremos, mira, mira
Regresé… ¿Por qué mi mente viajaba tanto cuando caminaba? Esa era la razón por la que me perdía numerosos detalles.
Bajé la vista y... volví a suspirar. Paciencia
- Rubén, deja de halar mi blusa- me quejé
Mi pequeño hermano, la diferencia de edad era sin duda un problema cuando tenía que cuidar de él y sus “insignificantes” caprichos, sobre todo cuando mi madre era tan indulgente y deseaba llenar sus manitas de cada cosa que el solicitara.
- Lucy, no te enojes con tu hermano
Lo sabía… me gire con desgano para encontrarme con una estatua de virtud, mi madre, sus rizos de color mantequilla caían en su rostro de una manera natural, salvaje; su tez clara era delgada y sus mejillas formaban hoyuelos cuando sonreía (lo cual sucedía todo el tiempo) su mirada tan parecida a la mía expresaba ternura y una calidez que hacia olvidarme de todos mis problemas en el primer segundo que cruzaba mi vista con ella.
- No te enojes Lucy – Decía mientras se aproximaba con paso elegante tan propio de ella, se dirigió a Rubén y le hablo con dulzura – Ya va siendo tarde, esta será la última tienda en la que entremos después de esto nos iremos a casa ¿de acuerdo? –
Tan seguro como que el sol sale de día el diría que…
- Si mamá, lo prometo, esta será la última - ¿Cómo decirle que no a ese ángel? Pero ni siquiera ese monstruito de siete años.


CONTINUARA....

Texto agregado el 06-05-2009, y leído por 80 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
07-05-2009 empieza muy bien, ojalá no tarde lo que sigue****** JAGOMEZ
 
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