Cuando catrenau bajó del tren, alla en once, un escalofrío le recorrió la espalda, estrujó la gorra sucia y deshilachada entre sus manos callosas, alzó el atado y caminó despacio entre la gente que se agolpaba hacia la salida.
Sentado en un banco de la Plaza miserere trató de entender aquella ciudad asombrosa, saludando a los desconocidos que se daban vuelta para mirarlo con extrañeza.
Preguntó por la fundación a un federal que le explicó como llegar y que colectivo tomar, pero el prefirió ir caminando.
La larga cola daba vuelta a la esquina cuando llegó; un santiagueño que esperaba hacía horas le convidó un mate y se enredaron en una tertulia que acortó la espera.
Como a las tres y media le tocó el turno, hurgó en los bolsillos, en busca de la carta que redactara don Ignacio el despensero y la ansiedad le jugó una mala pasada, casi tropezó mientras avanzaba por el salón rebuscando en sus bolsillos.
Pero cuando llegó al escritorio y la vió allí arremangada mirándolo con una sonrisa maternal, las piernas le temblaron y se le hizo un nudo en la garganta.
La voz segura pero dulce le llegó a los oídos cuando intentó estirar la mano húmeda con el papel arrugado.
Y vos, que andas nesesitando mi negrito? -dijo la señora-
A catrenau las lágrimas le explotaron, hacía años que no lloraba, desde que era niño, pero no lograba reponerse y se sentía abochornado.
A ver traiganlé algo para tomar y un sandwich, que este parece que viene de lejos -ordenó la señora- venga mijo siéntese un ratito y cuénteme de donde viene y que le anda pasando.-
El hubiese querido que la señora nunca quitara la mano de su hombro y recordaría el resto de sus días aquel contacto, como lo mas importante que le pasó en lavida.
Yo vivo cerca del miauco, queda pal lau de afuera, le traigo una carta -alcanzó a balbucear- la escribió don Ignacio el despensero -confesó mientras se enjugaba las lágrimas-.
Ella alisó el papel estrujado que rezaba en letra esmerada: Querida señora, le pedimos una máquina de coser para las mujeres de nuestra comunidad y una foto suya si no es mucho pedir.
-Por esto quedate tranquilo negrito, y vos que nesesitas?
-Yo? No, no sé, me gustaría tener un cosito de esos que mira el rico cuando quiere saber la hora.
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