Por el este comienza a amanecer

Un hombre maduro, siente que aun tiene muchas cosas para dar y continuar en la apasionante aventura de la vida.

Ciertas noches desconsoladas, pobladas de silencio, la bruma deforma mi visión, mis percepciones, la vida que me rodea. Trato de ilusionarme, de resistir, de no abrir el paso a la desazón. Entonces camino, busco los aromas intensos de la noche, la humedad de las veredas, me atormenta la idea de la vejez, la percibo a cada paso, a la vuelta de cualquier esquina, esperando al acecho para apartarme, envuelto en un manto tibio, cobijante, pero al mismo tiempo inmóvil, frió, apartado, que me separe definitivamente de las cosas aun amadas.

El silencio, de a momentos se confunde, el hombre que pasea el mismo perro, que olfatea y orina el mismo árbol y Ella, fumando un cigarrillo que nunca acaba, se desliza como un espectro, envuelta en un tapado desteñido como su pelo, apurada como si supiera hacia donde va, me mira solo por un instante con ojos ensombrecidos, fijados, solo Dios sabe, en que tiempo, en cual horror o en que espanto.

Quiero continuar, no ceder a la vulgar tentación de la derrota, no juntarme con aquellos que por cobardía o comodidad, se agrupan en algún rincón, o en el banco de alguna plaza, contando historias de lo que ya no tienen. Me resultan patéticos, almas en pena, siempre repetidos, o repitiendo. Un ensayo anticipado de la muerte.

Necesito vencer, por avidez, porque estoy hambriento en todos los sentidos en los que sea posible imaginar. Aun siento deseos que no me permiten dormir Tengo conciencia del tiempo que transcurre, se que tengo cosas para dar y también para recibir.

No hay invento, tampoco fraude, jamás ofrezco lo que no tengo para seguir vigente.

El alma y la naturaleza de la persona, no acepta un lifting, soy el mismo que inició esta apasionante aventura y aun queda combustible en el tanque, no siento rencores por los tantos que me pasan en la ruta. Ellos solo pueden mirar hacia delante, en cambio yo puedo mirar a mi alrededor.

Me siento liviano, la ruta se prolonga al horizonte, se cuela un viento perfumado y acariciante.
La noche se retira y por el este comienza a“amanecer”.

Andre, Laplume.