Ella era hermosa, tenia su cabello negro como la noche mas oscura de un frio invierno, tan suave y sutil. Su piel blanca, como el inmaculado manto de una virgen de nieve.
Ella era hermosa, sus manos, amasaban el pan cada mañana. Me despertaban de mi aletargado sueño, con una carici. Amaban como ningunas otras manos me amaron jamas.
Tan hermosa era, que el sol salia para verla tender la ropa lavada cada dia, y no se ponia hasta que ella la recogiera cada atardecer, ya seca, lista para planchar.
Su perfume me recordaba a un lugar, que nunca pude saber cuál, era una mezcla de almendras y canela, de azucar acaramelada y dulces cerezas.
Si, era tan bella, que Dios decidió llevarsela, pero no antes sin hacerla marchitar, solo un poco.

Un angel posó su mano en su frente y deposito alli una piedra, hecha de carne y de dolor, a la cual esos que saben la llaman tumor.
Dos meses de dolor paso ella, pero su belleza y su amor no menguaban en su alma. solo en su cuerpo...
Primero su cabello, brillante como la luna llena se opaco, y cayó, como caen las marchitas hojas en otoño. Luego su piel que irradiaba jovialidad, esa piel suave... ¿para que seguir...?
Por las noches lloraba, sin que nadie la viera, con las pocas fuerzas que le quedaban.
Las primeras semanas de su flagelo, el sol la veia tender la ropa, pero luego sus mareos no le permitieron continuar, y alli quedo la ropa tendida, meciendose con la brisa, luego llenandose de polvo, percudiendose, perdiendo su color, pero nadie, jamas, nadie la sacó, pues ella era la única que lo hacia.
Y esa noche, esa triste noche en la que quedo mi corazon desangrado en el piso, dio su ultimo respiro,
y entre mis brazos se esfumó.
Y alli vinieron ellos, esos que saben, y se la llevaron.
Y yo gritaba, lloraba y me culpaba a mi mismo, por no haberla abrazado mas, por no haberle dicho cuanto la queria, quizas por verguenza, quizas por que esta sociedad no enseña a amar.
Se llevaron a mi único amor, a la mas bella entre las mujeres, y me dejaron solo, con los fantasmas del dolor.
Y ahora, frente a esa soga llena de ropa enrredada con telas de araña y ramas secas, y a esas flores que mueren de sed, por que ya nadie las riega, frente a ese pan enmohecido que una vez sus manos amasaron. Frente a Dios, me declaro vencido.