Iban tomados de la mano, Ignacio contemplaba el rostro de Alejandra, mientras ella muy feliz contaba sus anécdotas.
Sentados en un rincón, admiraban el paisaje que transcurría detrás de ellos. El vagón se detiene, el chofer anuncia la estación y entre el tumulto de gente entra ella.
"Simplemente Bella" pensó Ignacio, no le quitó los ojos de encima.
No quería que Alejandra se diera cuenta de su engaño silencioso, así que tomó su mano más fuerte y la besó en la mejilla.
Alejandra sonrió, se sonrojó y siguió con su historia. Ignacio la amaba, nunca la había engañado y pensaba que jamás lo haría, pero esto se había salido de control.
La miró por última vez, para ver si ella se daba cuenta de su osadía. La mujer lo miró, le sonrió, miró su mano aferrada a Alejandra y le volvió a sonreír.
Ignacio no sabía qué hacer, así que decidió cerrar sus ojos para calmarse. Intentó imaginarse lo que Alejandra le contaba, mientras se apoyaba en su hombro, pero era imposible, no podía sacarse de la mente a la mujer.
Volvió a abrir los ojos, esta vez la mujer estaba sentada justo frente a ellos. En un acto de desesperación, Ignacio se levantó de su asiento para cederlo a otra persona.
Alejandra muy extrañada le preguntó que sucedía, y él sólo tartamudeó un suave "nada". Ahí estaba Ignacio, en la nada. Suspiró y miró a su novia, le encantaba la sonrisa de Alejandra, no había nada mejor que verla reír.
Mientras pensaba, mira por la ventana, y en el reflejo apareció nuevamente ella. Ignacio quedó perplejo. Esbozó una sonrisa, no podía disimular ese extraño sentimiento.
Alejandra se pone de pie, camina hacia la puerta y mira a Ignacio que viene a su lado.
Salen, caminan, y mientras se dirigen a la salida, Ignacio no pudo evitar mirar por última vez a su amante secreta. |