Éramos las 2 únicas féminas del lugar. Nos sentíamos un poco observadas, pero nada fuera de lo común.
De pronto se abren las puertas y lo vemos entrar, delicado, pero con un aroma de rudeza infinita. Nos miramos con mi cómplice, reímos, sabíamos en que estaba pensando la otra. Volteamos, lo vemos ahora detenidamente.
Todo era perfecto, su caminar, su postura, su pelo, ojos, labios, su ropa. Y lo que llevaba en las manos era el fruto de su belleza.
De pronto, ya no nos sentimos tan observadas como en un comienzo, y nos dimos cuenta, que la creatura que había entrado junto a nuestro galán, había robado el corazón de todos en el vagón.
Su mirada calma y acuosa, su pelo dorado y rizado, sus zapatitos de charol, y su vestido de muñeca habían dejado a todos atónitos.
Mientras todos miraban el cuadro, yo pensaba en esos típicos piropos que te tiran los maestros y no logré recordar ninguno de manera correcta, sólo pensé, que él tenía que ser el Rey, por que su hija era una princesa. |