Mi niña
se detecta danzarina,
sintiendo su mirada
sosteniendo mis lágrimas.
Lecturas eternas,
madrugadas de insomnios,
nos sostienen anclados
en un abrazo
que triunfa en la distancia.
La soledad y el infortunio
se detuvieron un día
para abrir una ventana
a la esperanza.
Entonces,
se dio vuelta la moneda
y así andamos,
entre versos sin llamas.
Conoció mi llanto
y hoy mi risa,
ve bellezas en mi
que nadie capta.
Extrañamente,
el desamor fue el remolino,
que en su sentencia cruel
junto las almas.
Mi historia,
fue plagada de miserias,
a refugiarse
en su dulce palabra,
y sin tocar mi piel
ni yo la suya,
sostenemos mutuamente
nuestra calma.
Esta amistad,
que en mi puerta
dejo aquella mañana,
se alimento de estrofas
y creció por si sola
en su verde morada,
iluminó la noche
en que ya muerta,
solo quería en mi sangre
sentirme derramada.
Este pobre poema
que sostiene,
un perfume casual
sin sublimes metáforas,
es un intento simple
que en mi idioma,
quiere decir tan solo,
-AMIGO GRACIAS-
|