Desde lo más alto de esa imponente torre Lorena se aferra la baranda de la orillla.
- Ramiro, ¡ya vámonos! - Dice con nervisismo perentorio.- Tengo vértigo.- Termina diciendo con tono de niña mimada.
Después de mirar el hermoso horizonte, y con cuidado de no mirar hacia abajo, ella suelta el barandal y aprieta con urgencia el brazo de Ramiro.
- ¿Qué podemos temer, Lore, que crees, que vamos a caer y hacernos 'caquita'? - La risa de Ramiro es cínica, lo que dice tiene un tono sarcástico y burlón pero lastímero, a Lorena le da miedo pues da la impresión de que se ha vuelto Loco, y más aún al ver que su pié derecho se ha posado en la barra inferior del barandal, con ambas manos asidas a la barra superior amaga con impulsarse.
- ¡No es gracioso, bájate! - grita Lorena cási suplicante.
- El cáncer no es gracioso, duele y te desgasta. Yo lo sé tanto como tú, el cáncer es algo serio- el rostro de Ramiro va dejando lentamente la sonrisa, ha endurecido sus facciones como si al mirar al horizonte estuviera a punto de escupir a Dios-; pero morir haciéndose cagada por caer de siete pisos, ahora, o morir de cáncer en una cama, un par de años después si somos optimistas, no cambia nada el hecho de que voy a morir a final de cuentas.
Lorena solamente se limita a abrazar al agrio sujeto que, no importando su cruel pesimismo, le impulsa a querer seguir viviviendo. No es tanto que él la inste a vivir, más bien lo contrario, pero es él el motivo al que ella se aferra en esta vida; lo ama en secreto pero se ha decidido, sin embargo, a no callar las palabras que le han nacido de lo más profundo de las entrañas, el producto de un remolino indescriptible de emociones que erizan su cuero cabelludo, aceleran su respiración y exprimen sus lagrimales por tanto dolor. Es el cuerpo de escasos once años, en descomposición debido al cáncer, el que vive todo ese mar de sensaciones: el amor. ¿O qué podría explicar mejor tales síntomas, el amor o la agonía; ambos?
- Aún tengo esperanza, porque... todavía deseo pasar más tiempo contigo...- Es lo que Lorena alcanza a mascullar antes de toser cási escupiendo la garganta.
Ramiro y Lorena se conocieron en la sala de espera del oncólogo que los estaba tratando. Él padecía un cáncer de piel tras haber vivido toda la infancia bajo el sol de la playa, soñando con ser futbolista, mientras su padre se alcolizaba y lo dejaba a la mano de Dios. Ella estaba en la fase terminal del cáncer en laringe y pulmones cuya muy probable causa era su familia repleta de fumadores.
- ¿Nunca te has preguntado por qué la gente tiene fé?- Dice Ramiro, el quinceañero con aspecto de anciano a causa de su mal, y de alma anciana en forma igual.
Lorena siente tristeza pues sabe que por lo que él ahora va a decir ella lo odiará, por ser una cruel obviedad. A final de cuentas todos, incluido Ramiro en lo más profundo de su corazon, desean que ella se resigne y deje de sufrir a causa de sus esperanzas; los sanos desean que deje de echarles en cara la salud de la que gozan, quieren que deje de soñar con ese milagro que nunca va a suceder. Entre más pronto muera uno de los dos, ella o su sueño de llegar a la vejez, para los demás será mejor.
- Yo tengo fe porque tengo derecho a ello. Nadie puede negarle a nadie el deseo de vivir...
El nudo en la garganta y los ojos llorosos preceden al vacío dolor en el pecho de Lorena. Ramiro no puede evitar sentir lástima, pero se siente atraido por ella. Nunca disfrutará tanto la fugacidad del amor como ahora disfruta la fugacidad de su propia vida. Ramiro la mira a ratos mientras le habla.
- Eso es cierto, nadie te puede quitar ese derecho pero tampoco puedes cambiar las reglas del juego. En este juego a tí y a mí nos tocó el papel de moribundos . Eso es lo que estamos jugando y nuestro objetivo es ganar.
Ramiro no quiere quitar la vista del horizonte, pero le es inevitable voltear y ver su hermoso rostro, la mira y esbozarle una sonrisa le permite hacerle saber que no desea ser hostil con sus palabras; ella tiene una belleza que le lleva más allá del goce sexual y estético, puede ver la belleza de su alma y sentir compasión por la hoquedad en su espíritu. Es para él como verse en un espejo invertido.
- ¿Recuerdas la primera vez que nos besamos? ¿Por qué me dijiste que pronto morirías y huiste de mí?
- Tenia miedo de enamorarme de tí, de perderte entónces... Estaba confundida.
- Pero tú no me puedes amar, soy mayor que tú.
Ramiro recordó que miraba el horizonte como ahora y cuando volteó su mirada para ver lo que estaba pasando sucedió un beso robado. Lore ya se había parado sobre una caja de madera y se dispuso a besarlo. Fue el primer beso para ambos.
Trémulos sienten sus palpitares, los corazones de ambos tiemblan. Un nuevo beso hay entre los dos y el miedo a la muerte se les olvida por un instante. Ramiro y Lorena han decidido no negarse, antes de morir, la experiencia del amor.
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