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Presentado en Certamen Cesidul - (Tercer puesto compartido)




Habían trabajando toda la noche en el escaparate para que, con las primeras luces del día, quienes pasaran frente al negocio pudieran verme.
Si tuviese que definirme, diría que me sentía hermoso, diferente al resto, de hecho, me habían ubicado en un lugar preferencial. ¿Mi color?, rojo brillante (bastante transparente por cierto), con bordados y puntillas negras. Tres partes separadas formaban mi todo.
El lugar donde me exponían era la mejor lencería de la zona. Miles de mujeres oficinistas no podían evitar verme. Casi sin excepción se paraban frente a mí y dedicaban algunos segundos de su tiempo a observarme, pero todas terminaban igual, alejándose al ver a los pies del maniquí que me portaba, un cartelito indicando mi nombre y valor: Conjunto de lencería erótica. € 300.-
Fue en ese momento que pasó por el lugar Katia, una hermosa morena de ojos color verde como el mar profundo. Caminaba protegiéndose del frío y el viento con una hermosa capa de paño rojo rematada con una caperuza de igual color que tenía como notable efecto secundario, el realzar aún más la belleza de la joven. Era un regalo de su anciana abuelita a quien ella diariamente visitaba. Se detuvo y al verme sus ojos brillaron intensamente mientras una sonrisa pícara se dibujó en su rostro.
Minutos después se paró frente a la vidriera un hombre elegantemente vestido, un detalle en su vestimenta le daba un toque de distinción que lo destacaba del resto de los caminantes. Sobre el bolsillo de su abrigo azul, tenía bordado un escudo cuyo motivo central era un ancla. Me observó, ingresó al local y dirigiéndose a la vendedora me señaló.
-¿Querrá comprarme? pensé.
-Disculpe, dijo la vendedora. Aún no ha ingresado el lote de esa mercadería para la venta, el de vidriera es el único, está de muestra.
-Sucede que debo hacer un obsequio y quien lo recibirá quiere ése. Me ha dicho que el talle le irá perfecto dijo el hombre y acercándose, tendió su mano y me prodigó con sus dedos una caricia libidinosa.
La vendedora no lo dudó, le regaló una sonrisa cómplice al cliente y me llevó al mostrador para prepararme. Mientras desnudaba al maniquí dijo:
-¿Lo envuelvo para regalo verdad?
-Si, por favor, pero quisiera agregar ésta tarjeta.
En la misma, pude leer:
“Katia, siempre te llevaré dentro de mi” y una firma ilegible.
Antes de cerrar la caja, en la que entre papeles de seda me guardaron, pude ver el gesto de quien me estaba comprando, era como si se mordiese los labios.
Pensé en Katia…
Mientras el cliente pagaba, la joven le dijo:
-Disculpe, ¿el escudo que tiene bordado es de la marina?
-No señorita, si bien soy un ex marino, es del Club Náutico Baleares donde guardo mi yate.
-Entiendo, dijo la muchacha y agregó sonriendo, desde que Ud. ingresó al local pensé que estaba frente a auténtico lobo de mar.
-Así es, le respondió. Guiñó un ojo, dio media vuelta y nos fuimos.

Texto agregado el 04-05-2009, y leído por 287 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
14-05-2009 Tremenda la caperucita. Muy buena tu narrativa. Felicitaciones. Sofiama
13-05-2009 ¡¡¡Cómo evoluciona esta caperucita...!!! Me gustó tanto que me imagine cada situación, Bien enlazadas las ideas. Genial****** pithusa
12-05-2009 muy bueno,tanto que lo vote jaja******* shosha
11-05-2009 Ahh, la dulce Caperucita y el feroz lobo han dado a lo largo del tiempo pie a muchas interpretaciones de aquello que, sin duda, ya sugería una historia de amor en sus primeros tiempos.Esta que ahora leo, me gusta porque auna a los personajes de manera erótico-festiva en un relato ameno y sin vacíos. naju
11-05-2009 Me encantó, felicidades!!1***** MariBonita
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